Por: Periódico Techotiba (Editorial).
Fecha de publicación: 25 de noviembre de 2015.
Esta edición conmemora la fatídica toma y retoma del Palacio de Justicia de hace treinta años. Pero lo hace con la tristeza al ver que situaciones de ese tipo, en las que el Estado (y su clase alta) se impone a través de la violencia, se siguen repitiendo no sólo aquí sino en gran parte del mundo. Hace treinta años una de las guerrillas colombianas, el M19, se tomó Palacio para hacer un juicio público al gobierno de Belisario Betancourt que había incumplido el cese de hostilidades para firmar acuerdos de paz con distintos grupos guerrilleros. Pero tal osadía no sólo estaba en el corazón de los guerrilleros traicionados, también estaba en el odio de aquellos que les tendieron una trampa. La fuerza pública, Ejército y Policía, se sintío burlada por esta guerrilla, sus patrocinadores, como siempre la oligarquía, querían exterminarlos y de paso acabar con miles de procesos judiciales que estaban en su contra. Por eso ni siquiera tuvieron en cuenta al presidente. Al parecer los dejaron entrar y al poco tiempo llegaron para acabar con la justicia. No hubo diálogo. El presidente ni siquiera le contestó a los magistrados que pedían parar el fuego que los masacraba desde afuera. Barrieron con todo y como si fuera poco a los que salieron vivos los torturaron y desaparecieron quizás para que no hubieran declaraciones del crimen cometido.
No sólo pagaron inocentes, la justicia fue incinerada. Como si el hado estuviera en favor del olvido, una semana más tarde Armero y sus veinte mil almas quedaban sepultadas en medio de la indiferencia del gobierno perdido. Treinta años después el gobierno sigue haciendo de las suyas: usando la violencia para desaparecer gente, financiando y apoyando grupos paramilitares, delinquiendo y quedándose con las riquezas, acabando el mundo y devorando esta tierra como si nuestra indiferencia fuera el motor de sus abusos.
Pero quizás el panorama se pone más dramático cuando vemos que engañados por los medios masivos que tienen sus alianzas con los poderosos volvemos a votar por los mismos. Así pasó tristemente en Bogotá, donde el alcalde ahora electo nos hizo conejo hace 15 años con el metro y nos puso un sistema de transporte obsoleto que nos tiene en la crisis de movilidad vigente. Pero no siendo suficiente con que las lozas de este sistema se totearan a los dos años, y con que más del 90% de las ganancias vayan para capital privado, le volvemos a entregar la ciudad y ya viene anunciando que nos volverá a dejar viendo un chispero con el metro. Son 130.000 millones que ya se han invertido en los estudios que dan vía libre para la ejecución. Pero claro, como allí no hay tajada, él - que es un avivato - encontrará la forma de meternos otro adefesio que sea rentable para él y sus amigos, mientras la ciudad y su gente se desbaratan por viajar como sardinas.
Pero si aquí llueve, en otros lados no escampa. En Argentina a pesar de llevar un proceso de autonomía construido durante tres elecciones presidenciales en donde se restablecieron muchos derechos de la población desfavorecida, volvieron a votar por los mismos que acaban con lo público por darle el favor a unos pocos privados. Pareciera como el cuento de la gallina de los huevos de oro. La gente poco a poco va obteniendo su huevito diario que les permite ir fortaleciendo su autonomía, pero engañados por el panorama que les plantean los medios se llenan de ambición y deciden abrir la gallina para quedarse sin nada. Es aquí donde aparecen las preguntas: ¿Cuánto se perderá de lo que se ha conseguido? ¿Cómo se irá a recuperar? Pero sobretodo ¿cuándo dejaremos de perder? ¿Cuándo tomaremos consciencia de que el beneficio de todos redunda en todos?
No falta el que sólo se preocupa por los atentados recientes en Francia (que tienen más cara de Palacio de Justicia) y no por los bombardeos diarios que hacen los franceses en Medio Oriente y particularmente en Siria. Parece como si la voz de los que no tienen nada, de los nadie, se perdiera en medio de la indiferencia, mientras que los medios privados hacen bulla para legitimar las masacres. Por eso estamos aquí haciendo mella desde Techotiba, llevando la voz de los oprimidos, poniendo en el papel los procesos que nos permiten recordar lo que hemos vivido, hablando del mal gobierno y denunciando a los verdaderos bandidos para que algún día podamos adquirir consciencia, sepamos identificar los dos bandos: el del capital y el del ser humano, y recuperemos la dignidad que hemos perdido.