Por: Guillermo Castro. Opinión.
Fecha de publicación: 11 de octubre de 2014.
Mamo Ramón Gil Barros, Ade, "padre" en lengua damana, es la persona más importante en la cultura wiwa de la Sierra Nevada de Santa Martha. Ha venido advirtiendo sendos cambios en su territorio. Foto: Revista Wiwa.
Líderes espirituales de la Sierra Nevada de Santa Martha en donde conviven cuatro grupos indígenas – arhuakos, kankuamos, koguis, y wiwas –, habían advertido el posible castigo de la madre tierra contra los indígenas producto de la pérdida de rituales ancestrales, irrespetos principalmente del hombre occidental, y faltas a las tradiciones y enseñanzas de antaño. Los cuatro grupos indígenas de la Sierra, en palabras de los líderes espirituales, son los hermanos mayores protectores de este territorio sagrado y quienes deben enseñar a los hermanos menores a comportarse con la madre naturaleza. Los hermanos menores, a la luz de la palabra, son el grueso de la humanidad restante que directa o indirectamente pueda tener relación con su territorio. Decía el mamo Ramón Gil en 2012: “Serankua nos dejó para proteger la sierra nevada Gonawindua, porque de pronto hermanito menor no entiende el pagamento (…) Serankua dijo: cancelar la deuda con la naturaleza (…) nosotros hemos consumido todo sin consulta con el dueño, el dueño, el papá supremo, es Serankua que hizo la tierra y que nos hizo a nosotros. Serankua dijo: las 4 tribus indígenas de la sierra quedan comprometidos a pagar por alimentos, y hermanito menor compra impuesto, pero nuestro impuesto es con la naturaleza.” Los mamos de la sierra siempre afirman: “ ¡Vamos a enseñar a los más jóvenes!” Son enseñanzas del tributo, del pagamento, para no sufrir los rigores del castigo de los dioses.
La zona de la Sierra Nevada de Santa Martha ciertamente ha sufrido los impactos del cambio climático y políticas ambientales nacionales que no han protegido el ecosistema, que es cultura para los habitantes de este territorio. Decía el mamo Gil hace muchos meses atrás: “nuestra cultura tiene que estar viva, tiene que permanecer, y esa cultura no puede acabar porque Serankua dijo: cuando se acabe la cultura de pagar la deuda a la naturaleza, se acaba todo. Por eso nosotros, las 4 tribus de la sierra nos dejaron para estar cancelando la deuda.” La huella ambiental y el impacto ecológico no lo están pagando los que causan el daño; hay que pagar y hacer el ritual de pedir permiso, dar, ofrendar, restaurar, reforestar, tomar con conciencia, dar para recibir. Éstas son obras que para los occidentales que van a un supermercado y acceden a cualquier cantidad de servicios sin percatarse de su origen, les son ajenas. Un despertar de la conciencia mínimo amainaría las predicciones de los mayores, las advertencias sobre lo que podría ocurrir, palabras que se pronunciaron antes de que un rayo matara a 11 indígenas y un alud de tierra, en la misma zona, sepultara a otros tantos hermanos. El mamo Gil advertía: “hermanito menor no sabe cancelar la deuda a lo espiritual con la naturaleza. Dicen grandes sabedores que el fin del mundo se acerca, ¿qué puede pasar? ¡Brincar la tierra, puede enterrar mucho, o vienen lluvias, muchos huracanes! Entonces ojalá hermanitos también entiendan cancelar la deuda por alimentos, todo en la naturaleza tiene sus dueños, hay que consultar, traer mucho tributo espiritual o material.” Al hacer un balance de los sucesos que han acontecido en la Sierra en los últimos meses, hay evidentemente un desbarajuste ambiental y espiritual en esta zona: algunos mamos aprobando construcciones de hoteles, incendios forestales, sequía, hambre, etc. Sentenciaba el mayor de todos los wiwa: “entonces también por ahí va a venir un castigo de Serankua porque hay desorden en el mundo, puede haber muchas clases de avalancha, huracanes, puede llover sangre, puede caer granizo grande, puede destruir la casa... ojalá hermanitos menores entiendan, nos escuchen, dejen mucho la maldad, hay que estar cumpliendo la ley de Serankua.”
En realidad, y aún sin dar la total credibilidad a las profecías de los mayores, cambios de conciencia mínimos pueden provocar bastas mejorías para evitar tragedias, para evitar que la madre tierra cobre la ofrenda, el tributo que se ha dejado de pagar: leer los códigos de barras al ir a esos supermercados, evitar la imposición consumista del extranjero, apoyar una industria local y popular, creer en nuestras costumbres, como las que mencionan los mamos. Lo que pasó esta semana en la Sierra fue el resultado de una advertencia, ¿pero por qué las víctimas son los mismos indígenas que pregonan la armonía con la naturaleza para evitar estas tragedias? José Gabriel Arymato, otro mamo de la sierra, en 2010, había dicho que por su condición de “guardianos”, a los habitantes del territorio y los que saben hacer pagamento, Serankua los podía también castigar: “se mata mucho indígena porque está cobrando la tierra, madre Seneka y padre Serankua.” Y pese a esto las soluciones son las más obvias y pragmáticas, proteger las fuentes de agua: “no respetamos el sitio sagrado, hay que respetarlos, manantiales hay que respetarlos (…) tenemos que dejar la laguna a 5 kilómetros (de áreas protegidas), dijo Serankua que no hay que hacer represas (cortar los ciclos naturales del agua).”
Por eso, y como lo advertían estos importantes sabedores antes de las dos tragedias esta semana en la Sierra, “aprendamos con los que conocen más, los mamos, los indígenas.”