No hay nada que escoger, ni entre estos, ni ningún otro.
Por: Sergio Vargas, Sumando Voces*
El próximo 30 de mayo los colombianos serán de nuevo testigos del saqueo político, del fraude, de la rencilla entre iguales por ocupar un puesto desde el cual desarrollar a plenitud el legado de Álvaro Uribe Vélez, seguramente uno de los mandatarios en ejercicio que más denuncias ha recibido, pero que no ha sido llamado aún por el primer juez para ser juzgado por sus crímenes de lesa humanidad (1). El registrador nacional del Estado civil, Carlos Ariel Sánchez, fue muy claro al decir a través de la W Radio que el pasado 14 de marzo hubo fraude electoral hasta con los “dedos de los pies” y el próximo 30 de mayo lo habrá también (2). La máxima autoridad reguladora del plebiscito ciudadano ha dicho ante los oídos atónitos de los escuchas que su voto va a ser objeto de manipulación, o en otras palabras coloquiales, que su presencia en las urnas será un mero requisito para que los estafadores y corruptos legitimen el accionar de los próximos cuatro años, con prorroga de otros tantos igual (3).
El pasado 14 de marzo, efectivamente, los ciudadanos que sentían (y sentíamos… ¡sniff!) que su acto democrático aún podría incidir en los resultados, fueron utilizados por esas maquinarias y empresas nacionales dedicadas de lleno a falsear la información depositada en las urnas. Las denuncias de compra y trasteo de votos son apenas sofismas de distracción frente a otros hechos que también han salido a la luz pública: tarjetones marcados en la basura; tarjetones marcados sin doblar (es decir, sin que hubiesen pasado por una urna); formularios de los testigos electorales en blanco pero firmadas; cuentas extrañas y sumas de votos que parecen multiplicaciones o, en otros casos, restas; la demora de los resultados por un supuesto ataque de hackers. Hasta los títeres del sistema han puesto el grito en el cielo por semejantes arbitrariedades. Luís Elmer Arenas, del Partido de la U, muy juicioso recolectó las pruebas que comprobaron la existencia de sendas irregularidades en el Valle del Cauca, y exigió repetir las elecciones (4). Otros, asimismo, desde el exterior también claman por nuevas elecciones. Todo esto comprueba a ciencia cierta, como muchos saben, que será presidente no quien el pueblo quiera, sino aquel que el establecimiento disponga; no hay problema pues para eso existen los mecanismos adecuados que permitan convalidar toda la información ante todos los estamentos, tanto internos como externos. Su firma, su huella, su asistencia a la “cita democrática”, lo permiten.
Ahora bien, aunque las elecciones fueran un poco más transparentes, no se garantiza cambio, sino continuidad. Ojo: continuidad de la corrupción, de la guerra entre iguales, de la pobreza como arma social de control, etc. Por supuesto Juan Manuel Santos no se compromete con el sí para la educación, la reparación a las víctimas, la salud universal y gratuita, la pensión digna, a la solución negociada del conflicto bélico que sufre el país, entre otras, y tampoco con el no frente a una posible invasión a países vecinos, por ejemplo. Él y Germán Vargas Lleras son las personas más peligrosas que hoy tiene el país. En otra posición se encuentra el mejor candidato que ha encontrado el neoliberalismo en Colombia: Antanas Mockus, él representa el Obama para el Israel suramericano, la ficha que debe cambiar para que todo siga igual (la propuesta, si es que la hay, del Partido Verde, no es novedosa en absoluto para el país, pues no accederían al acuerdo humanitario, no derrumbarían contundentemente las mafias del poder y estarían dispuestos a trabajar con cualquiera, incluso representantes del PIN, Partido de Integración Nacional, manejado desde las principales cárceles del país). Y para mostrar que este país es diverso, la izquierda de la derecha encarnada por Gustavo Petro, quien en sus propuestas coloca en el mismo nivel la parapolítica y la llamada farcpolítica, justificando así las distintas investigaciones que adelantan los organismos de control contra políticos, estudiantes, profesores, etc., en una acción de censura general contra una oposición real. Bueno, Petro quisiera seguir con la seguridad democrática “pero sin falsos positivos”, ¿acaso significa que respetaría el acuerdo militar con EEUU, las detenciones arbitrarias, la militarización de la sociedad, el armamentismo, el excesivo uso de los recursos públicos en la guerra? (5)
Sea la propuesta que sea, es necesario evadir esa atmósfera utópica que invade tanto a derechos, izquierdos, centralistas, o ciudadanos conducidos diabólicamente por los medios masivos de desinformación que sólo han visto a cinco o seis candidatos, de los nueve que hay. Está anunciado por los mismos representantes del régimen: sí va a haber fraude, y sucede porque ya existe desde hace meses un acuerdo para nombrar al próximo presidente de la república inter-dependiente de Colombia (6). En las elecciones del próximo 30 de mayo: ni gonorrea de Santos, ni Parkinson de Mockus, ni varicocele de Petro, ni retardo mental de Pardo, ni esquizofrenia de Vargas Lleras, ni estupidez retardataria de Noemí… ninguna enfermedad potencialmente susceptible de ocupar una silla como nuestro representante. Abstención activa, no confiar en el sistema: contra la farsa electoral, no votar.
Notas: