Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

BAJO LA LUZ DE LAS ESTRELLAS

Por: Gianni Lara Cruz
Fecha publicación: 4 de marzo 2010

Una lluvia lentica cae durante el día 106 después del paro. Moja los nuevos tomates que se vuelven rojos como si las gotas estuvieran llenas de vida roja frente a mi casa. La idea de salir al ver a la gente organizada comenzó a regarse por todos lados. Pocos fuimos los que nos quedamos por la nostalgia de ver la lluvia y las calles desiertas llenas de recuerdos.

Las cosas vinieron como al tiempo. La semana anterior se había caído constitucionalmente la ley que permitiría darle más años en el poder al dictador que se creía invencible. El ambiente político era incierto y sólo: Maximo Cappice “El auténtico títere, el que no era de carne y hueso” comenzó a acaparar el favor de los electores porque todos los títeres de carne y hueso que se aprestaban a subir al favor del poder tenían poca capacidad de convencimiento a pesar de que los periódicos y los noticieros proclaman sus proezas y su buen hablar.

El lunes entonces amaneció la capital en caos. Los transportadores iniciaron un paro masivo porque veían cómo la alcaldía se encaminaba hacia la entrega del sistema de transporte de toda la ciudad a grandes monopolios mediante el pago irrisorio de sus buses. Les pedían que vendieran a crédito en muy bajas cuotas, por el cuarenta por ciento menos.

El paro pasaba y llegaban noticias desde la televisión, que el alcalde debía de irse, que la culpa era de los transportadores, pero poco a poco los periodistas comenzaron a buscar historias al interior de la gente. Entonces se escapaban notas en vivo donde la gente comenzó a hablar de cómo les podían poner el pasaje a más de 2.000 pesos y cómo todo el trasporte estaba controlado por los monopolios que eran los que manejaban a la policía y que después tocaba pagar o pagar y ni modo de protestar. Lo que en principio fue una sospecha se dispersó en las calles rápidamente, pues la gente estaba en sus casas sin otra cosa que hacer que esperar a que se levantara el paro. La gente comenzó a conspirar de forma tan organizada y masiva que parecía que la ciudad se había intoxicado con un aire de libertad nauseabundo para los propietarios del régimen.

La segunda semana del paro, se comenzaron a organizar en muchos conjuntos para emplear el trasporte particular y volverlo realmente público, es decir se hizo un cronograma y una serie de rutas con los vecinos para ir al trabajo, y entre todos hacían vaca para pagar la gasolina. Pero con el tiempo trasladarse fue cada vez más difícil pues la gasolina no llegaba y los sindicatos de transportadores habían constituido una fuerte alianza con los sindicatos de magisterio, de trabajadores, de pensionados y otros que permitieron unificar un pliego de condiciones que se repitió en innumerables marchas que se disolvían cuando alguno de los líderes de izquierda se tomaba la voz para hablar por los demás, la gente entonces los desautorizaba, y volvían a sus casas.

Lo que no habían esperado es que el pequeño apoyo que comenzaron a dar los sindicatos sirviera para que muchos grupos de base que practicaban la educación popular a través del trabajo con agricultura urbana, medios de comunicación alternativos y eventos artísticos y culturales, generara un proceso de movilización distinta en la comunidad que ya no trabajaba por darle el voto a un caudillo porque simplemente ya no había instituciones. La autonomía llegó a tal grado que muchos policías no volvieron a uniformarse pues estaban aburridos de que la gente que estaba tan bien organizada les daba tan duro cada vez que llegaban a un lado. Habían frentes de acción por toda parte que hacían ineficiente la acción de la policía a pesar de contar con sofisticados aparatos y equipos de comunicación. Se construyó un fino sistema de boicot, que resultaba en diferentes lados y desaparecía rápidamente dejando estropeados a aquellos carros que se atrevían a transportar a las personas.

Fue también ver en imágenes los saqueos en Haití y Chile, que habían sido devastadas por terremotos, a los grandes supermercados. Luego colgaron en la Internet videos donde mostraban cómo organizarse para tomarse los grandes almacenes y redistribuir lo adquirido. Nosotros al principio nos quedamos atrincherados aquí, jugando con los hijos, viendo algunas películas, comiendo juntos, arrunchados, muchos comenzamos a hacer lo mismo. Pero con el paso de las primeras semanas salíamos a hacer ollas comunitarias juntando lo que llegaba. Después fuimos parte del movimiento.

Participamos de los frentes sociales de educación en medios, otros frentes estaban directamente relacionados con el cultivo de alimentos en los pequeños sardineles y jardines de las bahías, otros con la implementación de sistemas operativos Linux que permitían que todo el conjunto y todos los sectores cercanos se pudieran conectar gratuitamente gracias a múltiples dispositivos portátiles. Además había un sector que se encarga de la toma de supermercado y provisiones, no es que sólo fueran ellos, todos hacíamos de todo, pero algunos estaban encargados de planificar la organización para que entre todos lo hiciéramos.

Se conformó también un grupo de estudio integrando por diversas edades para generar medios de comunicación sencillos que le permitían a la gente enterarse de lo que estaba pasando afuera, pero cada vez más la información de afuera comenzó a desplazarse por información básica y las discusiones comunitarias de adentro. Los salones comunales y muchos de los colegios fueron tomados por las comunidades para reunirse a hacer trabajo de educación popular. Fue en esas reuniones donde también comenzó a germinar la idea de salir.

El segundo mes desde que había empezado el paro estaba por finalizar y los anuncios de volver al trabajo so pena de cancelación de contratos dejó de intimidar a la población. Alguien propuso la idea de tomarse un pedazo de tierra y cultivarla entre todos. El contacto con la siembra en los pequeños jardines que para muchos fue virginal a pesar de estar cerca de los cincuenta, les dio más fuerza pues ahora sabían que para sembrar sólo necesitaban tierra y que la tierra lo proveía todo. Además algunos decían que si estuviéramos en zona rural un terremoto no afectaría tanto a la población pues lo que mataba eran los edificios y el cemento sembrado por el hombre.

Los sueldos del primer mes estaban consignados, pero los cajeros no poseían efectivo y de todas formas el dinero ya servía de poco pues los supermercados, las estaciones de servicio y las tiendas estaban cerradas o controladas por las comunidades que desarrollaron un sistema de trueque en el que todos ganaban. Quienes vivían en los barrios periféricos se habían organizado fácilmente. Quienes vivían en los sectores exclusivos fueron quienes tuvieron mayores inconvenientes, pues su dinero se acabó rápidamente y a pesar de sus fortunas no podían salir fácilmente.

La comunidad internacional dejó de emitir pronunciamientos negativos sobre la anarquía reinante en la ciudad cuando comenzaron a atender focos similares al interior de sus países en pequeñas comunidades que habían recibido la información del proceso gestado aquí a través de Internet.

Al comenzar el tercer mes comenzaron a salir los primeros grupos de pobladores, tomaron en principio los terrenos de las flores que estaban alrededor de la ciudad. Sabían que la producción de comida gastaría cierto tiempo y por eso se concentraron recursos desde las comunidades que estaban en la ciudad para proveer a quienes estaban sembrando y construyendo sus vidas en el campo. La ciudad y el campo comenzaron entonces a trazar un tipo de simbiosis en donde se aprovechaban recursos tecnológicos de la ciudad para trasladarlos al campo y el campo comenzó a proveer el alimento de la ciudad a manera de trueque y distribuido por sectores. Es decir, cada comunidad tenía un pedazo de tierra que le proveía alimentos y había contactos en la ciudad que permitían redistribuir la tierra que no había sido expropiada aún de manos de los terratenientes. Aunque el ejército quiso recuperar el poder, sus esfuerzos fueron inútiles, los soldados de los batallones desertaban masivamente y se incorporaban a sus comunidades prestando un servicio invaluable.

Aún cae la lluvia sobre los tomates. Acaba de llegar la camioneta construida con paneles solares que transportará algunos de mis antiguos libros a la biblioteca que armaremos en la cabecera del municipio de Tierra Nueva. Mis hijos y mi mujer me esperan allí, construimos una pequeña pero acogedora casa alrededor de un árbol con ayuda de mis vecinos que hoy en día son como mis hermanos. Yo he servido como apoyo desde la ciudad, pero esperaba este día con anhelo. Ya no vuelvo más, no hay necesidad, la naturaleza misma con los años llenará de tierra y plantas a esta mole informe de cemento que construimos equivocados.

No me importa mojarme con tal de salir ¿Quién hubiera pensado que lo que tanto nos condenó durante siglos fuera olvidado de un momento a otro por las personas y ahora estemos viviendo así? La gente ahora es como más feliz, se nota en las caras, es increíble ver cómo ya no importa la ropa, ni los estratos, ni la religión y hace mucho que se disolvieron los equipos de fútbol, las tribus urbanas se comenzaron a diluir en la actividad práctica de los días y ya todos como que pensamos más en todos y como que la pasamos mejor. Hay gente aún que se resiste a abandonar la ciudad. Dicen que en las casas-quintas que quedan en el norte hay ricachones que están atrincherados aún con un jurgo de provisiones. Yo no sé, la mayoría dice que tendrán que salir cuando se les acabe todo lo que tienen, vamos a ver.

Yo por lo pronto me voy, y creo que ya he sacado un tiempo para leer con los chicos del parche algunas obritas de Chejov, bajo la luz de las estrellas, para recordar con ironía y sátira los tiempos en que éramos esclavos.


 
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