Por: Sergio Vargas, MZO. Opinión.
Fecha de publicación: 18 de abril de 2013.
La designación popular de Nicolás Maduro como nuevo presidente de Venezuela, y en consecuencia del legado de la revolución bolivariana de Hugo Chávez, ha tenido la temible y previsible campaña mediática en contra de la elección democrática del país vecino. Desde Colombia, por ejemplo, se apuntala con insistencia contra el nuevo gobierno, siguiendo al calco el modelo de desprestigio orquestado y dirigido por los medios del capital venezolanos y la oposición violenta en cabeza del neofascista Henrique Capriles.
A propósito de la cumbre de la Unasur que hoy deliberará sobre el tema de Venezuela, y lo que ha trascendido después de las elecciones del pasado domingo, es evidente que el único argumento que promulga la oposición es el descrédito del sistema democrático venezolano, y su ciega petición por que se recuenten los votos, uno a uno, manual, y al 100%. Petición que aparte de ser irrisoria, desconoce y trata de que el mundo así lo vea, lo legítimo de ese sistema democrático. En ningún país del mundo, excepto en Venezuela, se audita, después de elecciones, más del 50% del total de la votación; la cifra en el país vecino alcanza hasta un 54%, dando un ejemplo a nivel mundial en la materia. Muy pocas elecciones en el mundo han traído tanto malestar para el capital y el imperialismo, como las desarrolladas en Venezuela, en donde la burguesía no tolera que más de la mitad de la población los haya rechazado en las urnas... y ciertamente es mucha gente la que lo puede decir, toda vez que el día electoral tiene 12 horas, se vota desde las 6 a.m., hasta las 6 p.m. En Colombia, por ejemplo, la jornada de votación es de 8 a.m., a 4 p.m., es decir, se cuentan con ocho horas de votación permitidas, cuatro menos que en el vecino país. En Venezuela el voto es un auténtico derecho, a tal punto que si hay ciudadanos aún en las filas en el momento del cierre de las urnas, éstos pueden acceder a ellas para votar; en Colombia no pasa esto, cierran las puertas en la cara a quienes aún están en las filas esperando ejercer su derecho. Por esto quizá los niveles de abstención en Venezuela son muy bajos en relación con Colombia, en el primero es casi un 20%, y acá casi un 50% de la población que no vota. Esto a su vez refleja la legitimidad de un gobierno que o bien fue avalado por el 80% de la población, o sólo fue elegido por la mitad de esta.
Las pretensiones divisionistas de Capriles en Venezuela ocultan no sólo el hecho del nivel al que llega la auditoría de los votos (que es el mecanismo más certero que puede avalar la figura del llamado “reconteo”), sino que en Venezuela desde el segundo año de gobierno del comandante Hugo Chávez – 1999 –, el voto es electrónico, y por lo tanto el sistema está totalmente automatizado; en Colombia, para que los paracongresistas se rasguen las vestiduras y los medios hegemónicos lo tengan en cuenta, el voto electrónico no deja de ser una utopía, y la utilización de la huella digital es esporádica y muy poco recurrente. El intervencionismo del imperialismo sobre Venezuela no ha dado espera; Estados Unidos, aprovechando el “margen cerrado” de la votación, ha solicitado el reconteo de votos, y no legitima al gobierno democrático de izquierda elegido. El país del norte ignora, adrede, que en su territorio tampoco se hace reconteo, y que Obama también fue electo recientemente como presidente con un margen cerrado, si a esto se le considera la diferencia entre los dos primeros candidatos de menos del 5% de la votación.
Ahora bien, ¿se puede hacer una auditoría del 100% de la votación? Ciertamente se puede realizar; sin embargo cualquier economicista y ciudadano del común debe saber los costos tan altos, y la partida presupuestal requerida para realizar una operación de este tamaño. No se está hablando simplemente del esfuerzo humano, sino del oneroso dinero que se podría gastar en semejante despropósito; esta partida presupuestal bajaría las inversiones que el gobierno está realizando en viviendas, proyectos educativos, de salud, deporte y recreación... se verían afectadas directamente las obras sociales de la revolución. A sabiendas de una consecuencia de semejante tipo, Capriles azuza la violencia política y no acepta su justa derrota; Maduro, por su lado, defiende los proyectos sociales y no permitirá que se malgasten los logros sociales. Hoy, que la horda de violencia caprilista y neofascista asesinó a ocho ciudadanos, entre ellos un colombiano, todos ellos chavistas (uno de los líderes del PSUV – Partido Socialista Unido de Venezuela –, junto con su esposa, quienes dejaron dos niños huérfanos); que destruyeron nuevas viviendas para las familias más pobre de Venezuela que estaban a punto de ser entregadas; y que causaron destrozos en misiones médicas, la Revolución, aún más, no debe ceder a pretensiones yanquis, y se debe mostrar más firme y no tolerante con las agresiones de la derecha. Todos estos actos vándalicos ocurrieron sin que el candidato perdedor hiciera oficial la impugnación a las elecciones, apenas lo hizo ayer, 3 días después de elecciones y después de haber trinado decenas de veces contra el gobierno bolivariano y convocado a sus lacayos para que realizaran bulla y atacaron a los oficialistas, incluso aceptando que se quemara vivo a uno de ellos. Ya menos es aceptable un reconteo de votos, toda vez que habrá que gastar más presupuesto para reparar los daños de los inquisidores: reparar las viviendas, reformar los centros médicos, y darle una oportunidad de vida a los niños y niñas que quedaron huérfanos por la horda homicida.
Se debe entender, finalmente, que si Henrique Capriles llega a la cárcel, como seguramente podrá ocurrir (y esperamos que así sea), no se trata de una persecución política ni de una diatriba contra la libertad de expresión; todo lo contrario, se trata de garantizar que los ciudadanos que eligieron bien puedan andar en la calles, sin que por la televisión privada exista un inquisidor refutando su libertad de expresión, y sin que motociclistas armadas con gasolina incineren a cualquier chavista que vean solo en la acera... Ya Capriles fue responsable de apoyar el golpe de Estado del 2002, de nuevo no puede pasar la horda criminal, ¡Solidaridad total desde Colombia!