Por: Gianni Lara.
Fecha de publicación: 30 de septiembre de 2013.
La primera vez que los ví fue un jueves durante el Paro Agrario del 2013. Siempre que había paro, los chicos se iban de vacaciones y nosotros hacíamos lo mismo. En la universidad era igual. Se suponía que los bloqueos eran para que nadie entrara a clase como si nada, pero el asunto se convertía en una jornada vacacional indefinida. Llamábamos al día siguiente del paro y preguntábamos que si ya había clase. Poco nos interesaba saber por qué era el paro; teníamos muchas cosas que hacer en la casa con el tiempo libre. La universidad nos dejaba muy poco espacio, yo aprovechaba y en esos paros leía lo que se me daba la gana, no lo que me imponían. Una que otra vez intenté quedarme. Pero las asambleas eran jornadas infinitas en donde se repetían los discursos, los intereses particulares, uno que otro gritando sobre las injusticias de los directivos de la institución - y que después se presentaba como representante estudiantil - y curiosamente con él arriba, tocaba volver a hacer paro. La justificación de quienes hacían el paro, era que sin paro no se había conseguido nada. Pero cuando uno iba a mirar qué se había conseguido en realidad, cada vez estábamos peor. O si no, se negociaba para los que estaban en cargos y a partir de ahí los que entraban quedaban jodidos. Así que cada vez el problema era más grave.
Sabíamos que algo estaba pasando en las universidades porque esta vez no había manifestaciones grandilocuentes por el marchódromo de la Séptima. Era muy aburridor ver cómo se caminaba desde el Planetario hasta la Plaza de Bolívar para terminar con un discurso y nada, todos para sus casas después. Eso sin contar las pedreas, cada vez salían más heridos, pues el ESMAD parecía tener más atribuciones para golpear a los estudiantes y en los medios no se decía nada, o aparecían los policías como víctimas.
Vinieron a contarnos del proceso y a mirar las posibilidades de generarlo en el colegio y en las comunidades. Nos contaron que un pequeño grupo comenzó a plantear lo que sería un Kurríkulo Alterno, es decir, los estudiantes venían a la universidad. En los mismos horarios de las clases se podrían establecer tres tipos de sesiones. Una sesión que le llamaban ver, otra juzgar y otra actuar que se rotaban. En la sesión ver harían una socialización de lo que se estaba publicando en los medios de comunicación frente a las causas o el estado del paro, sobretodo alternativos, ya que los medios masivos controlados por los adinerados del país decían lo que les convenía, pues en el fondo la crisis era generada por ellos. La socialización nos permitiría generar un pensamiento crítico a partir del contraste entre dos o más versiones sobre un mismo tema y tener un conocimiento de lo que estaba sucediendo. Además al ver la versión de los medios masivos confrontada con la de los medios alternativos uno podía darse cuenta del tamaño de las mentiras.
Con ese pensamiento crítico construido en la sesión ver pasaríamos a la otra sesión juzgar. Ésta tendría que ver con la actitud de construir conocimiento. En ese momento tenían tres problemáticas: la primera era el Plan de Desarrollo Nacional, necesitaban leerlo y discutirlo para entender cómo se afectaba el presupuesto para educación. La segunda era comprender cuáles eran esas políticas que afectaban a la educación pública a través de la lectura de documentos y ensayos que la gente tenía. La tercera tenía que ver con construir una constituyente universitaria que permitiera generar autonomía en realidad. Es decir, mediante una legislación construida popularmente por los mismos estudiantes y que estuviera directamente conectada con el pueblo, podrían generar las transformaciones que requerían. Cada una de las tres problemáticas se abordaba en un espacio de dos horas, lo que sería una clase; básicamente, se leían los documentos, lo que se alcanzaba, se socializaban y se generaban conclusiones. En cuanto a la constituyente la iban abordando entre todos, despacio, punto por punto.
En la sesión actuar los estudiantes planificaban un tipo de intervención práctica en la universidad y en la comunidad. Las actividades planteadas iban desde talleres de matemáticas hasta presentaciones artísticas y culturales, entonces en las dos horas que duraba la sesión cuadraban todo para llegarle a la gente con el mensaje de todo lo que habían ido construyendo en las anteriores sesiones. El día jueves sería el día para salir a las comunidades; cada carrera iba a un sector específico de la ciudad a impactar con una propuesta y a comunicarle a la gente lo que estaba sucediendo. Ahora venían aquí y querían saber si nosotros sabíamos de las problemáticas que tenían y si conocíamos la situación que afrontaba la educación en el país.
Decían que hasta ahora estaban empezando. Llevaban tres semanas. Los primeros que comenzaron a generar este Kurríkulo Alterno fueron los estudiantes de la Facultad de Artes. Pero que esta nueva actitud frente al paro, esta manera de organizarse, este método de educación popular se podía adecuar fácilmente en los colegios y en las comunidades. Que cada curso se convertía en una organización social y de esta forma más que un grupo de alumnos y un maestro, era un grupo de gente que se preocupa por averiguar lo que realmente le importaba y el maestro utilizaba todas las herramientas técnicas que tenía en su saber para apoyar el proceso.
Poco a poco comenzaron a reconocer cómo la crisis del país estaba más allá de las noticias de los medios privados y que podrían transformar su entorno a partir de su accionar político sobre el mismo desde una toma de decisiones efectivas en donde ellos se comprometían. Decían que mientras ellos estaban allí hablando con nosotros y mostrándonos las ventajas que representaba el Kurríkulo Alterno como movilización distinta al paro, había otros grupos que estaban en el barrio con presentaciones artísticas y culturales, llevando volantes y medios de comunicación puerta a puerta en donde le contaban a la gente qué era lo que estaba pasando con la educación y cómo la crisis del país tenía su asidero en tres grandes ejes: La reforma agraria, es decir que la tierra que era la que generaba la riqueza estaba siendo controlada por unos pocos y se despojaba a los pequeños campesinos de la misma. El desmonte de las multinacionales, las empresas debían pasar a manos de los empleados que eran los que en realidad producían la riqueza de las mismas, pero estaban siendo explotados por ellas. Y la nacionalización de los recursos, pues muchas de las riquezas del país se le habían entregado a multinacionales para que las extrajeran, sin dejar beneficios a la población. Petróleo, carbón, oro, maíz, hasta el agua estaba siendo exportada dejando un terrible daño ambiental y la miseria para las comunidades.
Así que sabían que la decisión de transformar la manera en que se dirigía el país no dependía de la elección de un candidato o de un voto, dependía del compromiso que asumiéramos todos en la transformación del mismo en su contexto real. Cada cosa pequeña que hiciéramos, cada volante que entregáramos, cada conversación, cada decisión podría generar una marea que nos permitiría quitarle el poder a los grandes terratenientes, monopolios y políticos corruptos que eran quienes habían sumido en la miseria al país por siglos. Decían entonces que en nuestro actuar estaría la transformación que requeriríamos. Así que manos a la obra.