Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

¿PARA QUÉ SIRVE ASOCAÑA?

Por: Germán Patiño.



He leído con atención los textos publicados en El País y en otros medios nacionales sobre el diferendo que enfrenta a corteros de caña de azúcar y empresarios del sector. Deseo referirme, de manera especial, a la columna de Luis Fernando Londoño, cuya amistad valoro y suya sensibilidad liberal conozco.

Quisiera recordar que, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura, en un documento titulado ‘El agro colombiano frente al TLC con Estados Unidos’, “Los productores de azúcar han recibido un precio superior por su producto al que obtendrían en un mercado libre que, a su vez, se ha transferido en cierta proporción a los consumidores”, afirmación que surge luego de estudiar los precios en el lapso comprendido entre 1995 y 2002. Y se concluye que esta protección alcanzó un nivel del 46% en promedio durante ese tiempo.

Por eso escribí que la industria azucarera ha sido subsidiada en Colombia durante varias décadas. Incluso hemos llegado a pagar el azúcar a un precio tres veces superior al vigente en el mercado internacional, en determinadas ocasiones. Lo que no está mal, pues los países tienen el derecho de proteger sus industrias nacionales cuando ellas se ven amenazadas por la competencia desleal en los mercados externos. Pero ello entraña una necesaria compensación de estas industrias a la sociedad que tan solidariamente las acoge.

Lo que no está sucediendo en el caso del sector azucarero cuando los ingenios le niegan a sus corteros el amparo del derecho laboral. Y esto es lo que tiene que ver con el liberalismo de Londoño. No se trata de ‘politizar’ el análisis como lo ha sugerido un cordial contradictor, sino de recordar uno de los principios del pensamiento liberal clásico, hoy aceptado por liberales, conservadores y socialistas de distintas denominaciones en el mundo, exceptuando a los regímenes dictatoriales: la relaciones de trabajo están regidas por el derecho laboral, no por el civil, ni el penal, ni mucho menos el comercial.

¿Qué es exactamente lo que molesta a los corteros de caña de azúcar? Ellos están pidiendo que se les aplique el derecho laboral, no el mercantil, por la sencilla razón de se desempeñan como trabajadores y no como mercaderes. Los corteros son quienes están defendiendo la Constitución colombiana, que define al país como “un Estado social de derecho”.

También me parece poco apegado a la Constitución que el Estado obligue a los ciudadanos a comprar una determinada mercancía, fabricada por un grupo de empresarios, el precio que ellos quieran. Es el caso del etanol, que debemos comprar a la brava y que también está subsidiado, en este caso por el fisco público, para beneficio de algunos industriales del azúcar. Y pese a este ‘torcido’ legal, estos empresarios no quieren compartir con sus proveedores de caña parte de los beneficios del negocio. Los tratan igual que a los corteros, con olímpica soberbia, como si aún viviéramos en un régimen de encomiendas.

Peor aún, la marrulla. La pretensión de adjudicar la huelga de los corteros a “fuerzas oscuras”, o la movilización de sindicatitos patronales que son la vergüenza de sus hermanos de clase -los desclasados son infames en cualquier sector social- o el deseo de negociar por separado, ingenio por ingenio con cada una de las pequeñas cooperativas, en conversaciones de ‘tigre con burro amarrao’. Entonces, ¿Para qué sirve Asocaña?


 
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