VANDALISMOS DE ESCALA
Por: Orlando Sotelo.
Fecha de publicación: 15 de septiembre de 2013.
Vandalismo: Destrucción y devastación que no se atiene a ninguna consideración ni respeto.
Los últimos acontecimientos relacionados con las protestas asociadas al Paro Agrario, han derivado en una manipulación mediática que termina concentrando la atención en la forma que se presenta la protesta y no en el contenido que allí se debate. Sin embargo, no se pueden pasar por alto los detalles, como ocurre siempre cuando la atención se fija en los grandes temas y no en pequeños aspectos que para muchas personas son importantes, las muertes ocasionadas ya sea por la brutalidad policial o por el uso de armas en mitad del desorden no pueden ignorarse. El hecho de que muchos pequeños negocios hayan sido devastados, por la acción de grupos de personas, jóvenes en su mayoría, llama la atención. ¿Se trata de una expresión de rebeldía, que en el concepto de un político conductista sólo basta redirigirla para convertirla en un potencial revolucionario? O es tal vez simplemente una expresión de una turba enardecida que aprovecha el desorden para desplegar toda su rabia contra sus vecinos, y hacerse a pequeños botines? ¿O es parte de una estrategia de mayor calibre en la que se busca desacreditar al movimiento y hace la tradicional acusación de “infiltración” que utilizan los gobiernos de turno? Razón adicional para que se firmen los acuerdos de La Habana y nos dejen en paz con el argumentico de siempre. Sea cual sea la razón, se trata de una situación preocupante cuyo resultado final es generar división en los sectores oprimidos, que tiene sobre todo consecuencias políticas en la medida en que estas divisiones no permiten construir propuestas organizativas que articulen un movimiento contra-hegemónico. Lo cierto es que esas expresiones, más allá de las explicaciones, evidencian un vaciamiento político en el que la rebeldía se expresa de la manera más destructiva posible hacia los compañeros de clase.
Pero más allá de las interpretaciones, la intención es mirar la palabreja que los medios están utilizando para condenar las protestas. De acuerdo a la definición del diccionario, parece que casi nadie que habite este planeta se salva de ser un vándalo. Sin embargo, existen diferente escalas dentro de esta categoría. ¿No es acaso evidente la destrucción ocasionada por la locomotora minera? No solamente se constituye como una contra-reforma agraria que ha otorgado cerca de 5 millones de hectáreas, sino que tiene consecuencias funestas para todos los ecosistemas donde se explotan las minas. Mientras los pequeños mineros tardan años en construir una mina; una pala-draga puede causar mayores estragos en menos de una semana. ¿No se trata de mega-vándalos? ¿No es acaso vandálica la ley 100 que ha arrasado la salud de los colombianos desde que se expidió? ¿No son unos vándalos los bancos, que han socavado el poder adquisitivo de los ciudadanos bancarizados y han logrado acumular riquezas incomparables a costa del endeudamiento del país? No es vandálica la estructura agraria colombiana que no solamente expulsa o asesina a quien estorbe en el desarrollo de los megaproyectos, sean de naturaleza legal o ilegal y que está basada primordialmente en la utilización de agroquímicos? Hecho que resulta paradójico, ya que la principal reivindicación de los campesinos son los precios de los insumos (léase agro-tóxicos), se trata de un vandalismo ocasionado por la adopción del modelo perverso de la Revolución Verde de los años cincuenta, que ahora está mutando a la introducción de los paquetes tecnológicos basados en los transgénicos.
Estamos pues, ante un escenario donde se ocultan vandalismos de tamaño monstruoso y se reemplazan por una campaña que busca condenar y desacreditar la protesta social, que posiciona al aparato represivo del Estado como víctima de la bestialidad ciudadana, como si las mismas razones por las que se dan las protestas no tuvieran que ver con otras formas de violencia, que por la manera soterrada como se ejerce sólo se hacen visibles cuando se agota la paciencia de sus víctimas.