Por: Fernando Soto Aparicio.
Fecha de publicación: 7 de octubre de 2014.
PALABRAS PARA UN MUY BUEN AMIGO
Fernando Cely Herrán fue homenajeado en el Séptimo Encuentro de Escritores de Pauna, Boyacá. En la imagen recibe reconocimeinto del alcalde de esta población Omar Casallas. Foto: MZO.
Hablar de Fernando Cely Herrán no me resulta fácil. Si lo elogio podría pensarse que la amistad me ciega; si lo crítico me siento fuera de contexto, porque toda crítica es solamente envidia. Pero hoy, cuando le rinden un homenaje en esa hermosa tierra de Pauna (al que desafortunadamente no puedo asistir porque se cruza con un compromiso de vieja data en Bucaramanga), le quiero enviar un abrazo, utilizando la única materia que los dos trabajamos con propiedad y cariño: la Palabra.
Hace años (bastantes, para no decir cuántos) nos encontramos en una reunión de escritores. Y la verdad, es que nos caímos bien. Yo he sido un solitario no en la vida personal sino en el ejercicio de mi trabajo de escritor; pero supimos que podíamos acompañarnos, respetando nuestras mutuas soledades. Y eso es lo que hacemos, cada vez que nos encontramos, por lo general frente a una copa “para todos llena”. Hablamos, nos ponemos al día en cuanto a nuestros compromisos y realizaciones, comentamos del trabajo en que tenemos empeñadas la imaginación, la creatividad y la constancia. Yo soy parco en la palabra hablada (no me ha quedado casi tiempo de hablar por estar escribiendo ya más de sesenta libros), pero conversamos. Y sobre todo, lo oigo tocar su guitarra y cantar sus poemas a los que les pone música, y que me conmueven porque hablan de esta Colombia que seguimos amando por encima de todo, y de nuestros viejos, de nuestros hijos, de nuestra gente, de la paz que perdimos y que ya difícilmente encontraremos.
Por eso hoy, que gentes amantes de la cultura le reconocen lo que ha hecho por el país y por el mundo, le hago llegar un abrazo fraternal, y desde lejos brindo con esa copa que espero podamos seguir compartiendo hasta que la dueña de todo nos diga que ya es suficiente, y nos lleve no al olvido, sino a la satisfacción de saber que lo que escribimos nos garantiza un escaño en ese teatro inmenso de la memoria de quienes disfrutaron leyéndonos.
Un abrazo con el alma.