La muerte, ya tan ampliamente comentada, de un niño en Chía, que movió al pueblo entero en una causa común, simplemente reproduce el modelo que el sistema ha querido jugar con la sociedad. Opinión.
Por: G.A.C.R.
Los políticos y la comunidad en general se han volcado para repudiar el asesinato de un niño en la sabana de Bogotá. Algunos ya han tomado el suceso como bandera política, caso del presidente Uribe, quien con su lenguaje populista y su supuesta cercanía con la población pretende impulsar a la larga un Estado donde el control y la represión primen por encima de un interés colectivo pedagógico, utilizando para ello la misma estratagema que ha hecho que la gente se rebote entre ella. La dolosa muerte de Luís Santiago ha impulsado la firmatón que pretende castigar con cadena perpetua a los violadores y abusadores de niños y niñas; ya las dependencias oficiales, alcaldías, gobernaciones, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre otros, han tomado esta iniciativa de algunos concejales bogotanos y senadores, e impulsar la recolección total de tres millones de firmas para el Referendo condenatorio, haciendo ver que el castigo a los perpetradores de crímenes contra los menores es la real y verdadera protección que necesitan ellos. Nada más absurdo; la próxima semana, en medio del dolor mediático, ya habrán recolectado no tres, sino cinco millones, como supuestamente pasó con el Referendo por la reelección de Uribe. Más castigo para los asesinos, no implica necesariamente que se eviten actos como al que asistimos esta semana.
En realidad el discurso moralista, y la acción de las autoridades civiles y policiales en este caso, han actuado como agravantes de la situación, mejorando así la noticia y subiendo los niveles de raiting en sus medios masivos de desinformación. Ayer el pueblo indignado, furioso por la cercanía del hecho, quería atacar y linchar a Pelayo, actor intelectual del crimen, escenario que fue aprovechado por el Estado para mantener su juicio en Chía, evitando ser traslado a otro lugar donde se evitaría el espectáculo mediático que muy ágilmente supieron capturar las cámaras de los medios cuando la gente se enfrentó con la policía, en un claro mensaje de rabia e impotencia… “El pueblo lo dice, es necesario matar a los asesinos”, estará pensando decir Francisco Santos, quien ya se mostró dispuesto a revivir la pena de muerte en Colombia, en contravía de lo estipulado en la carta magna, y en distintas leyes y acuerdos constitucionales, la protección a la vida.
Proteger a los niños y a los menores de edad implica respetar la vida y dignidad humana; en las últimas décadas, cada generación ha ido perdiendo su poder de decisión y de cambio, hay generaciones frustradas, generaciones que defendieron y apoyaron su propio fin y han cavado una tumba a la sociedad; ahora no es la persona la que decide su futuro, sino un mercado abstracto que se encamina con la economía a una verdadera hecatombe. Las medidas de adoctrinamiento y sumisión son más drásticas para cada nueva generación; día a día se le quita de raíz el poder humano de decidir a miles de jóvenes y niños del país. Toque de queda para menores de edad, servicio militar obligatorio, escasas oportunidades para acceder a una educación de calidad, salud privatizada para que niños en brazos mueran en la puerta de un hospital, familias enteras con hijos a bordo durmiendo en la calle a causa de la guerra fraticida de la nación, comida para los cerdos y no para la gente, etc., son ejemplos claros y concretos de que la improtección es una tendencia oficial, que pretende ser maquillada con cortinas de humo que sólo nos permiten ver algunas ramas y hojitas que salen de un frondoso tallo, que tiene una raíz profunda; como por ejemplo el asesinato de un niño que implica necesariamente castigar a los culpables con cadena perpetua como única vía para evitar que esto siga ocurriendo. Toda una vida en una cárcel para una persona, incluso aniquilamiento de la misma, no implica que los niveles escalofriantes de maltrato y abuso infantil disminuyan, eso sólo es ver una flor… y una flor menos no matará al árbol.
El inmediatismo al que han acostumbrado a la población colombiana, hará que el día de mañana esta noticia ya no suene, pero en un par de semanas repique de nuevo al vaivén de cualquier politiquero de turno, la directora del ICBF, el presidente Álvaro Uribe apretujando a una niña fastidiada con su presencia, el director de la policía nacional, Claudia Gurissati, Gina Parody, cualquiera que asuma el discurso proteccionista de meter a los niños a la casa, porque la calle “es mala y está llena de delincuentes”, o de impulsar medidas impopulares y drásticas como la instalación de cámaras de seguridad para “protegernos”, la autorización legal de un práctica común como las chuzadas telefónicas, etc. La protección que ellos pregonan es la implementación de medidas que salvaguarden sus potencialidades histriónicas en pantalla.
Tomemos un par de ejemplos: Mientras que el servicio militar se consolida como un secuestro legal, autorizado por la sociedad, dándole el poder a sus captores de mover a los jóvenes reclutas y luchar por una patria injusta y oprimida; los niños también están siendo adoctrinados para que en el futuro cumplan las mismas proezas de esos cientos de soldados muertos en combate porque los colocaron en la línea de sangre (o de fuego). El Toque de Queda para menores de edad evidencia eso, queda demostrado que el Estado es capaz de inventar cualquier hecho como un delito, ya sea el simple trasegar por las calles después de las diez de la noche, o incluso colocarse un trapo en su cara durante una manifestación, en el primer caso el delito es precisamente ser menor de edad, y en el segundo no dar la cara, proteger su identidad. También tenemos que contar que estas situaciones nos acercan cada vez más al tallo del asunto, ¿o acaso quiénes son los que aprueban a través de proyectos, leyes y demás, medidas que a lo largo de los años, corrompen el tejido social? Estos días se ha hablado mucho al respecto, que está rota la base de la sociedad, que cómo es posible que un padre mate a su hijo, etc., sin mirar por qué las personas se han vuelto así, con un pueblo totalmente drástico con los asesinos (como debe ser) pero pasivo e ingenuo frente a sus opresores, los oligarcas que gobiernan un país que deslegitima las luchas populares de cientos de padres y madres, ¿no son padres los corteros de caña acusados de estar con la guerrilla? ¿No son padres los trabajadores de la justicia, en paro desde hace más de dos semanas? ¿Son padres y madres quienes se subemplean en buses y semáforos, mientras el gobierno les impide comprar a los potenciales clientes? Incluso, ¿no serán padres o madres algunos universitarios acusados de ser terroristas? Y no solamente eso, ¿no son hijos e hijas? ¿Realmente cuál es la protección a los niños y niñas? La realización de una jornada, como fue llamada, de “perdón con nuestros niños”, oculta ese frondoso pero ya sabido tallo de una ignorancia colectiva; y uno tiene el derecho de ser ignorante, pero no de regocijarse y revolcarse en la ignorancia… Se hace imperioso ver cada día qué oculta toda cortina de humo, y buscar el hacha que elimine ese empotrado árbol de la dictadura neoliberal.