Por: El Macarenazoo.
Fecha de publicación: 7 de julio de 2015.
El reclutamiento forzoso es una práctica ilegal que comete con total impunidad el Ejército Nacional de Colombia. Foto: Archivo Vanguardia Liberal.
De manera abiertamente ilegal y arbitraria, el Ejército Nacional viene adelantando una campaña masiva de reclutamiento, principalmente en poblaciones de la sabana de Bogotá, en donde a través de secuestros express, denominados con el eufemismo de “batidas”, se vienen interceptando jóvenes en las calles o directamente citados en los batallones para ampliar el circulo vicioso de la guerra en nuestro país. Aprovechando la temporada de receso académico de universidades, instituciones o hasta colegios, los reclutadores acechan en las principales calles del país, sin darles la oportunidad siquiera a los estudiantes de demostrar su condición. Dos casos ha conocido El Macarenazoo, que se suman a la indignación y angustia que desencadenan estas acciones de represión estatal en cientos de familias de la región. Por un lado, un joven que pese a su condición de estudiante fue objeto de una detención ilegal, y por el otro, uno más que pese a que ganó su libertad hace un par de meses, cuando había sido incorporado a la guerra, volvió a ser víctima de los uniformados.
El caso de Wilmar González
Wilmar Yesid González Arévalo fue detenido de manera ilegal por el Ejército en El Rosal, Cundinamarca, el sábado 27 de junio a las 6 a.m., cuando salía a trabajar. Al ser interceptado por los reclutadores demostró su condición de estudiante del Colegio por ciclos Miguel Ángel Cornejo, sede Rosal. En buena hora, un ciudadano vecino de la familia alcanzó a darse cuenta de la detención y logró dar aviso a la mamá de Wilmar. Al llegar, la señora no pudo detener el rapto pero logró darle un celular para que se comunicara, en momentos en que ya estaba en el camión.
Sin mayores indicaciones a la familia, fue trasladado de inmediato al Batallón de Artillería en la ciudad de Bogotá. Allí, fue reunido con otros ocho muchachos, y, sin palabras, fueron llevados ese mismo día a Granada, Meta, en un bus sin distintivos del Ejército Nacional. Doce horas después de haber sido secuestrado en su municipio natal de la sabana de Bogotá, Wilmar ya en la noche estaba en el Batallón de Infantería Aerotransportado No. 21 “Batalla Pantano de Vargas”, a más de 200 kilometros de distancia de su familia.
El celular sirvió para que pudiera comunicarse con sus familiares en los restantes días de esta terrible experiencia, que en buena hora terminó el pasado miércoles, cinco días después de haber sido secuestrado por el Ejército. Los familiares lograron gestionar un certificado de estudios del colegio, y al recibir el documento las fuerzas militares soltaron al joven sin dinero y sin comida en las lejanías del departamento del Meta, a medianoche de ese día. En buena hora, por sus propios medios, logró llegar sano y salvo de nuevo a su casa, sin que el Estado colombiano haya velado por la seguridad, vida e integridad física.
El caso de Juan David Lozano
Con una suerte similar a la de Wilmar Yesid, corrió Juan David Lozano Clavijo, a quien también dejaron abandonado los reclutadores del Batallón de Selva No 52 Coronel José Dolores Solano en San José del Guaviare el 11 de febrero de este año. A diferencia del joven de El Rosal, Juan David, oriundo de Madrid, Cundinamarca, no permaneció sólo un par de días reclutado, sino tres meses enteros, desde noviembre del año pasado. Gracias a acciones jurídicas de los familiares, en conjunto con organizaciones sociales y El Macarenazoo, el chico de 22 años logró salir con vida del encierro al que lo sometió el Ejército Nacional. Cuando ya pareciera que no repitiría tan desdichada experiencia, Juan fue citado ayer con engaños al Batallón de Comunicaciones de Facatativá, para supuestamente tramitar el “costo de la libreta militar” y poder contar con ese documento.
Sin previo aviso, ya en el Batallón, fue obligado a presentar un exámen de salud, y al encontrarse en óptimo estado decidieron ingresarlo en la base de datos oficial del Ejército para su incorporación al mal denominado “servicio militar obligatorio”, a pesar de que se encuentra estudiando en el Sena y se declaró objetor de conciencia. Pese a la manía reclutadora del Ejército, éste decidió expedirle una boleta de citación para que el joven se presentara en una nueva fecha en las instalaciones militares, momento en que podría correr la misma suerte del año pasado.
La vida, la integridad física, la salud corporal y emocional de Juan David hoy se ven afectadas por una decisión arbitraria e ilegal del Ejército sobre su humanidad, que ya los tribunales antaño decidieron resolver en favor del objetor, toda vez que al ser sorprendido en la calle podría volver a correr la misma suerte del secuestro express tendiente a sumar jóvenes a las filas de la guerra y a la sangre del cañón que los apologistas de la guerra desean.
En suma alerta, pues, se encuentra la sabana de Bogotá. Ayer las instalaciones militares de la región estaban atestadas de familiares que reclamaban por la suerte de sus seres queridos, muchos de los cuales son secuestrados por el Ejército a tempranas horas de la mañana, cuando salen a trabajar o incluso a estudiar, y en la noche - si tienen suerte son devueltos a la libertad, después de haber estado incomunicados durante varias horas; pero si no tienen suerte o no saben reclamar sus derechos y libertades civiles, podrían estar siendo incorporados a batallones minero energéticos en algún lugar de la selva de nuestro país, principalmente en el sur, Meta, Guaviare o Vaupés.
(Lea el caso de Juan David Lozano en detalle)