Por: Benhur Sánchez Suárez.
Fecha de publicación: 27 de abril de 2016 (Columna en El Nuevo Día de Ibagué).
Feria del Libro 2016. Foto: El Macarenazoo.
Se necesitaron casi treinta años para que comprendieramos que una feria es un espectáculo cuyo fin es dar a conocer y comercializar los productos que son motivo de su realización. Y que aquel que mejor los promocione y los divulgue será el que más los venda, su objetivo principal. Así con el agro, el hogar, la salud y las distintas ramas de la industria. Así con el libro. Y aquí se trata de la Feria del Libro de Bogotá. Internacional, además. Y no porque no hubiéramos advertido la peligrosa tendencia de equiparar un libro con un saco de papas, un desodorante con una novela o un perfume con un poemario, sino porque también son un objeto comercial. Además, con su vanidad cada autor cree ciegamente en la importancia de su trabajo, incluido el menosprecio por la obra de los otros. ¿Quién no soñó en su momento con ver sus libros en los supermercados y, románticos, comprobar que en los carritos o en las canastas podía convivir el libro impreso con los huevos y las verduras?
Así empezó a crecer la ola en la que se confundieron los múltiples recursos publicitarios para hacer de cada libro y cada autor el centro de la Feria. Y también se comenzaron a evidenciar los desequilibrios entre quienes reman sin recursos y los que, con respaldo económico y técnico, actúan como los dueños intelectuales del mundo.
Pues en la Feria que está en curso en Bogotá, a la que no iré por motivos de salud, se ha llegado al clímax, ese que se empezó a gestar con los Cohellos, los bestsellers, la autoayuda y las recetas para adelgazar y ser feliz. Ahora son los youtubers.
Pero eso era lo que se quería, el libro con la preponderancia necesaria para que muchas personas hagan cola para adquirirlo y obtengan el autógrafo del afamado autor.
En términos generales, la Feria ha cumplido su cometido. Otra cosa es que hay muchos que creen que libro es sólo el de literatura, más basados en la imaginación y la emoción que en la razón.
Escritores somos todos, tanto los que escribimos historias inventadas o basadas en la historia, como los que analizan la realidad del país y del mundo, o los que ponen al alcance de las gentes los misterios de la ciencia. Libros son todos estos productos de la inteligencia humana.
Bien distintas son las desigualdades que se dan entre las editoriales, entre multinacionales e independientes, entre grandes y pequeñas. Y son indignantes.Otra cosa son las razones de los medios para priorizar libros, editoriales y autores por encima de los otros. También indignantes. Y otra es la envidia que consume a muchos autores por el éxito de los otros.