Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

UNA RESISTENCIA SOCIAL EN BOGOTA

Por: Gustavo Petro.
Fecha de pulicación: 19 de enero de 2016.

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Se convirtió en una obsesión de Peñalosa la destrucción de la obra social y urbana de la Bogotá Humana.

No estamos ante el comienzo de una obra administrativa, estamos ante una destrucción. El cambio del cuadro del Libertador por el del conquistador Quesada en la sala de juntas, es un grito contra todo lo que signifique progresismo, ideas democráticas, expresión libre y diversidad.

Con sectarismo y con odio, bajo el silencio aturdidor de la prensa, se suspende el Metro para los bogotanos, después de 130.000 millones de pesos de inversión en estudios de la máxima calidad, y de acuerdos históricos con la Nación para financiarlo y cuando se empezaban a comprar los predios de las estaciones y se iniciaba la segunda fase y última de estructuración de la licitación para su construcción.

Han decidido suspender la adjudicación de la construcción del Tranvía, que va del centro a Puente Aranda, Fontibón y Facatativá, la primera línea de transporte masivo regional, cuando sólo faltaba la realización del Conpes con el gobierno nacional para sus aportes y cuando a Bogotá no se le iba a cobrar ni un sólo peso de su presupuesto. Han decidido la suspensión de la licitación de la fase I de Transmilenio, que buscaba democratizar la propiedad de las concesiones privadas y saltar a buses no contaminantes. Han decidido, también, suspender la licitación de la construcción de la troncal de buses de la Boyacá.

Han decidido no abrir el Hospital San Juan de Dios, después que lo compramos por 150.000 millones y ya están listas las obras de la central de urgencias, cuidados intensivos y hospitalización, con toda su dotación tecnológica. Han decidido acabar con los Camad: ¿con cuál política reemplazarán el tratamiento de los adictos? Han decidido no construir la sede la Orquesta Filarmónica de Bogotá, para ellos no es prioridad...

Han decidido establecer una censura al grafiti, y cerrar una fase de enorme libertad de expresión artística que ha hecho de Bogotá, con Berlín, los centros del arte contemporáneo urbano en las calles.

Han suspendido el proceso de investigación científica del Jardín Botánico, no siembran más arboles en la reserva forestal del Norte, amenazan con derogarla en el próximo POT y los anuncios indican que se aprestan a cortar decenas de miles en los cerros orientales para senderos pavimentados. Para ellos los árboles son adornos, y los humedales charcos y potreros a los que hay que convertir en albercas o terrenos de urbanización.

Se anuncia un recorte del 20% de los gastos en las entidades, con un impacto gravísimo de llegar a hacerse en los programas de educación pública, atención a la primera infancia, salud, integración social y cultura, se dice que para llevar los recursos a las prioridades de la nueva administración

Para financiar esas prioridades hablan de privatizar las empresas públicas. Comenzarán por la poco conocida TGI, que es el corazón de las utilidades de EEB, y que si la llega a comprar Luís Carlos Sarmiento consolidará el monopolio privado del transporte del gas natural en Colombia. Seguirán con la ETB y Aguas de Bogotá...

Amenazan con acabar el programa Basura Cero, el del incremento progresivo del reciclaje en la ciudad...


¿Pero cuáles son esas prioridades de la nueva administración? Hacer más troncales de Transmilenio, y expandir la ciudad hacia la sabana. Los dos grandes errores de la Bogotá contemporánea.

De manera reiterativa la prensa, verdadero partido de oposición a la Bogotá Humana, calificó nuestras políticas públicas de improvisación, tuvimos el cuidado de planificarlas de acuerdo a los nuevos objetivos del milenio de las Naciones Unidas: ciudades incluyentes con acciones inmediatas para combatir el cambio climático y lograr su resiliencia.

El metro y los tranvías no estaban pensados solamente para darle más comodidad al pueblo que trabaja y estudia, sino, además, porque son ejes de movilidad no contaminante, no emiten gases efecto invernadero.

Nuestras políticas de ordenar el territorio alrededor del agua, liberando sus espacios, así no les gustase a los especuladores inmobiliarios, no permitía la expansión de la ciudad, pero garantizaba al revitalizar las áreas centrales de la ciudad, una mejor adaptación al cambio climático y al cuidado del agua.

Cuando decidimos ordenar el territorio alrededor del agua y liberar sus espacios, estábamos priorizando la vida como el eje central de la planificación y la política pública

Al incitar a la sociedad a concebir su progreso sobre la base de la cultura y de la educación y no de la cantidad de cemento arrojado sobre su territorio, estábamos precisamente construyendo las bases de una ciudad incluyente, respetuosa de su entorno natural.

Una parte de la clase media bogotana decidió otorgarle una mayoría electoral a una nueva hegemonía de sectores sociales poderosos profundamente depredadores. Quizás pensando que el pavimento solucionaría un problema de congestión que sólo se solucionará disminuyendo el uso del auto, quizás por egoísmo social pensando quitar las escaleras que a ellos mismos les sirvieron para salir de la pobreza, quizás porque el afán invisibilizador de la prensa no permitió valorar el enorme éxito social y cultural de la Bogotá Humana. Quizás por nuestra falta de capacidad de comunicar esos logros, lo cierto es que el gobierno de Bogotá elegido, tiene otra lógica y otros intereses.

Ante esta nueva realidad, y ante los peligros que para la vida entraña el retroceso hacia el mundo de los grandes negocios con lo público de la ciudad, que era la verdadera agenda de los propietarios y directores de los medios, y es la agenda de círculos empresariales ligados a la especulación inmobiliaria y a la privatización de los servicios públicos, y ante el peligro de la destrucción de los frágiles ecosistemas sobre los que se ha levantado la ciudad, hay que actuar de manera inmediata.

Sólo un fuerte movimiento social pacífico pero contundente podrá salvar el metro de Bogotá, detener las privatizaciones, y mantener las políticas sociales de inclusión social, y la prioridad de la educación pública.

Hay que encontrar un camino de unidad en la acción del movimiento sindical y el movimiento social y juvenil.

El movimiento popular se acostumbró al avance constante en materia social y creyó al final que se trataba de un proceso normal, automático y sin retroceso. Hoy la ciudad es devuelta al neoliberalismo que tuvo como logro social, condenar a la mitad de su población a la pobreza.

Por tanto es hora de despertar y de actuar.

 
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