Por: Camilo de los Milagros.
Fecha de publicación: 19 de mayo de 2012.
Foto: AP - Estaban Machado
“Si no tuviéramos una sorpresa enorme hoy –decía Fernando Londoño el 15 de mayo a las 11 de la mañana– en la Cámara de Representantes se aprueba el proyecto de reforma constitucional que se llama Marco Jurídico para la Paz”. Terminó su acostumbrada alocución en Radio Súper declarando que dicha reforma tiene un único propósito; la impunidad para los jefes guerrilleros: “una facultad plena para darle a las FARC la bienvenida no solamente a la sociedad normal, sino la bienvenida al ejercicio de la política con las armas en la mano, con certificados de impunidad para ponernos a los colombianos en manos de las FARC. Ése es el progreso, ése es el ciclo nuevo, ésos son los avances que nos promete éste gobierno y que nos dará el Congreso de la República, salvo una inmensa sorpresa en el día de hoy” (Descargue toda la editorial, click Aquí)
Veinte minutos más tarde, Londoño tuvo una desagradable sorpresa: un bombazo descomunal fundió en chatarra su camioneta blindada, mató sus dos escoltas y no se lo llevó a él “gracias a un milagro de Dios”. La derecha de ultratumba, al unísono, vociferó apenas unos minutos después que era irrealizable aprobar un Marco Jurídico para la Paz. Sincronizados, José Félix Lafourie de la Federación de Ganaderos, Francisco Santos “el electrocutador”, Nicolás Uribe, el congresista de la U, Juan Carlos Vélez, Alfredo Rangel y el propio ex presidente Álvaro Uribe embistieron contra el proyecto de Ley. Es inaudito, afirman, que los autores de tan macabro atentado tengan la posibilidad de llegar al Congreso de la República.
Horas más tarde, el Marco Jurídico para la Paz era aprobado por la Cámara al tenor de los aullidos en contra por parte de la bancada parlamentaria seguidora de Uribe. La derecha purasangre vislumbraba una hecatombe: los terroristas que pusieron la bomba estarán sentados a su lado muy pronto en el Congreso, tras ganar las próximas elecciones. Al tanto, desde la clínica Fernando Londoño hacía poesía greco-quimbaya: “Estoy herido en el Alma”.
Sin embargo, cabe preguntar: ¿Quiénes son los autores del macabro atentado? ¿De dónde sabe el uribismo, a los cinco minutos de estallada una bomba, quién es su autor y cuáles son sus móviles? La política en Colombia es un oficio repugnante, que no respeta cuna ni partido, que puede llevarse por delante a cualquiera. La política es una compleja proyección del crimen. Detrás de ese atentado se mueven fuerzas y tensiones tan grandes que amenazan con romper la estabilidad frágil lograda por Juan Manuel Santos desde el 2010.
Un delincuente “polémico”
¿Quién es Fernando Londoño Hoyos? Los medios de comunicación se refieren a él como un “personaje polémico”. Tanto servilismo da lástima. Londoño es mucho más que polémico, es realmente un delincuente de cuello blanco. Como abogado de grandes consorcios y empresas multinacionales acumuló una fortuna entablando cuantiosas demandas contra la Nación, aunque él mismo se defina paradójicamente como un férreo defensor de la Patria, con mayúscula, el Estado y las instituciones. Pero su patriotismo de bolsillo es una sucia versión de privilegios personales logrados a base de trampas. Luego realizó un desfalco con dineros públicos para comprar millonarias acciones de INVERCOLSA (más información, click Aquí), una filial de la petrolera estatal ECOPETROL, tras una maniobra ilegal que le resultaría en una condena de inhabilidad para ocupar cargos públicos, condena que está en firme al día de hoy.
Sin embargo, fue designado como ministro del interior y justicia por Uribe Vélez durante su primer periodo en 2002, a pesar que el proceso en su contra por el caso INVERCOLSA estaba en marcha en ese entonces. Cuando salió a flote la problemática de los cultivos de coca que reemplazaron el café en Caldas (su tierra natal), Londoño amenazó a los campesinos diciendo que les iba a “llover glifosato” si continuaban colaborando con la insurgencia (lea la nota en El Tiempo del 2003, click Aquí). Éste era uno de los que en el 2002 aseguraba en público que ellos, los machos de la mano dura y la motosierra, acabarían con la guerrilla en seis meses. De eso hace ya diez años.
Santa paloma, cachorro de Leopardo
La imagen que se pinta de Londoño es una imagen falsa. Se le presenta como un agudo líder de opinión de “centro derecha”, periodista quizá un poco aguerrido, quizá un poco fuerte en las palabras, inofensivo en todo caso. Una santa paloma. Evidentemente se relaciona el brutal hecho del martes con un ataque a la libertad de prensa y opinión, pues Londoño es al lado de Francisco Santos, el vocero oficial de la ultraderecha colombiana. Su programa radial “la hora de la verdad” es muy popular entre las Fuerzas Militares.
Los orígenes de Londoño se remontan a Manizales, epicentro de la reacción clerical conservadora. Su padre, Fernando Londoño Londoño, fue un combativo político que junto al poeta Silvio Villegas y otros jóvenes disidentes del Partido Conservador fundaron el grupo “los leopardos”. Más adelante durante los años 30 derivarían en la “Acción Nacional Derechista”, un partido simpatizante de los nazis de Alemania, de Mussolini y de la Falange Española. Al final, “los leopardos” regresaron igual que hijos predilectos al Partido Conservador para convertirse en figuras prominentes de la derecha colombiana, ensanchando al lado de Laureano Gómez, de Gilberto Alzate Avendaño, la virulencia fatal que institucionalizó el atentado personal y la matanza colectiva como herramienta favorita del ejercicio del poder. Fueron desde arriba los principales instigadores de la violencia política de los años 50 (para leer un poco más de historia al respecto, click Aquí)
Heredero del legado de su padre, Fernando Londoño es hoy por hoy el vocero más importante de la ultraderecha colombiana después de Uribe Vélez. Mientras éste último es un advenedizo, Londoño es hijo de cuna noble, proviene de élites con una tradición que ajusta un siglo: el fascismo católico criollo. No ha dejado un solo día de defender sus ideas con disciplina y agresividad característica desde la radio y desde su columna periodística en El Tiempo.
Las maniobras tras el atentado
Un perfil como aquel despierta los odios más profundos de la subversión, que en numerosas ocasiones lo ha declarado objetivo militar. Las FARC son acusadas inmediatamente de ser las principales sospechosas del atentado por ser su enemigo “natural”. Pero hay que reconocer aquella como una hipótesis fácil, mediocre y demasiado superficial, aunque no debe ser descartada. Algunos elementos tiran más bien para otro lado.
El método utilizado por los delincuentes, la bomba “lapa”, es un artefacto muy sofisticado de altísimo poder destructivo, que queda adherido en la superficie que pretende impactar. Es la primera vez que un artefacto así es utilizado en Colombia, a pesar de los miles de atentados con bomba que registra nuestra historia reciente. Contrario a los métodos usados por la guerrilla, que usualmente implican falta de precisión y explosivos artesanales, el atentado contra Londoño fue rigurosamente planeado y ejecutado. Datos milimétricos hacen que parezca una operación encubierta de inteligencia más que un ataque guerrillero. En una zona crucial de Bogotá los victimarios ejecutan su acción a pleno medio día y huyen sin ningún problema por la capital, la ciudad más vigilada del país.
Los medios de comunicación se empeñan estúpidamente en buscar relaciones con la organización vasca ETA, pues antes sus acciones han implicado la utilización de explosivos similares. Pero no es verosímil que ETA, que lleva varios años sin realizar acciones armadas y que además anunció en octubre el cese de sus actividades, pueda estar ni remotamente implicada en un ataque sin concordancia alguna con la coyuntura actual de sus objetivos. Tampoco es verosímil la versión que supone que en años anteriores miembros de ETA entrenaron guerrilleros colombianos en el manejo de este tipo de explosivos, pues no sería comprensible de que manera la modalidad de ataque apenas aparece hoy.
Esos medios omitieron de forma deliberada datos muy importantes: las bombas tipo lapa han sido artefactos de utilización periódica por la Central de Inteligencia Americana y por la Inteligencia Israelí para matar “objetivos de alto valor” en operaciones encubiertas, siempre en terceros países.
Los científicos del programa nuclear iraní asesinados por Israel fueron víctimas de ataques exactamente iguales. Los atentados contra los diplomáticos israelíes en países asiáticos, que fueron catalogados por muchos analistas como “autogolpes” de la Inteligencia hebrea para justificar ante la opinión pública una agresión contra Irán, contaron con circunstancias idénticas a las del crimen cometido el martes en Bogotá: sujetos en motocicleta se acercan rápidamente, adhieren las bombas a los vehículos y escapan segundos antes de la explosión. Esos hechos sucedieron a mediados de Febrero, hace apenas tres meses (para más información, click Aquí).
Tales datos indican que los autores del crimen poseen inteligencia privilegiada para realizar un operativo de tanta complejidad, por un lado, así como tecnología de punta, de la que no hay evidencias para creer que esté en poder de una insurgencia obligada a fabricar bombas artesanales con pipetas de gas. Es muy llamativo que un sujeto tan hermético y prudente como el ministro de la guerra, Juan Carlos Pinzón, haya insinuado la implicación de “países extranjeros” pidiendo la colaboración de otras agencias de inteligencia. La revista SEMANA señaló a agentes del DAS o a paramilitares pero ni se le ocurrió mencionar a la subversión (click Aquí para acceder a la nota) . Un especialista en el conflicto como León Valencia, que no es para nada cercano a los intereses de la guerrilla, indica que tiene fuertes sospechas para creer que realmente el atentado es fraguado desde la misma derecha. En tal caso habría tres hipótesis que no han sido reseñadas en los medios.
La primera es que se trata de un autogolpe de Uribe y los suyos buscando generar un impacto mediático contra el Marco Jurídico para la Paz (lo que evidentemente sucedió sin que impidiera su aprobación) y aquello explicaría que el día del siniestro coincidiera con la discusión de la ley en el Congreso. Igualmente eso explicaría por qué la bomba fue puesta en la parte delantera de la camioneta y no en la parte trasera dónde se encontraba Londoño, pues la intención real no sería asesinarlo.
La segunda hipótesis es que se trata de una maniobra desde el gobierno Santos para “ablandar” por la fuerza al sector opositor de Uribe Vélez del cuál Londoño es fiel escudero. El atentado se interpretaría como una señal directa por parte del ejecutivo, señal que no dejaría dudas sobre la voluntad de Santos de aislar por todos los medios al ex presidente y sus seguidores. En esa misma línea se inscribe el cerco jurídico y político que acorraló a todas las fichas de Uribe Vélez; adicionalmente su gabinete y gran parte de sus congresistas se encuentran presos o sujetos de investigaciones judiciales. Sería la respuesta contundente del bloque dominante contra los sectores de la derecha que han boicoteado el gobierno Santos de manera violenta desde su posesión (el presidente llevaba una semana en el cargo cuando un carro bomba voló la sede de Caracol Radio en Bogotá, también se acusó inicialmente a la guerrilla pero quedó luego en evidencia que la responsabilidad provino de sectores afines a las Fuerzas Militares).
La tercera hipótesis indicaría que detrás hay narcotraficantes que buscan desestabilizar al gobierno generando una sensación de inseguridad, a través de golpes resonantes con grandes dimensiones. Aquello no concuerda con que se escoja como blanco precisamente a Londoño, un político que no tiene ningún peso en el gobierno Santos, siendo más una figura simbólica de la ultraderecha, pero sí concuerda con un plan similar frustrado que pretendía asesinar a Piedad Córdoba y al alcalde de Bogotá Gustavo Petro, apenas una semana antes del suceso contra Londoño.
Y la última hipótesis es, lógicamente, que se trata de un ataque de las FARC. Pero no es muy plausible que justo ahora con la proximidad de negociaciones y la discusión del Marco Jurídico para abrir cauces políticos a la incorporación de los insurgentes a la vida civil, los comandantes guerrilleros decidan alterar la opinión pública en su contra con un hecho de estas magnitudes. Hace una década hubiera sido natural. La insistencia fantasiosa en la conexión con ETA y unas supuestas orientaciones encontradas en el computador de Alfonso Cano para impactar las ciudades aparecen como cortina mediática que busca encubrir los verdaderos autores del crimen.
Finalmente es posible una mezcla, a cualquier nivel, de las hipótesis anteriores: una colaboración antinatura entre paramilitares y guerrilleros; una omisión por parte del ejecutivo para “dejar la vía libre” a los enemigos de Londoño; o incluso una retaliación del paramilitarismo contra Uribe y los suyos por haber traicionado los acuerdos de Ralito.
La hipótesis simplista que más conviene a todos para lavarse las manos señala la responsabilidad guerrillera: permite a la insurgencia vengarse de uno de sus más acérrimos enemigos aunque sea sólo en modo simbólico, limpia la responsabilidad del ejecutivo en caso que se encuentre implicado y brinda a la ultraderecha argumentos para pedir el regreso triunfal del Mesías antiterrorista bloqueando una negociación con la subversión. Pero esa hipótesis, la de los buenos contra los malos, es la más débil en concordancia con los hechos. Algo muy turbio se mueve en la política colombiana sin que apenas podamos ver sus repercusiones confusas y aparentes. El trasfondo indica que el pacto maltrecho entre las clases dominantes se encuentra deteriorado, acercándose cada vez más a la ruptura. Independientemente de los autores del crimen, todas las posibilidades tienen su parte de verdad en la medida que reflejan contradicciones muy fuertes en el panorama nacional. La verdadera pregunta no es ¿Quién puso la bomba? Sino más bien ¿Quiénes son los que quiere impedir a cualquier costo la llegada de la paz?