PETRO SIGUE SIENDO ACALDE PERO PARECE NO CREERSELO
Por: Guillermo Castro, Opinión.
Fecha de publicación: 23 de marzo de 2014.
El alcalde Gustavo Petro en el Palacio Liévano el pasado 19 de marzo, día en que el presidente Juan Manuel Santos le dio la razón a la Procuraduría General de destituir e inhabilitar al burgomaestre. Foto: MZO.
Gustavo Petro sigue siendo el alcalde mayor de Bogotá, pero parece no creérselo... El Tribunal de Cundinamarca dice que las tutelas que lo han favorecido siguen vigentes y que las notificaciones al no llegarle dejan sin validez las resoluciones estatales que lo han sacado del cargo esta semana; sin embargo Petro ha concedido entrevistas a medios en donde no se autodenomina ya como alcalde y habla de su salida del Palacio de Liévano... En los últimos días incluso modificó su cuenta en Twitter y ya no reza allí “alcalde de Bogotá”, sino “líder político colombiano.” La oficina de prensa de la Alcaldía por su parte ya ha presentado al impostor Rafael Pardo como alcalde encargado de la ciudad. Hollman Morris, director de Canal Capital resume la situación asegurando que “Bogotá tiene hoy dos alcaldes: uno, elegido por voto popular y otro, impuesto sin cumplir los requisitos para su designación.” Así pues sólo puede afirmarse que Petro se está dejando llevar por la corriente desinformativa que lo catapulta como parte del pasado; que las fuerzas no le están dando más para continuar en su cargo, o que se ha resignado a la fuerte maquinaria del Régimen que lo quiere sacar de su cargo. Olvida que él es el principal funcionario de la ciudad, y por ende debe obedecer al constituyente primario que lo eligió y sigue en los barrios asegurando que Petro es el alcalde y no el impuesto por Juan Manuel Santos... ¡Debe ir a tomar su cargo y hacer que la ciudad siga progresando! Debe acatar las medidas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y adherirse al derecho que hoy por hoy aún lo tienen en el papel como alcalde de la ciudad.
Siendo alcalde aún en posesión, pese al encargo del mandadero que quiere emularlo, Petro tiene de nuevo un as legal bajo su manga; y es que gracias al desorden institucional y la avaricia de poder de la derecha colombiana, la Registraduría Distrital de manera afanada expidió resolución por la cual da por terminada el proceso de la revocatoria. De esta manera, de nuevo, Petro evita registrar un autoatentado político, y es que no había nada más descabellado que ir a las urnas “a votar por el no”, después de acaecer las elecciones legislativas del 9 de marzo, y que, pese a no considerarse un plebiscito, sí dan evidencias reales en cifras de cómo están los votantes en la capital.
En primer orden, la revocatoria de mandato en caso de que se hubiese dado sólo es válida con el 55% del número de votantes que acudió a las urnas en 2011, elección de la cual resultó ganador Petro. En la práctica el número de personas que tuviera que ir es de 1.278.955 personas, de las cuales en su momento 723.157 lo hicieron por Petro. Con un alza de la abstención en Bogotá del 2011 a las elecciones de este año, de 47.41% de participación a un 35.32% del 9 de marzo, es evidente que más sencillo hubiera resultado convocar a los que votan a no ir a las urnas al tema de la revocatoria, evitando el desgaste de la campaña por el No; que hubiera originado – por otro lado – más dificultades para el elector convencional, que puede confundirse hasta con el mismo sentido de la pregunta que estaba propuesta. Para Petro era más incluyente defender la democracia que lo ha sacado temporalmente del poder, que llamar a la abstención que significaba ganar por w en las urnas: si no hay ese mínimo de votantes, no importa el resultado, no sería válido.
Y sin embargo, si la gente hubiera tenido que ir a las urnas, las cifras más recientes de la elección al congreso de la República, y en específico la Cámara de Representantes que es territorial, no daban las señales positivas que las encuestas sí dan al gobierno de la ciudad. Si realmente la ciudadanía que vota respaldara el proyecto político del burgomaestre, ese apoyo debería verse reflejado en las votaciones a los partidos y movimientos políticos distintos a los que rondaron el complot de la destitución del alcalde. La realidad de las cifras de hace dos semanas indica que en específico el proyecto político del alcalde, Progresistas, hoy unido en la Alianza Verde, tuvo 164.403 votos, o lo que es lo mismo: 558.754 menos votos de lo que tuvo el alcalde en su elección. Lo preocupante acá sin embargo es que el uribismo que persigue la alcaldía con Francisco Santos, obtuvo 317.898 votos con su lista cerrada, el doble de la Alianza Verde, por ejemplo, y más del doble de partidos de izquierda como el Polo Democrático Alternativo y la Unión Patriótica, que obtuvieron respectivamente 129.094 y 26.875 votos.
Para cualquier movimiento o partido político, para la alcaldía de Bogotá y Gustavo Petro (que tiene popularidad virtual y la real en la plaza no aumenta considerablemente, a tal punto que la oligarquía decidió imponer el golpe de Estado y no se sintió un mayor clamor popular en las calles como debía suceder), hubiera sido muy complicado mover ciudadanía en favor o en contra de la revocatoria: la abstención era y será la salida de concretarse la revocatoria y las medidas cautelares que ahora la Corte Interamericana pretende hacer cumplir a la dictadura colombiana. Por ahora, el llamado urgente: si Petro no se va, que se quede, y cumpla el papel que le otorgó la ciudadanía en 2011 de ser el alcalde de la ciudad popularmente elegido... no queremos ver que el martes amanezca de nuevo la ciudad con dos alcaldes, uno es posesión, y otro dictaminando desde la Casa de Nariño... ¡Créalo señor Petro, usted sigue siendo el alcalde!