Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

NO LE VEO EL CHISTE.


POR: ANGEL SALAS

 

El mundo está en otro lado. Acá, da vuelta el calendario, se van las fiestas de diciembre, los encuentros, las canciones de Vicente, y para que las ironías acaben sólo falta un millón de primaveras, unos cuantos siglos, sólo he de reírme.

Con cosas realmente inesperadas, como una inducción en el DownTown Majestic. Nunca se había hecho ahí. Pero la causa no necesita explicación, luego de los últimos sucesos de la Internet, Caracol y ya sabemos. El sitio estaba dispuesto para los invitados más exclusivos, los dos de cada cien, los privilegiados con sus madres, sus papitos. Bien vestidos, nada de palabrotas (o de arengas), nada de harapos en la cara. Protocolo al pie de la letra, palabras de fulanito, palabras de sutanito, y menganito a quien prohiben un pronunciamiento… ¡Y bingo!... Como una broma de primiparada, vemos de pronto a una especie de profeta pidiendo la parola, con o sin micrófono, para decir, a las buenas o a las malas, con elocuencia o guachada, lo que al parecer  deben saber los nuevos beneficiarios de la Universidad Distrital: que les van a creditizar las clases, que los de licenciatura van “como ovejas al Matadero”, los estudiantes de universidad pública a la calle, a defender lo suyo, que esperaren el señalamiento pero nada de miedo, ser críticos. ¡Carajo! ¿Saboteo o ironía? Cosas.

No crean: a mí también me toca. Un recibo de pago para matricularme que el famoso Cóndor no quiso soltar de su pico. Resulta que hasta no saldadas las deudas con los laboratorios, con Audiovisuales o con la Biblioteca, el Cóndor no escupe el código de barras, de modo que, tal como le tocó a una congestión diaria de estudiantes haciendo fila durante horas, tuve que esperar para hablar con la directora de la Biblioteca… Esperar para decirle que no tenía con qué pagar…

Como cientos de estudiantes, yo he despotricado del mal catálogo de la biblioteca, de las prevenciones para prestar los libros (sólo 4 días), de las promesas de una hemeroteca que no se reabre desde hace más de dos años, de los falsos ofrecimientos de mejores instalaciones en las Facultades, con computadores, más grandes. Qué va.

Pero esa multa fue toda  una bofetada. ¡Cuánta carestía! ¡1400 pesos por día de mora! En comparación con la Biblored (cobra 500 pesos) o con la Luís Ángel Arango (sanciona con días de suspensión), y si se tiene en cuenta que la Biblioteca no abre ni los sábados por la tarde ni los domingos, vemos la mala jugada del Cóndor. Por un par de libros en nuestra maleta, en los buses, en nuestras manos, puente festivo, página pendiente, podremos tener hasta veinte mil pesos de multa. ¿Cifras? Viene siendo más de un salario mínimo diario (vigente, claro), vienen siendo tres buenos libros en una de esas tantas Ferias de la calle o con lo que nos podemos emborrachar, alegres.

Cosas. Para cualquiera de nosotros, el común estudiante varado y con hambre, es sólo otro dolor de cabeza que se suma a la angustia de ser sacados para el Camilo Torres (en el caso de los estudiantes de licenciatura), que la Fiscalía nos tenga en la mira (si es cierto que nuestro rector les brindó la base de datos), que no tengamos para el bus ni para la fotocopia ni para el tinto.

Otro dolor de cabeza. Si nos enfermamos cruelmente en los salones de la Facultad nos curan con una incapacidad y un dolex. Por ahí ronda un violador en serie de estudiantes universitarios (como en el caso de la Macarena). Y qué peligro ser comprometido: Terminamos secuestrados por el Estado (como el caso del profesor Javier Díaz, quien, después de cuadrar muchos de los eventos académicos más memorables de la Distrital, el seminario Paulo Freire o la remembranza de Camilo Torres, ¡el Camilo, hombre! terminara escribiendo cartas desde la Picota).  O asesinados (y en este caso la lista ya es muy grande). Una multa: sólo otro dolor de cabeza. Normal, digamos, para el colombiano promedio que está acostumbrado a vivir con angustias, paranoias y dolores de cabeza.

¡Pero no menos inesperado para mí! Más romántico que fatalista, digo: el que no chilla no mama. Aunque nos encontremos con madres cuyas tetas estén embadurnadas de mierda.

Esperar desespera, pero con lo inesperado no sabemos qué hacer ni qué pensar.

Bastará decir que, aun cuando sufrí los sinsabores de convencer a una directora inflexible (como es nuestra educación, en últimas) de que se saltara la regla y me permitiera condonar varios libros para saldar la deuda; hoy todavía soy estudiante de la Distrital y cargo mi carné con orgullo y (lo admito) con miedo.

Pero me gustaría comentarle algo, amigºª lector, que me tomó realmente por sorpresa. Algo de hecho más vano (para sorpresa suya) que la última bomba en el BlokBoster de la 80. Más que los falsos positivos estúpidos de los tamales hechos de humanos, tan gozados en navidad, tan añorados en los desayunos.

Se trata de una noticia colgada en Internet desde el año pasado y que hasta el sol de hoy permanece intacta:

Una persona, autor obligado de la bibliografía del plan de estudios de un porcentaje tremendo de nuestra universidad, y de muchas del mundo, es un tira.

Tira: sapo, lambón, milico, persona realmente indeseada, del lado del bando que detenta el poder y que nos habla con risas para saber de qué cogerse con tal de vendernos; tipo peor que el ESMAD (Escuadrón de Matones a Distancia) porque nos mata de cerca y hasta nos ofrece vino y cigarrillos. Cuando menos, un tiro en la cabeza, desconocido, sin aviso.

Ya que nos resultan tan familiares las fichas y las citas bibliográficas (y quizá más si de pronto a las directoras de las bibliotecas se les ocurre que a cambio de la plata que no tenemos prefieran unos libritos de nuestra colección y robustecer así sus flacuchentos catálogos), tal vez ahora pueda identificar un nombre con la desazón de que se trata de un tira:

KUNDERA, Milán____, quien en su vida sudó la gota gorda para que ahora podamos formarnos con su larga lista de ensayos, novelas, cuentos, una película incluso (La insoportable levedad del ser) y palabras tan célebres como: “caminamos el presente con los ojos vendados”, “la lucha del pueblo contra el poder es la misma lucha de la memoria contra el olvido”.

Un hombre que entre otras cosas compitió por el Nobel con García Márquez, nuestro orgullo patrio, caramba. Que fue la alternativa de muchos ante la “Juventud en éxtasis” y que nos ha enseñado cosas valiosas. Que:

El onceavo mandamiento es el derecho a preguntar, Los Medios de Comunicación son una farsa comprada por las Multinacionales y por tanto engañan, Nuestros politiqueros son una especie de bailarines que danzan al ballet ante unos sujetos sin rostro. De los des-carados no les interesa más que el escenario (y quizá por eso creo más en las personas con miedo escénico), Ante una sociedad tan embalada como la nuestra corremos el peligro o la satisfacción de olvidarnos de todo, hasta de nosotros mismos.

Pero sucede que, según la revista Respect, el famoso escritor checo habría denunciado en 1950 (cuando era un militante del partido comunista) ante la policía comunista checoslovaca a un estudiante. Siempre la oposición es sana, aunque se trate de oposición al comunismo: ya vimos que en esos lares había de todo menos de Comunismo: ¡Kundera nos lo hizo ver! Miroslav Dvoracek hacía contrainteligencia y mantenía contactos con los partidos occidentales. Y todo desembocó en una condena Capital, lo que ahora vemos como 22 años de prisión y trabajos forzados para el joven que se le escapó a la muerte.

Comprenderán por qué el asombro. Como si no bastara con la paranoia de no saber quién tenemos al lado, quién nos chuza el teléfono, ahora tampoco sabemos a quién leemos. Tiras, tiras, tiras.

Tal vez no haya llegado el mes de abril (cosa que espero, pero no se sabe cuándo saldrá el nuevo número  del MACARENAZO), pero ahora más que nunca comprendo el motivo de celebrar el primero de abril, en Rusia el día de los santos y en otros, día de los muertos: es la fiesta de no creer en nadie.

A mí me resulta aun difícil creer que Milán Kundera haya sido un tira, aunque recuerdo haber devuelto tardíamente un libro suyo en el que se narraba el drama de un hombre en prisión. Recuerdo que por terminar la última página tuve que pensar como conseguir la forma de condonar mi deuda, y ahora me parece que la historia del personaje de LA BROMA es muy similar a la de Miroslav Dvoracek.

Me resulta tan difícil creerlo, como imaginar que García Márquez haya prometido vender Cien Años de Soledad al cine para hacer la revolución en Colombia, mientras sé de su buena vejez viviendo en Méjico. Tan difícil como que “democráticamente” mantengamos en el poder al más grande líder paramilitar. Tan difícil como que un compañero de clase esté muerto desde hace casi tres años. Tan difícil como que nuestro rector (quien defendió el derecho a la palabra y la clandestinidad en el último escándalo contra la universidad pública) haya regalado la base de datos a la Fiscalía.

Y me da la impresión de que todo es una broma, como esas que nos juegan en los primeros días de clases, cuando un cualquiera se hace pasar por profesor, recoge dinero para unas supuestas fotocopias, luego lo vemos desaparecer por la puerta y comprendemos que no es más que un chistoso.

Sólo que no me da risa. No le veo el chiste. El mundo está en otro lado. Heriberto Sandoval  (el de Sábados Felices) ha definido el humor como la única forma de salir “adelante de todo problema”: todo tiene su chiste ¿Qué afán de vivir cien años? ¿Qué afán si no queremos vivir en este mundo patas arriba?

Escucho a Jhon Lennon: esa canción cuya letra dice que no cree en Jesús, ni en Buda, ni en los Beatles, ni en el mantra, ni en el yoga, ni en la democracia, ni en Kennedy (quien pagó el paramilitarismo en Colombia con el dinero de Lennon), ni en Elvis, ni en nadie, ni en este mundo, que sólo cree en él. Escucho la canción mientras por la ventana entra un viento leve, leve. Tan leve como los dejo yo a ustedes.


 
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