TODOS POR LA VIDA DIGNA Y LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL
Por: Movimiento Jaime Batemán Cayón.
Fecha de publicación: 10 de abril de 2013.
El Movimiento Jaime Batemán Cayón durante una intervención en la Universidad Nacional. Foro: Acción colectiva violenta en el movimiento estudiantil, noviembre 2012. Foto: Dejando huella, haciendo memoria.
Hoy, el grito de Bolívar, Gaitán, Camilo y Bateman recorre los barrios, veredas y campos de nuestro territorio empujándonos a la lucha, al combate, a la jodienda por la paz. Hoy los miles y miles de caídos, desaparecidos y asesinados de nuestro pueblo nos brindan fuerza con su ejemplo indómito para aumentar el nivel de compromiso, invitándonos a sumar de una vez por todas las berraqueras, esas que han estado dispersas ya por mucho tiempo. Hoy los pobres y explotados que siguen resistiendo, que siguen peleando por la vida y la dignidad, nos exigen compromiso y pasión desbordantes para estar a la altura de los combates del presente, en esta nueva hora en la que florece nuestra América.
Hoy los estudiantes estamos siendo llamados por todos ellos - los vivos del presente y por todos aquellos que viven eternamente en la memoria colectiva de los pueblos - para que asumamos nuestro papel, para que emprendamos la tarea inaplazable de sumarnos – como hijos del pueblo que somos - a la lucha por la transformación radical del país, uno donde se respire vida digna y se construya la paz con justicia social. Hoy Gaitán y los más de trescientos mil muertos de la llamada “violencia” nos dicen: ¡A la carga! Por la vida, la dignidad y la memoria de nuestro pueblo. ¡A la carga! Contra los que generaron y siguen generando la violencia, el hambre y la injusticia. ¡A la carga! ¡Al comBateman! Por un país diferente, con educación, salud, vivienda, trabajo y alimentación dignos para nuestras gentes.
Y para esto es importante pronunciarnos como pueblo, participar y organizarnos, expresar nuestros sentires, y hacerle frente a la idea oligárquica de paz, que intenta enraizarse en la coyuntura. Es importante aclarar que como pueblo, no queremos ni aspiramos a la paz romana o la paz de los sepulcros que predica el gobierno. Que la paz no es rendición ni aniquilamiento del otro, no es entrega incondicional ni traición al pueblo. Tampoco aceptamos que la paz sea una idea prefabricada de los ricos que el pueblo “tenga” que aceptar ciegamente y sin discusión. La paz – según entendemos los de abajo - comienza ciertamente con la solución negociada del conflicto social y armado que nos agobia, pero no se detiene allí. La paz, en su sentido amplio, son cambios profundos – radicales - y participación popular real, decisoria, en estos cambios. La paz no se construye a espaldas del pueblo y sin sus ideas, por lo tanto, no puede imponerse ni decretarse desde las alturas del poder, como hoy pretende hacerse. Esos cambios, reformas y transformaciones agenciadas fundamentalmente por y para el pueblo, hacen de la paz un proceso dinámico, dialectico, un proceso de creación constante destinado a resolver los angustiosos problemas que afectan a nuestras gentes y territorios. Esa es la paz con justicia social y no otra.
Apoyamos los diálogos de la Habana, pues a través de ellos se han creado las condiciones para que hoy en el país se vuelva a hablar de paz y se asuma ésta como tema nacional. Estos diálogos entre gobierno e insurgencia han posibilitado el posicionamiento de los debates acerca de la paz y han despertado la inquietud de los colombianos, pero hasta hoy no han permitido o incluido la participación de las mayorías populares ni de otras experiencias insurgentes. En esto somos claros, entendemos el proceso de diálogos en Cuba como un primer pasito, como un impulso, pero no como el organismo último y acabado donde se van a discutir los problemas del país. Las FARC-EP son pueblo, pueblo en armas, es verdad, pero no son todo el pueblo, eso lo han señalado los mismos comandantes Iván Márquez y Jesús Santrich, quienes han propuesto de forma reiterada que la mesa debe abrirse, que la mesa necesita sustancia, y que esa sustancia sólo se la otorga el pueblo y sus organizaciones. Se debe abrir la mesa y contar con los sindicatos, intelectuales, campesinos, mujeres, afros, estudiantes, indígenas, iglesia, desempleados, ¡con todo el mundo! como diría el comandante Jaime Bateman Cayón. Los diálogos, desde esta óptica, deben dejar de ser una mesa reducida para convertirse en un gran sancocho, en una fiesta nacional y popular, en una construcción heroica que le dé al pueblo y a sus organizaciones un papel protagónico y verdaderamente decisorio. Por esto la mesa de La Habana, tarde o temprano, si es verdaderamente sincera, dejará de ser mesa para convertirse en un sancocho nacional y popular en donde la totalidad del pueblo discuta los rumbos de la nación, en un gran diálogo nacional que represente la amplitud política de nuestro país, idea que planteó Bateman en el 82 y que hoy, como podemos ver, sigue vigente, caminando por la senda de las aspiraciones populares; así mismo, si se amplía la mesa y se construye el gran diálogo nacional, es apenas lógico que el escenario también cambie: la mesa de La Habana debe dar paso a un gran dialogo nacional que se haga – ya no en La Habana ni en ningún territorio extranjero - en los territorios donde habitan nuestras gentes, en los barrios, veredas, poblaciones, comunas; en las ciudades y campos del territorio nacional. Eso es lo que consideramos nosotros un camino posible y necesario para conseguir la paz.
La paz para una vida digna, con justicia social, implica la democratización radical del país en todos sus ámbitos (político, económico, social, cultural); implica que las elecciones dejen de ser los carnavales de la oligarquía, resultado del poder y del dinero, y que se creen instancias de base que le permitan al pueblo una incidencia real en la toma de decisiones y fijación de rumbos colectivos; implica la modificación radical de la propiedad agraria y garantizarle al campesinado condiciones para que puedan trabajar la tierra; implica devolverle los territorios ancestrales a los pueblos originarios que los reclaman y ofrecerles elementos que permitan la defensa de su cosmovisión; implica transformar el sistema educativo colombiano en todos los órdenes, que sea gratuito en todos sus niveles y se reafirme la educación como derecho inalienable; implica transformar el modelo de devastación ambiental actual; implica fortalecer la industria nacional y ofrecer salarios y condiciones dignas a nuestra clase trabajadora; implica que se respete verdaderamente el derecho que tiene cada cual de organizarse, de formar sindicatos y exigir transformaciones; implica pensarnos seriamente el tema de mujer y género. Implica, en fin, un cambio de rumbo absoluto de nuestra sociedad en todos sus aspectos, pues de lo que se trata es de abolir el imperio de la barbarie, el hambre y la injusticia que imperan actualmente en nuestro país.
Queremos esa paz, con cambios profundos y participación popular. No queremos esa “paz” que ofrece el gobierno, en donde nada cambia y nadie del pueblo participa; esa “paz” con bombardeos indiscriminados a poblaciones, con persecuciones, allanamientos y montajes, con asesinato de líderes populares y sindicales en las regiones, con impunidad, con presos políticos y líderes sociales privados de la libertad, con devastación ambiental, con privilegios para unos cuantos. Esa “paz” no la queremos, por el contrario, la combatimos en todos los niveles y escenarios, política y militarmente mientras sea necesario, mientras Colombia siga siendo el país más peligroso del mundo para ejercer cualquier tipo de actividad reivindicativa.
Hoy es tiempo de combatir por la paz, de llevar el amor por nuestro pueblo hasta sus últimas consecuencias. La expresión de nuestro desacuerdo colectivo ante lo que vemos hoy en el país – al interior de universidades, barrios y veredas - nos lleva a la calle cuando la democracia en estos escenarios se hace inexistente, de papel, de apariencia. Hoy, como diría Gaitán, nos tomamos la calle para tomarnos la palabra, ¡y la calle nos dará la razón! Es nuestro criterio de verdad mientras nuestras voces sigan silenciadas. Nos tomamos la calle, mientras la estrechez de las instituciones y la falta de garantías políticas sean una realidad constante y tortuosa con la que se enfrentan a diario los luchadores populares.
Hoy es tiempo de combates y herejías populares.
Todos a la jodienda por la paz con justicia social
¡Amando Venceremos!
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