Muchos habitantes del sector dicen que la violencia fue propiciada por las universidades privadas con el ánimo de adueñarse del barrio. Y lo hicieron al mejor estilo paramilitar cuando hurtan tierra a los campesinos. El miedo fue constante y la estampida general, se salieron con la suya y compraron a precio de huevo casonas cargadas de historia. El primer paso estaba dado, ahora debían revalorizar el lugar para que su inversión se disparara y entonces, el barrio antiguo se llenó de celadores con furiosos perros y revólver al cinto.
Primero vendió la señora Flor, luego el zapatero, después la viuda de la esquina…uno a una entregaron lo suyo a los nuevos patrones. Muchas fueron demolidas, en otras construyeron auditorios, salones…para no creer: en época de crisis económica los únicos que no padecen recesión son las universidades privadas, para quienes la educación es un negocio redondo como la guerra o las drogas. Los Andes, El Externado, la Autónoma, Grancolombia, Innca, Jorge Tadeo Lozano y la Central son los primeros terratenientes del centro de Bogotá. Y sí que se comportan como gamonales: lo menos que se esperaría es que dieran unas pocas becas a los vecinos empobrecidos que se resisten a vender, vistos ahora como extraños. El almuerzo corriente de la esquina desapareció por un Crepes and Wafles con precios en inglés, la tienda donde bebían cerveza será Andrés Carne de Res…todos abren locales y franquicias con el ánimo de usufructuar a los educandos que salen del aula a la lujuria.
Para recuperar la inversión necesitan estudiantes…tantos como gallinas en el galpón y por eso inocularon la necesidad que “sin un título bajo el brazo no eres nadie”. Antonia Ramírez lo creyó, bachiller, sin dinero y con necesidades intelectuales accedió a un crédito con el que estudió en Los Andes…su sueño se hizo realidad. Lastimosamente despertó tarde y hoy, a sus 25 años, vive la pesadilla de una deuda que supera los cincuenta millones; como no tiene experiencia ni especialización vive del exiguo salario de su madre. La obligación mensual con el Icetex es de un millón.
La educación en Colombia no está diseñada para generar seres pensantes (de lo contrario no se formarían en las universidades), su propósito no es otro que producir masivamente saberes particulares que se inserten al mercado (maquila) no sin antes dejar el dinero a las universidades privadas. Antes que individuos que reflexionen sobre ¿hacia dónde vamos? preparan recuas que van sin saber a dónde, no en vano los procesos legales con los que las universidades en mención pretenden expropiar a la brava a los antiguos dueños es encarnado por sus alumnos y egresados; los planes de ordenamiento diseñados y con los que vienen acorralando a los empobrecidos son elucubrados, justamente, por los graduados de dichos claustros. Las universidades privadas se perpetúan en su hegemónico poder mediante análisis y dictámenes pensados en las aulas y ejecutados por sus egresados que ahora militan en sus huestes.
Los enormes edificios en donde “preparan el futuro del país” se quedaron cortos, como La Candelaria que ya está casi que en sus manos y de otros privados que miran ahora a los barrios vecinos separados por la calle sexta: Egipto, Belén, El Guavio, Los Laches, Las Cruces y Lourdes se han convertido en el nuevo escenario de inseguridad, todo lo cual hace parte de un plan macabro diseñado desde las más altas esferas de la sociedad colombiana, resumido en una frase que si bien genera miedo también está despertando sentimientos de resistencia y lucha: el Plan Centro.
EDITORIAL PIRATA