Por: Agencia de noticias Techotiba.
Fecha de publicación: 13 de julio de 2011
Primero de mayo 2010, Techotiba.
Para mantener la memoria sobre esa fecha, se realizó el domingo 19 de junio un acto de aniversario. El lugar de encuentro fue la parroquia de La Rivera en la calle 42A Sur con carrera 97D. Este acto contó con la presencia de vecinos del barrio y de protagonistas directos del paro, los cuales dieron testimonio de los hechos de aquella protesta. A continuación entregamos el documento de la convocatoria del evento:
A la media noche del 19 de junio de 1996, los altoparlantes de 55 juntas de acción comunal en los barrios ribereños del río Bogotá y en Patio Bonito hicieron sonar el Himno Nacional, y la pólvora de cientos de voladores estalló en los cielos para anunciar el inicio de un paro cívico que se había preparado cuidadosamente durante los meses anteriores. Miles de habitantes humildes, obreros, recicladores, vendedores ambulantes, amas de casa, comerciantes, jóvenes y viejos, atendieron el llamado, se pusieron en movimiento y fueron formando apretados ríos humanos que avanzaron por las principales vías de la zona hasta tomar las posiciones y montar las barricadas asignadas por la organización del movimiento. Durante las siguientes 24 horas el occidente de la ciudad se vio paralizado por una de las más resonantes batallas populares que recuerde la capital del país. Con motivo de cumplirse 15 años de esa fecha, es necesario recordar las principales enseñanzas de aquella jornada y revisar lo que ha acontecido desde entonces, para constatar, una vez más, la catadura oligárquica, antipopular y corrupta del Estado que nos gobierna.
Como muchas zonas, la de Tintal se formó al margen del planeamiento de la urbe, fruto de la necesidad de los destechados de diversos orígenes, una buena parte de ellos desplazados de los campos, ya por la violencia o por la crisis económica. Cuando estas personas creían que por fin habían conseguido la protección de un techo, se tropezaron con los anuncios oficiales de que, por obra y gracia de un acuerdo entre los grandes propietarios de la tierra, los urbanizadores y los accionistas de la zona franca, serían desalojados porque el Distrito requería los predios para construir megaobras de infraestructura, tales como la recuperación del río Bogotá, el canal embalse Cundinamarca, la avenida del mismo nombre y otras vías importantes. Para llevar a cabo este plan, la administración Mockus presentó al Concejo un proyecto de acuerdo de “reordenamiento del borde occidental” de la ciudad. En ese momento se prendieron las alarmas.
Para enfrentar la amenaza, las cinco localidades que se veían afectadas, Suba, Engativá, Fontibón, Kennedy y Bosa, iniciaron procesos de organización, de los cuales el más destacado fue el que se vivió en Tintal Central, en donde se conformó un comité que logró agrupar a las organizaciones de base de todos los barrios, se realizaron decenas de reuniones amplias en las que se explicaron y discutieron los planes del gobierno y fue tomando fuerza la necesidad de un paro cívico. Rápidamente la idea se extendió a Patio Bonito cuyos líderes se sumaron a la iniciativa. También lo hicieron los párrocos de Santa Luisa, Santa Bernardita y Tintalito y los sindicatos de ETB y de los vendedores ambulantes. Poco a poco fue adquiriendo forma un pliego de exigencias cuyo punto principal era la legalización de los barrios, en oposición a los desalojos; allí también se contemplaba el rechazo a la Ley 142 de servicios públicos, la pavimentación de las vías, la construcción de redes de alcantarillado y la normalización de los servicios de acueducto, energía, y teléfonos. Después de múltiples asambleas la fecha del paro se fijó para el 19 de junio y se distribuyeron las responsabilidades para los bloqueos. Un objetivo primordial era impedir el acceso a Corabastos.
Las barricadas se ubicaron desde la calle 13 hasta el río Tunjuelito a lo largo de las avenidas Ciudad de Cali y Agoberto Mejía, en Banderas y en la Boyacá con Américas. Con menos fuerza participaron en el paro los barrios ribereños de Suba, Engativá y Fontibón. Durante todo el 20 de junio la pobrería se apropió del occidente de la ciudad e impuso su ley. Después de que Antanas Mockus dijera que no negociaba bajo presión, se vio obligado a acudir al Cayetano Cañizares a reunirse con los dirigentes del movimiento con quienes se acordó una agenda para las negociaciones y el paro se levantó pasada la media noche. En el proceso que siguió, las posiciones egoístas de algunos dirigentes, estimuladas por la Administración, comenzaron a socavar la unidad de la comisión negociadora. Ante la posibilidad de que Mockus se saliera con la suya y la comisión terminara convertida en rey de burlas, ésta determinó por mayoría romper la negociación y concentrarse en presionar al Concejo en el trámite del proyecto sobre el reordenamiento del borde occidental. En el Acuerdo, el 026 de 1996, la ronda del río se redujo de 300 a 50 metros en Fontibón, Suba y en Kennedy, por la construcción del canal Cundinamarca se mantuvo en 300 metros, y en los meses que vinieron, centenares de familias fueron desalojadas mediante la compra a precios irrisorios de sus propiedades.
La división propiciada por el gobierno, a la que le hicieron el juego mezquinos intereses políticos locales, hizo que no se pudiera enfrentar la negociación de los predios unificadamente. Al hacerse en forma individual, el gobierno logró embolatar a su antojo a las familias, las cuales terminaron reubicadas en Bosa y Ciudad Bolívar, en viviendas diminutas y endeudados, pues la miseria que recibieron en pago por sus predios, sólo les alcanzó para cubrir una parte del costo de la nueva. Al retrasarse en los pagos, muchos ya perdieron esas casas y quedaron en la calle. Una lección importante que debe aprenderse es que los problemas colectivos deben enfrentarse unificadamente y se deben desbaratar las maniobras de los poderosos que los convierten en problemas individuales.
En las discusiones sostenidas con la comisión negociadora, Mockus insistió en una visión oligárquica de la “equidad”, según la cual, los intereses de unos pocos no pueden prevalecer sobre los de toda la ciudad. Para él esos pocos eran el pueblo de Tintal Central, cuando la verdad era que con las obras de infraestructura se beneficiaba un puñado de grandes urbanizadores, los accionistas de la Zona Franca y el consorcio francés al que se le adjudicó el multimillonario contrato de la descontaminación del río Bogotá.
El tiempo les dio la razón a los dirigentes del paro, pues los hechos demostraron que el Canal —que nunca fue embalse como se decía y quedó reducido a otra cloaca más— y la avenida Ciudad de Cali, eran una exigencia para los desarrollos urbanísticos en Tintal Norte y Tintal Sur, hoy en pleno apogeo. La avenida Cundinamarca que figura en los planes del Distrito desde hace 30 años sigue sin construirse y es un claro ejemplo del desgreño oficial. Tampoco se han construido la Tintal y la Santafé, pero debe advertirse que en cualquier momento, por estas causas o por otras, la zona puede volver a ser objeto de desalojos, pues para los monopolios de la construcción sigue siendo un parche que les impide unificar los desarrollos de los tintales y un bocado apetecido.
También tuvieron la razón en cuanto a la descontaminación del Río Bogotá. Los hechos demostraron lo absurdo de construir tres plantas, empezando por la del Juan Amarillo, lo cual era como tirar la plata a una alcantarilla, pues lo que se descontaminara arriba, se perdía con la llegada del Fucha y el Tunjuelo. Hoy, la planta del Salitre es un elefante blanco después de que el Distrito decidiera dejar de pagar a los franceses los 100 mil millones de pesos que le costaba anualmente su operación, y la capital enfrenta una demanda millonaria por la terminación anticipada del contrato. Cuando la ciudadanía se pregunta por qué es tan alto el costo del servicio de alcantarillado, debe mirar hacia la desembocadura del Juan Amarillo para encontrar parte de la respuesta.
La lucha de 1996 permitió mostrar ante el país los problemas de la zona ribereña del río Bogotá. Lamentablemente la independencia frente al gobierno que tuvo ese movimiento fue perdiéndose y hoy buena parte de las organizaciones de base han sido cooptadas por el régimen y son atraídas por las mieles de una contratación que terminan pagando todos los vecinos. Los logros del acto de rebeldía popular de hace 15 años son reclamados por algunos como victorias personales. Hasta Peñalosa se pasea en bicicleta por la alameda mostrando cada cosa como fruto de su pasada administración y pidiendo votos para un segundo período. Este es un mensaje para reivindicar la importancia de la lucha cundo el pueblo decide unirse y organizarse. Nada se le debe a los opresores.