EL SENADOR ROBLEDO EL MOIR Y SUS PROPUESTAS PROGRAMATICAS
Por: Álvaro Fino
Fecha de publicación: 31 de marzo de 2012
Conferencia Ideológica del PDA:
El senador Robledo, el Moir y sus propuestas programáticas
El periódico Desde Abajo, en su edición No. 177 de febrero-marzo de 2012, publica una serie de entrevistas y artículos como parte del debate ideológico que se desarrolla al interior del Polo Democrático Alternativo, que deberá culminar en la Conferencia Ideológica de ese partido. Las discusiones ideológicas y programáticas, en la medida en que terminan concretándose en propuestas políticas y de solución de los problemas sociales que afectan a millones de personas en el país o el mundo, trascienden el estrecho marco del partido que las realiza. Por ello, sin ser parte del PDA, queremos realizar algunos comentarios a las posiciones expresadas por el senador Jorge Enrique Robledo, uno de los entrevistados por Desde Abajo. Ellas representan a la vez la opción programática de su organización, el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (MOIR). (Vea la entrevista Aquí)
La nostalgia por el pasado y las reivindicaciones burguesas
Robledo coloca como centro programático, según sus propias palabras “las mismas reivindicaciones burguesas levantadas durante el siglo XIX”, en lugar de las concepciones programáticas y reivindicaciones que son necesarias si se quiere solucionar de raíz los problemas generados por el dominio burgués-imperialista en el país y en el mundo. En la entrevista, Robledo no reivindica, por ejemplo, las tesis de la lucha de clases, el internacionalismo proletario, la necesidad de la movilización revolucionaria de las masas para derrotar a los regímenes reaccionarios y la opresión y dominio imperialista. Tampoco levanta como reivindicación fundamental la expropiación de los grandes medios de producción. Esas formulaciones programáticas marxistas, que constantemente los grandes ideólogos burgueses señalan como anticuadas o cosa del pasado, no son el punto de referencia programático del MOIR.
En palabras de Robledo, cuando el entrevistador indaga: “hay una idea muy difundida por los medios de comunicación (y con credibilidad en muchos simpatizantes de la izquierda) y es que un movimiento político de izquierda en Colombia tiene que ser amplio, que incluya todas las clases sociales, pero que en el Polo se impuso la idea de la “extrema izquierda” que aún sueña con el comunismo y el proletariado. En ese caso Petro sería la amplitud. Sin embargo si tenemos en cuenta la historia ideológica del Moir semejante versión no parece convincente. ¿Qué piensa de esto?” Robledo señala: “esa es otra falacia. No se puede perder de vista que la derecha tradicional de Colombia, desde que el Polo nació, hizo esfuerzos por someterlo a sus designios. Para ilustrar esto, un chiste de la plutocracia bogotana: dice el plutócrata: “a mí me encanta la izquierda y los del Polo, eso sí, que sean obedientes, ala”. (1)
Síntesis: los puntos de referencia ideológicos y programáticos del Moir y Robledo no son el comunismo y el proletariado. Eso es “otra falacia”. Robledo, cuando mira al pasado, piensa en otras formulaciones programáticas. En la respuesta a la misma pregunta anterior continúa: “entonces, dicen que en el Polo hay quienes no estamos por una política amplia. El ideario de unidad del Polo no puede ser más amplio. Alguien puede decir que este ideario, que es el programa del Polo, lo que nos unificó a todos, y que duramos discutiéndolo un año, retoma en cierto sentido las mismas reivindicaciones burguesas levantadas durante el siglo XIX. Se trata de un programa donde cabe casi toda esta nación, o sea, ¿más amplitud?”
¡Más claro no canta nadie en el Polo! ¡Así es, senador Robledo! El programa del Polo, palabras más, palabras menos (retoma en cierto sentido, como usted dice; retoma en gran medida, para decirlo más claramente) son las mismas reivindicaciones burguesas levantadas durante el siglo XIX. Usted y el Moir anhelan y han anhelado durante décadas encontrar a un sector o sectores burgueses supuestamente democráticos, progresistas y nacionalistas, que defiendan consecuentemente dichas reivindicaciones burguesas. Como veremos, ¡lo que han encontrado de eso ha sido bien poco!
Vale la pena analizar un poco más extensamente esta concepción programática que “retoma en cierto sentido las mismas reivindicaciones burguesas levantadas durante el siglo XIX. ...un programa donde cabe casi toda esta nación.”
¡Libertad, igualdad, fraternidad!
Para encontrar las expresiones políticamente más progresistas de la burguesía hay que remontarse a algunos años antes del inicio del siglo XIX. Ahí sí la burguesía jugó un papel progresivo enfrentando al poder de aristócratas, nobles y reyes. Pero el senador Robledo bien sabe que la burguesía, una clase ya económica y socialmente dominante en ese momento, lo hizo única y exclusivamente porque le era imprescindible modificar la estructura de poder político sobre la sociedad, para que respondiese plenamente al servicio de sus intereses. Para la burguesía, la “libertad, igualdad y fraternidad”, que colocó como divisa de su revolución contra las estructuras políticas heredadas del feudalismo, significaba única y exclusivamente libertad, igualdad y fraternidad entre los propios burgueses, al interior de su clase y nunca frente a las otras clases a quienes explota, oprime y domina.
Robledo añora el idílico e inexistente mundo de la burguesía progresista del siglo XIX en el cual todos somos iguales... ¡Mire la igualdad preconizada por la burguesía, incluso la más progresista, profesor Robledo! ¡Es la igualdad entre quien explota y quien es explotado! ¡Es la igualdad entre el que sólo tiene como propiedad su fuerza de trabajo y quien tiene la propiedad privada de los medios de producción; medios de producción sociales que han sido producto del trabajo de la enorme mayoría, excepto de quien aparece individualmente como su propietario!
¿Movimiento Obrero?
Para cualquier observador que mire superficialmente las concepciones programáticas del Moir parecerá una contradicción que esa organización rescate en primer lugar en su nombre un carácter “obrero” (Movimiento Obrero, Independiente y Revolucionario). Cuando una organización política asume dentro de su nombre una expresión de estas características quiere señalar con absoluta claridad que su programa, sus objetivos y propuestas políticas responden ante todo a las necesidades de una clase social, la clase obrera, que por su propia definición son entonces contrapuestos o antagónicos a los de otra clase, la burguesía. Es decir, los nombres de los partidos y organización no son un elemento de adorno o publicitario. Intentan sintetizar el carácter de ese mismo partido.
Sin embargo, para el Moir los intereses propios y específicos de los explotados y oprimidos por la burguesía (sea ella del tipo que sea) no son los prioritarios. Lo prioritario es lograr que algunos burgueses (los progresistas, nacionalistas y democráticos) logren ganar peso social, fortalecerse, disputar el mercado interno a las multinacionales, manejar el poder estatal (cuando más dando algunas migajas de participación a algunos cuantos burócratas obreros) y conformar una idílica república independiente, soberana, en la cual las relaciones de producción capitalistas se desarrollen con todo su esplendor.
El senador lo reconoce expresamente en su práctica política al responder a Desde Abajo. “Pero, además, si miran mi práctica y la del Moir, siempre nos han criticado porque tenemos una política de extrema amplitud. ¿Cuál es el debate del TLC? ¿No es en defensa de la producción industrial y agropecuaria nacional, incluida la del empresariado? Ahora, ¿se puede más amplitud?”
No hay discusión en este aspecto, son sólo posiciones completa y absolutamente antagónicas. El senador reconoce categóricamente que “mi práctica y la del Moir… es en defensa de la producción industrial y agropecuaria nacional, incluida la del empresariado”. El centro y determinante de la práctica política del senador y del Moir no es la defensa de los intereses de los trabajadores colombianos, explotados por las multinacionales y por el empresariado nacional, como debería ser si el Moir hiciese honor al carácter obrero que proclaman en el nombre. La práctica política del senador y del Moir es la defensa de los empresarios “nacionales”.
Sabemos que para el senador la contradicción entre el carácter obrero que proclaman en el nombre de su organización y su práctica política “en defensa de la producción industrial y agropecuaria nacional, incluida la del empresariado” no existe, pues en su concepción programática es claro que la clase obrera, durante todo un periodo histórico, debe dejar en segundo lugar sus propios intereses y debe actuar en común o ponerse al servicio de sectores burgueses progresistas, nacionalistas y democráticas para lograr un pleno desarrollo del capitalismo. Es decir, que la clase obrera debe asumir como su papel histórico, durante todo un periodo, ayudar, contribuir, colaborar y hacer todos los esfuerzos necesarios para que la burguesía “nacional” avance, se consolide, obtenga más ganancias, ¡se haga realmente una gran burguesía… nacional!
Por lo anterior no es gratuito que para Robledo un modelo a imitar sea el desarrollo capitalista de Corea del Sur. A esta admiración del senador Robledo por el desarrollo capitalista de Corea del Sur, a costas y sufrimiento de la clase obrera y el campesinado coreano y desconociendo los intereses estratégicos del imperialismo en el mismo, le responde Daniel Libreros en la Revista Izquierda, edición No. 20 de marzo de 2012, texto que también puede encontrarse en www.pstcolombia.org.
¿Movimiento Revolucionario?
Hay otro aspecto que vale la pena no dejar pasar por alto respecto al nombre de la organización política del senador Robledo, porque tiene profundos contenidos en una discusión estratégica y programática como la que está planteada. Nos referimos al término revolucionario. Las concepciones programáticas tienen su reflejo en los métodos y medios que cada movimiento, grupo o partido propone para lograr los cambios económicos, sociales o políticos que en tales concepciones programáticas se plantean.
Al responder a la entrevista de Desde Abajo, Robledo toma partido categóricamente por una de las opciones, la reformista. Al responder a la pregunta de Desde Abajo, “¿Y es posible hacer propuestas de reforma en este capitalismo salvaje? O el PDA, como dicen algunos, es negativista.” el profesor Robledo afirma categóricamente: “Claro que sí es posible y eso es lo que propone el Polo: reformas. Eso es su ideario de unidad. Precisamente por eso no hay tal negativismo.”
Ni siquiera el senador, para intentar mantener alguna dignidad respecto al nombre de su organización (revolucionario) hace la salvaguarda de que el Polo lo que propone son reformas, pero que ellos, el MOIR, lo que proponen no son sólo reformas sino también medidas revolucionarias. ¡No! El senador considera que las propuestas del Moir están plena y totalmente recogidas en las del Polo. Por ello “eso es lo que propone” tanto el Polo como el Moir: ¡reformas!
Es válida la lucha por reformas. Los revolucionarios incluso levantamos consignas que en sí mismas son sólo una reforma. La diferencia abismal con los reformistas, como el Moir y el Polo, consiste en señalar con absoluta claridad que tales reformas no son nuestro objetivo fundamental y que ellas no son solución plena y real a los problemas fundamentales a nivel económico y social. Que para lograr dicha solución es necesario luchar por medidas revolucionarias que cambien dicha realidad económica y social. Que la propia lucha por las reformas tiene sentido si está enmarcada y hace parte de esa lucha revolucionaria y se convierte en una palanca para hacer que la misma avance.
Es decir, la lucha por las reformas no es un fin en sí mismo, para lograr todo un período “democrático” en el cual la burguesía crezca, avance y se fortalezca y que entonces sí, posteriormente, ante una burguesía “nacional” más fuerte y consolidada, los oprimidos y explotados puedan levantar sus consignas revolucionarias de lucha contra todo tipo de explotación y opresión. ¡No! Los revolucionarios integramos en el presente la lucha por reformas y la defensa de cualquier reforma progresiva en la lucha revolucionaria contra la actual sociedad.
Los reformistas conciben la lucha y defensa de las reformas como todo un estadio de la vida económica social y política y en un futuro, en las calendas griegas cuando más, para que lo hagan los bisnietos o tataranietos, entonces sí plantearse la lucha obrera revolucionaria por una nueva sociedad.
Un país semi-feudal y una revolución de Nueva Democracia
El modelo político y social que inspiró años atrás al Moir no fue el modelo capitalista de Corea del Sur. Fue China, la República Popular China, con Mao como principal dirigente. Hace ya varias décadas, finales de los años sesenta e inicios de los setenta el Moir consideraba que Colombia era un país semi-feudal, en el cual era necesario lograr una alianza con la burguesía nacional para lograr una etapa de pleno desarrollo capitalista.
Con un lenguaje relativamente diferente en este aspecto tenían ya desde esa época una coincidencia programática total con el Partido Comunista Colombiano, aún cuando las diferencias que existían en ese momento suscitaban feroces enfrentamientos y choques a todo nivel entre las dos organizaciones. Resulta que para el Partido Comunista Colombiano el “modelo” no era China y Mao sino la URSS y los sucesores de Stalin.
Por razones largas de analizar en este escrito, entre la dirección e intereses del Partido Comunista de la URSS y el Partido Comunista Chino existían profundas diferencias, dichas diferencias se reflejaban directamente en el accionar de los partidos que en cada país reivindicaban uno y otro proceso.
La unidad programática actual del Moir y el PCC en el Polo Democrático Alternativo demostró que ya desde los orígenes cada uno bebían en la misma fuente estratégica y programática: la nefasta teoría estalinista de revolución democrática nacional por etapas, contrapuesta por el vértice a la otra gran estrategia que existió (y existe) en el movimiento revolucionario mundial de revolución socialista internacional y permanente.
Mirado varias décadas después, tan tragicómica llegó a ser la situación que, para las elecciones presidenciales de 1978, el Moir tuvo la suerte de encontrar un “burgués nacional progresista”, Jaime Piedrahita Cardona, proveniente de un sector de la Anapo. El Partido Comunista Colombiano tuvo igual suerte, con otro distinto, Julio César Pernía. A pesar de coincidir programáticamente en que lo decisivo era una alianza de clases que destacase en primer lugar a los burgueses progresistas, colocando a los trabajadores y a sus organizaciones al servicio de esa tarea, el PCC y el Moir se negaron en ese entonces a unificar las dos campañas. Décadas después, lo que es historia reciente, terminaron ambos llevando sobre sus hombros a otro “burgués progresista”, también heredero de la Anapo, Samuel Moreno Rojas, como alcalde de Bogotá. El resultado de esa operación de respaldar políticamente a burgueses progresistas es de dominio público, en el caso de los Moreno Rojas. Los trabajadores del Distrito la padecieron en carne propia, pues los dirigentes sindicales influenciados por las dos organizaciones pactaron la paz laboral a cambio de las promesas incumplidas por Samuel Moreno. El resto de la población pobre de Bogotá, y del país, pagará el saqueo del erario a punta de impuestos y el Polo pagará el descrédito de una administración en la cual su alcalde, con el Ideario de Unidad como programa, terminó en la cárcel.
Flaco servicio le hacen y le han hecho a los trabajadores y al proceso revolucionario las prédicas programáticas del PCC y el Moir que terminan en últimas señalando que los trabajadores deben posponer sus propias reivindicaciones revolucionarias mientras logran un periodo reformista, democrático y nacional, encabezado por esa burguesía nacional que, o no aparece por ninguna parte o cuando intenta aparecer es de una debilidad tan pasmosa que, según el Moir y el PCC, la tarea principal de los trabajadores, oprimidos y explotados sería darle respiración boca a boca para resucitarla.
La unidad del fuego con el agua o de la oveja y el lobo
Aún en el lenguaje del senador Robledo se vislumbran las fuentes filosóficas que lo formaron en su juventud, directamente la variante china del estalinismo, es decir, el maoísmo. Respondiendo a la pregunta, “en la discusión con Petro y la corriente que pudo conformar, ¿hay un sustrato ideológico? ¿Cuál sería el punto de divergencia?”, Robledo contesta: “no hay organizaciones de seres humanos donde no haya contradicciones, y lo que muestra la vida es que cuando se resuelve una contradicción principal, cuando deja de serlo, aparecen otras contradicciones. O sea, las contradicciones son la vida de las organizaciones.”
A pesar de conservar los conceptos de contradicción, principales y secundarias, todo indica que el senador ha olvidado en gran medida la teoría maoísta relativa a la unidad, tan cara en épocas anteriores a esa corriente e indisolublemente unida a la de la contradicción. La síntesis de ella es que no toda unidad, en sí o por sí misma, fortalece. ¡La unidad del agua con el fuego mata al fuego, la unidad del lobo con la oveja concluye en la muerte de la oveja; así como la contradicción principal se impone a la secundaria!
Evidentemente, el Polo y el Moir han tenido una política de unidad más que amplia, ¡amplísima! Lo reafirma el senador profesor: “bueno, hay que aclarar que estamos en el PDA, donde están representados todos los sectores sociales de este país. Ese es el encanto del Polo: en él está representado todo lo que cabe en el ideario de unidad, inclusive sectores burgueses pueden estar en el Polo, no tienen por qué no estar. ¿Más amplitud? Le hice la campaña electoral a Gustavo Petro con todo entusiasmo. Y apoyamos decisiones como las de impulsar a Verano de la Rosa en el Atlántico; se decidió votar por Horacio Serpa en Santander y se respetó tal decisión…”
Antes que nada, no polemizaremos injustamente con un evidente error del senador cuando afirma que “estamos en el PDA, donde están representados todos los sectores sociales de este país”. Son todo un sector social, una fracción de clase, los terratenientes y ganaderos reaccionarios; son un sector social los empresarios socios y agentes de las multinacionales así como son un sector social (una fracción de clase) empresarios agrícolas ligados a los grandes negocios agro-industriales. Y es un sector social la poderosa burguesía narcotraficante “nacional” colombiana.
Por supuesto, dirá usted senador, que son sectores sociales minoritarios y que no caben en el ideario de unidad ¡Claro! es que los explotadores todos ellos son una minoría respecto al resto de la sociedad; pero son la clase o sectores de clase que explotan, dominan y oprimen. Hasta ahora todo indica que esos “sectores sociales” no están en el PDA a pesar de la frase dicha a la ligera, que en el PDA, “están representados todos los sectores sociales de este país”.
Del conjunto de los sectores sociales de los explotadores, el Polo sólo logra representar o integrar a una ínfima e insignificante minoría. ¡En su razonamiento, esa parece ser su tragedia histórica, cuando señala que “inclusive sectores burgueses pueden estar en el Polo, no tienen por qué no estar”! Si amplios y dominantes sectores burgueses estuviesen en el Polo o considerasen que el Polo y sus propuestas reformistas son la mejor opción política para representar o defender sus intereses casi seguramente ya el Polo gobernaría el país; sólo que lo gobernarían a favor de los intereses de dichos sectores burgueses.
Si no han logrado que más burgueses se integren a su coalición es porque no los hay, son muy escasos o casi inexistentes en Colombia (y en prácticamente todos los países del mundo en la época actual) ese tipo de burgueses que usted busca, doctor Robledo. O porque el proceso de lucha de los oprimidos y explotados no ha colocado a esos sectores burgueses la inexorable disyuntiva de apoyarse en un partido como el Polo para salvaguardar en mejor forma sus intereses; como a veces sucede, por ejemplo, con los gobiernos de frente popular respaldados, apoyados y en los cuales participan significativos sectores burgueses.
Históricamente ha quedado demostrado que la unidad política y programática de los trabajadores con los burgueses ha concluido como concluye la unidad del lobo con la oveja o la del agua con el fuego. Ese es el tipo de unidad por la que los revolucionarios no luchamos. Podemos realizar algunas acciones o tareas de movilización o lucha en común con un burgués e incluso con un sector burgués, siempre y cuando tales acciones ayuden al avance del proceso de movilización y lucha de los trabajadores. Pero poner el programa político de los trabajadores al nivel de las necesidades estratégicas de un sector burgués es, en términos populares, ponerse a la cola de la burguesía.
Los resultados
Vale la pena analizar qué frutos ha dado la unidad con los escasos burgueses que el PDA ha logrado encontrar. Las propuestas reformistas de un partido como el Polo pueden llegar a ganar muchísima simpatía entre amplios sectores de trabajadores. Es natural que los trabajadores deseen, en lo más íntimo, que los gigantescos problemas sociales que sufren se solucionen con algunas reformas, con diálogo y concertación con la burguesía, con acuerdos y negociaciones y sin tener que desarrollar un tremendo proceso revolucionario.
Pero una cosa son los deseos y otra lo que demuestra la vida real. En la fábrica, cuando el trabajador ya no resiste más los bajos salarios, aprende rápidamente que si no se organiza y lucha unificadamente contra el patrón (que es su enemigo declarado a ese nivel, sea dicho patrón nacional, progresista o democrático) nada consigue.
Sucede igual en el terreno nacional. La propuesta reformista del PDA, sintetizada en las concepciones programáticas del senador Robledo y que son a la vez plenamente compartidas por el Partido Comunista de Colombia, están actualmente haciendo agua por los cuatro costados. La expresión más evidente de ello son sus descalabros electorales y el alejamiento y desilusión de muchos trabajadores que cifraron en sus esperanzas en dichas propuestas.
Varios de los más destacados exponentes de sectores burgueses democráticos y progresistas, como los Moreno Rojas (el ex alcalde y su hermano) están encarcelados. No tenemos claro si el senador considera a los Nule parte de ese sector burgués nacional progresista y democrático; al cual privilegiaron en la contratación en Bogotá. María Emma Mejía pasó a engrosar las filas del santismo, representando al gobierno nacional en los acuerdos de Unasur. No es necesario seguir enumerando.
Cuando se le pregunta si existe alguna relación entre la actual crisis del Polo y sus concepciones programáticas, el senador es categórico. Veamos: “¿A su juicio, entonces, no es urgente cambiar o profundizar el ideario de unidad?" "Ninguno de los problemas del Polo es culpa del ideario de unidad. Ahora, si alguien tiene propuestas para mejorar el ideario, que las presente.”
Senador: las concepciones programáticas son la explicación de la realidad actual del Polo, del desconcierto que cunde en sus filas, de la desilusión de muchos que erradamente pensaron que las necesidades de solución a sus problemas iban a estar por encima de los acuerdos con los sectores burgueses “democráticos, progresistas y nacionalistas”. Usted llama empecinadamente a continuar por el mismo camino, defendiendo y profundizando tales concepciones programáticas. Ojalá la Conferencia Ideológica opte por otro camino.