Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

QUÉ VALE UN BUEN LIBRO.

“Leer te lleva más lejos

No te quedes sin palabras, lee un libro”

Feria de libro. Bogotá 2008.

 

Por: Yadira Pérez y Carlos Humberto Marín.
Del 23 de abril hasta el 5 de mayo se desarrolló en Corferias la vigésima primera Feria del Libro.

El evento reunió un importante sector editorial, libreros, escritores, diseñadores, publicadores principiantes. Desde 1988 la Feria del libro se ha consolidado precisamente como eso: un importante evento de negocios editoriales. Es la oportunidad del año para hacerse el agosto vendiendo libros, pero también es la oportunidad para entrar a una ristra de stands destinados a exponer las mil maravillas de la lectura, la cultura letrada, la música, el cine, el teatro y las exposiciones de pintura. Este año, la feria contó con un pabellón en el que el país invitado, Japón, mostró e hizo gala de todas las facetas culturales de su milenaria tradición: Muñecas de cara pálida, como a las que estamos acostumbrados con el teatro Bunranku, o el teatro del Nô; un jardín artificial emulando los jardines ancestrales del Japón (con el patrocinio de Homecenter Sodimac); un televisor de tecnología digital de metro y medio cuadrado, impronta de los avances orientales; avisos a un lado y a otro, hechos en la famosa ideográfica escritura; batallas samurais de niños de cinturón blanco; bonitas niñas vestidas como las más famosas heroínas del manga; y por supuesto japoneses a diestra y siniestra con una mesa: “Hago su nombre en japonés por tan solo 3 mil pesos”. En medio del pabellón se estacionó el Bibliobús obsequiado por el país invitado, una de las estrategias de la alcaldía desde hace varios años, para que, junto a las bibliotecas mayores y barriales, los ciudadanos tengan un mayor acceso a la literatura, la ciencia y la tecnología. Para que los libros estén al alcance de la mano, con bibliotecarios pagados por la alcaldía, con cineforos, con conferencias.  

Las presentaciones de las salas de eventos fueron de tres tipos: P (profesional), E (editorial, es decir, lanzamiento de libros, de editoriales de libros, o de secciones especiales de editoriales posicionadas o en gestación), y A (conferencias sobre temas afines a la feria).

 

La lectura de un caminante, un visitante, un vendedor de minutos y escritores de alta alcurnia.

Entre las conferencias que más llamaron la atención a los asiduos visitantes estuvo La cuidad jamás contada, con la presencia de Yolanda Reyes, Mario Mendoza, Carlos Eduardo Rojas y José Navia; y por supuesto el Homenaje a Germán Espinosa, que contó con un pasaje dramático a la Tejedora de Coronas y una obra de teatro como homenaje al escritor cartagenero. Este último evento habría de contar, según la programación oficial del día, con la presencia de Cristo Figueroa, Carmen Elisa Acosta, Luz Mery Giraldo, y la dirección de Víctor Viviescas.

Desde su inicio, las páginas destinadas a reseñar las actividades, las conferencias y los eventos de la feria, en periódicos, radio y televisión resaltaron a la feria como la máxima muestra de la cultura colombiana, como una faceta en la que los colombianos sí leen, en la que escritores de muy alto talante hacen conferencias que nos invitan a la lectura, nos abren los ojos respecto de muchas cosas, y, en últimas, pasamos un rato agradable mientras aprendemos. Pero ¿será que eso realmente es así?

En una entrevista que nos concedió Mario Mendoza nos dimos cuenta de algo que es fundamental para comprender qué es La feria hoy, en este país. Luego de la charla sobre la ciudad jamás contada, Mario estuvo en el rellano hablando con la prensa y con los interesados, para responder dudas y escuchar comentarios. Entre algunos señalamientos sobre la novela negra, sobre cómo surgió Scorpio City o Satanás, sobre su nuevo libro, Buda Blues, salió a cuento la pregunta clichetuda: ¿Qué piensa de la Feria del libro? Y lo que dijo es cierto: es un verdadero contraste: el contraste entre las cifras de los exámenes de estado, las encuestas de lectores asiduos y libros leídos, los índices nefastos de analfabetismo funcional, y el número extravagante de visitantes interesadísimos por los nuevos horizontes en la literatura, la ciencia y la tecnología. “Es una farsa completa, si nos damos cuenta del desastre lector que nos muestran por un lado las cuentas estadísticas y por otro la farándula de la escritura”, afirmó de un solo tacazo como si tuviera la respuesta preparada con antelación. 

Eso nos dice un escritor que ha ganado, entre otros, el premio Seix Barral, y que se ha consolidado como una de las prosas más promisorias de nuestra panorámica literaria., pero que, aunque cuente con el aval de los medios de comunicación, no ha logrado conquistar el mercado con los libros de mayor calidad, sino precisamente con lo que muchos críticos han denominado “literatura Light”.

Pero no sólo lo dice él. Entre un grupo de compañeros de vistita tuvimos la idea de entrevistar a un vendedor de minutos a celular, a un vendedor de libros ambulante que no tuvo acceso a un stand a la feria, y un visitante cualquiera:

Diego, el vendedor de minutos lo dice a su manera: “es una buena cosa, porque viene mucha gente y uno puede vender los planes”. Carlos  Moreno, el vendedor de libros, y además escritor de lo que vendía (un pequeño fascículo, “El caminante, poesía y cuentos populares”), afirmó que podía ser una buena excusa para salir de todos los ejemplares apolillados, sin importar que la gente los leyera: “eso [que la gente los lea] ya es otro cuento. No podemos pedirle peras al olmo.” El visitante, por último,  un señor de avanzada edad, fue muy claro: “Acá entre nos, lo bueno es que a veces venden libros baratos, por si se nos da por regalar algo para un cumpleaños, y que dan buen vinito y coctelitos”.

“La sección del lagarto”. En algún momento optamos por dar inicio así a este artículo referido a la lectura en la feria del libro. Lo que mencionaba el señor visitante es cierto. Luego de las siete de la noche, los múltiples visitantes, incluida la prensa y escritores de la talla de Juan Manuel Roca, zigzagueaban los pabellones orientados por el olor del licor y los cócteles. El ánimo del beodo es el ánimo del visitante de la feria, lo cual nos dice mucho de este evento anual con el que ya tanto nos identificamos. Nos dice que en gran parte, muchas personas pueden decir que entran a sumergirse en el ancho y vasto de la cultura del libro, cuando van a zambullirse en el ampuloso mar del vino. ¿Bueno? ¿Malo? A quién le interesa. Si lo hace Juan Manuel Roca. Lo que sucede en realidad no es contrario a lo normal. La opulencia de los lanzamientos en muchas ocasiones es un contraste con la pobreza de sus ventas. Y van de un lado para otro los felices y ebrios visitantes adulando la maravillosa feria, aunque en muchos aspectos sea un fiasco.

 

Homenaje a Germán Espinosa.

Y si hablamos de fiascos, muchos coincidiremos en decir que el denominado “homenaje” a Germán fue uno de los más evidentes. Por nuestra parte, como estudiantes de literatura, hicimos la larga fila para entrar. Conocemos la escritura de Germán y nos pareció que un homenaje tendría que desafiar el ojo de cualquier espectador. La curiosidad era increíble. Santiago García, uno de los más antiguos creadores del teatro La Candelaria; Juan Manuel Roca, el ganador del premio Casa de las Américas del año pasado por su extensa obra poética; Carlos Sepúlveda, uno de los mejores maestros, director de varias obras en el festival iberoamericano de teatro. Todos ellos salieron indignados al ver la puesta en escena y el “homenaje”. Los actores hacían lecturas de pasajes de la Tejedora de Coronas, mientras Cristo Figueroa se desplazaba por el recinto con el atuendo y las barbas de Germán. 

En su camino a la salida se le alcanzaba a escuchar a Santiago: “teatro...cuál teatro, esto es una farsa completa”, y tenía razón. Los lectores se pisaban las entradas, y entonaban muy mal. La presencia de un actor imitando al escritor no solo caía en el estereotipo, sino que en ese contexto resultaba una ofensa para los amigos y para los fieles lectores del escritor fallecido en medio de las circunstancias más mezquinas.

Leer fragmentos de un texto como la Tejedora de Coronas, sin ningún hilo conductor, es uno de los errores más crasos en los que puede se pueda caer. Y no solo en la sala de Corferias. Hacerlo en la escuela, como nos dice Fernando Vásquez (en un bonito artículo sobre la enseñanza de la literatura: “El Quijote pasa al tablero”)  puede castrar los buenos hábitos de un lector vigoroso, pues no nos familiarizamos con el texto completo, ni con las vicisitudes de su confección, ni con la intenciones de su escritura, sino que solo nos entregan retazos de una magnifica obra como es el caso la Tejedora de Coronas, en un sacrificio de amputación indiscriminada para hacer homenajes saliendo del paso. 

La entonación, la prosodia, sentir el texto como si saliera de las entrañas, “entregarse al texto, creer en él, cargarlo con nuestra esencia para que el libro pueda ser habitado por quienes lo escuchan”, como dice Rodolfo Castro, es una de las características vitales de la enseñanza de la literatura. Muchos de los abanderados literarios aun mantienen la creencia de que hay que abrir la escuela a escenarios como éste para aprender y sensibilizarse con la literatura, pero con problemas tan serios de lectura en voz alta, de coordinación, de fragmentación textual ¿Cómo mantener aun tal sentencia? Si esa es la forma de discutir, de homenajear entre los académicos de mayor talante, cómo hacer entonces en la escuela para que el contraste antes mencionado (el analfabetismo funcional, frente a asiduos visitantes a la feria del libro) se elimine del todo? Pues en principio habría que decir que una causa del famoso analfabetismo funcional está en la escuela, pero no solo allí. También está en la postura, en la rigurosidad de los mismos académicos, que hacen eventos como la Feria del libro.

 

La lectura en la escuela ¿Cuál sería el reto?

Un profesor alguna vez preguntó qué había que hacer: ¿bajar las creaciones artísticas a lo Light para que todo el mundo pueda leer? ¿O elevar la educación a niveles más altos para que los ciudadanos del mañana tengan el suficiente arbitrio, el gusto, para discriminar entre lo bueno y lo malo? ¿Estaremos acudiendo a un escenario en el que los que digan leer lean Las Prepago o la salida de Pinchao, mientras otro gran porcentaje ni siquiera lea periódicos de cuando en cuando? ¿O estaremos acudiendo a un escenario en el que Paraíso de Lezama Lima sea una obra de acogida plausible?

Esa es la inquietud referida a la lectura que nos surge al encontrarnos tan familiarmente con eventos como la feria del libro, pero aun no superamos nuestros graves índices.

Se le ha adjudicado tal turbulencia con los hábitos lectores a la escuela. ¿Es la escuela la culpable? 

Sí y no. Desde 1998, cuando salen a la luz los lineamientos Curriculares en Lengua Castellana, se ha pensado en una escuela versátil y flexible, en la que se integren todos los saberes, en la que los profesores y los estudiantes mantengan una parte activa en el proceso, la enseñanza de la literatura y la temática de la lecto-escritura en la escuela se ha vuelto un tema un poco azaroso. 

Leer, como dicen los epítetos de la Feria del libro, nos hace volar,  nos lleva más lejos, nos barre la ignorancia, nos atrapa y nos da mucho de qué hablar. Como dice Marguerite Yourcenar, nos permite contemplar la voz humana de manera más estática, de la misma forma en que podemos ver los gestos humanos en una escultura. Pero sobre todo, la lectura, forja mentes críticas, permite producir más allá de consumir, da un margen de esparcimiento y es un ejercicio cognitivo altamente cargado de demandas memorísticas y aprehensivas.

Desde luego, es necesario generar una cultura de lo letrado para que los ciudadanos se sientan identificados con personas leyendo en los parques, para que los ciudadanos sean críticos. Y que no solo lean libros. Que lean libelos, pasquines, periódicos, revistas, textos virtuales, cartas, que lean su propia vida. Estamos ante la disyuntiva de pornografiar la escritura o escriturar la cultura, si es que deseamos llegar a un punto en común entre escritores y lectores, entre editoriales en quiebra y colegios que demandan libros, aun cuando los estudiantes a veces no hagan la tarea de leer. Nuestra visión de la lectura, como ciudadanos corrientes puede llegar a ser como algo lejana. “Los que leen”, decimos a veces, como si se tratara de algo complejo y esquivo. Si nos queremos identificar en algo es en que todos tenemos derecho a una buena educación, tenemos derecho a superar no solo el analfabetismo, sino el analfabetismo funcional. Como consumidores de textos de divulgación masiva, tenemos el derecho de exigir lo mejores eventos culturales, tenemos el derecho de exigir las mejores producciones literarias, y tenemos el derecho a leer, como forma de ampliar nuestro panorama de mundo, como forma de entretenernos y como forma de evadirnos un rato de la realidad abrumante y problemática en que nos encontramos. Ese es un reto en el que día a día luchamos maestros de español en los colegios, escritores en los ordenadores, teatreros en los escenarios y editoriales en las rotativas.

Los Lineamientos Curriculares y las múltiples publicaciones de pedagogía  nos dan visos interesantes de cómo sensibilizar y llevar la lectura a un estadio mucho más avanzado. Hacer realidad tantas utopías es el desafío diario.

         

BIBLIOGRAFIA

 

  • CASTRO, R. Habitar el sonido. En revista nuevas hojas de lectura. Fundalectura. Bogotá:2005
  • VÁSQUEZ, F. El quijote pasa al tablero. Algunas consideraciones para la enseñanza de la literatura.(Fotocopias)
  • Lineamientos Curriculares en Lengua Castellana, Versión en PDF, circulando en la Internet.

 
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