Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

LOS PELIGROS REALES DEL FACEBOOK.

Por: Maya Maya.
Fecha de publicación: 12 de diciembre 2009.

Lo peligroso del Facebook es que se puede terminar metido en cualquier  cantidad de grupos y apoyando cualquier causa sin saber a ciencia cierta cómo sucedió.

 

Hay dos elementos que juegan para que esto se dé: a diario se reciben decenas de invitaciones para asistir a eventos, apoyar causas, unirse a grupos, enviar flores o buscar identidad a través de un filósofo o un artista de moda. Es posible que tratando de salir de todas las invitaciones y causas que se ofrecen se marqué un "sí acepto" por descuido sin mayor importancia al hecho. También es posible que una persona al hacerse miembro de un grupo termine siendo su administradora; pues el creador puede, sin solicitar permiso, nombrar a quien guste como administrador de su grupo. O también es posible que alguien solicite ser administrador, que el creador le conceda el derecho y que el beneficiario emplee esa posibilidad para realizar transformaciones de contenido en dicho portal. Otro elemento de preocupación, y que realmente es mucho más grave, es que el  nombre del grupo, sin consulta previa, puede ser modificado. De modo que es posible meterse a un grupo que se llame “Yo amo a los Pitufos” y que el creador decida cambiarle el nombre a un “quiero ser un asesino”, por ejemplo, y en este nuevo grupo permanecerán los mismos usuarios registrados.  

 

Hace poco advertí que yo aparezco como miembro de un grupo que se llama Chocolate y churros, algo así, y a conciencia afirmo que jamás me hubiera metido a un grupo así, primero porque no me interesa y segundo porque no me gustan los churros.  También aparezco como fan de Vicente Fernández, y con todo el respeto que me merece el señor por su larga trayectoria como interprete de la música mexicana y su gran vozarrón, jamás he comprado un disco suyo, ni he asistido a sus conciertos y no me considero ni siquiera simpatizante de su música. Sin embargo, no he logrado salirme de este grupo.

 

Otro factor a destacar de la actividad en el Facebook es que las solicitudes de amistad son numerosas y la gran mayoría de personas que se registran como amigas ni siquiera son conocidas. Además cualquiera puede inventar una identidad, un correo electrónico y tener acceso a la información que desee.  Muchas amistades se aceptan con el objetivo de ampliar la red de contactos y el alcance de las publicaciones sin que importe realmente quién es el receptor de dicha información.  Al parecer todos tienen injerencia sobre lo que los demás publican y pueden incidir en su perfil. Por ejemplo en las fotografías que se publican, se tiene la libertad de etiquetar a otras personas en cualquier imagen, de modo que en mis fotos personales pueden aparecer guerrilleros, narcotraficantes, conejos de pascua, causas con las que ni siquiera comulgo pero como la revisión diaria de fotografías no es una actividad cotidiana, allí pueden permanecer durante mucho tiempo sin que el afectado siquiera lo llegue a advertir.

 

El Facebook es altamente peligroso, no se puede desconocer; no sólo es vigilado con lupa, sus usuarios son analizados y sus datos archivados en centrales de dudosa inteligencia, sino que también se presta para todo tipo de acciones verbales porque desde la realidad del computador todo se puede decir, gritar, expresar y no hay control.  Se puede amenazar, insultar, ofender y nunca se asume la responsabilidad porque se tiende a pensar y a sentir que lo que ocurre en la pantalla no afecta la realidad.

 

Incluso a veces se tiene la impresión de que el Facebook no hace parte de la realidad, que si bien puede generar efectos reales como las convocatorias a marchas que por este medio se han realizado,  pareciera que mucho de lo que allí sucede no sucede en realidad, que sólo hace parte de un mundo virtual, ajeno a la cotidianidad y sin alcance real.

 

Una de las razones por la cual me metí al Facebook era por la posibilidad de medir un poco el clima político del país; saber qué opinaban las personas, conocer gente de distintas corrientes ideológicas y saber cuáles hechos noticiosos provocaban más reacciones o servían para unir personas alrededor de una causa compartida. Sin embargo, pronto advertí, tal como sucede con los comentarios que escriben los lectores en las páginas de prensa o en la misma calle, que el odio que mueve a muchos nacionales es infinito; el resentimiento y el miedo nos desbordan y el desprecio por la vida y la palabra también son evidentes.

 

La sociedad colombiana está enferma de odio, resentimiento y miedo y ha perdido los referentes que dan sentido a las palabras, ha anulado su significado, o las ha desconectado de la realidad pensando que la incidencia de éstas se limita al papel o a la pantalla del computador.

 

Siempre y con gran facilidad evocamos la muerte, es una constante: «si no haces aquello te mato, si lo cuentas te mato, si mi papá se entera me mata». Hablamos de matar con la misma naturalidad con la cual nos referimos a las cosas más simples de la vida. Da igual decir te mato o te quiero, compro aquello o mato a aquel. El desprecio por la vida, el rechazo a la diferencia y la banalización de la palabra son, quizás, nuestra peor tragedia.

 

Existen claras y demostrables diferencias entre  decir algo y llevarlo a cabo. Entre matar virtualmente y asesinar en la realidad, entre organizarse para matar o crear un grupo virtual afirmando tal fin. Una cosa es lo que se hace y otra lo que se pudiera hacer. Una cosa es decir y otra hacer. La diferencia también está en reconocer quién dice lo que dice y porque lo dice. 

 

Nicolás es un estudiante normal, no siente nada extraño ni distinto a lo que sienten la mayoría de jóvenes en el país, pero él está siendo procesado no por haber creado – si es que lo hizo- el grupo de Facebook, o por haber amenazado al hijo de Uribe, sino por expresar el sentimiento de odio que se anida en el corazón de muchos colombianos contra los hijos del presidente por sus públicas y repudiables actuaciones. Al joven se le señala de haber incitado a delinquir; lo cual tampoco es verdad. Tampoco amenazó, sólo expresó un deseo haciendo pública su censurable  fantasía, y tampoco instigó porque no llamó a nadie a cometer el delito; ni siquiera él mismo realizó esfuerzo alguno por llevarlo a cabo.  Creó, si es que así fue o se adhirió a una causa a través de un grupo en Facebook; y a no ser que todos estemos engañados y la DIJIN tenga pruebas de que él estaba preparando el asesinado con el cual se comprometía,  no existe ninguna razón judicial capaz de avalar su arbitraria detención.

 

El juez que lo sentenció en una muestra de eficacia sin precedentes y muy extraña en el país de los asesinatos sin asesino, invoca a Dios para que lo guíe cuando mejor debiera tomar la letra de la Constitución y hacerla cumplir. En tanto, aumentan los expedientes contra el joven que ahora es más sospechoso que antes por haber consultado las páginas de Al Qaeda y de las FARC. ¡Por dios! Quienes investigamos temas históricos, sociales o sencillamente queremos conocer la realidad que los medios masivos nos ocultan, a diario y cuando nos lo permiten, consultamos esas páginas y muchas más.

 

Nicolás Castro, un joven artista, con sueños y deseos, dueño de un espíritu crítico y dominado por la misma inconciencia de un país que menosprecia la vida y la palabra, hoy es el emblema de un Estado en franca decadencia, donde triunfa la dictadura y se oculta la razón.


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