VENEZUELA Y LA ANGUSTIA DEL CHE
Por: Orlando Sotelo.
Fecha de publicación: 19 de octubre de 2012.
Los resultados de las elecciones en Venezuela dejan un sabor agridulce. Se han escrito bastantes documentos de elogio y regocijo por el triunfo que destacan la labor de Chávez y la Revolución, sin embargo es importante analizar otros componentes que resultan preocupantes pensando en el futuro a largo plazo.
El triunfo de Chávez fue histórico y el de la oposición también, comparativamente aumentaron en un 50% su caudal electoral, mientras la Revolución sólo tuvo un incremento del 17%, y en materia de estadística es muy importante tener en cuenta hacia dónde apuntan las tendencias.
La primera conclusión es que encontramos una derecha fortalecida; realizaron una campaña con un despliegue logístico y propagandístico gigantesco, la pregunta aquí es ¿cómo se financió la campaña?
Más allá del apoyo gringo, es evidente que las arcas de la burguesía después de 14 años de revolución se encuentran intactas. Y allí surge la pregunta de fondo: ¿sí el capitalismo es ante todo una relación social, en qué ha contribuido el proceso revolucionario a la destrucción de este tipo de relación? ¿No estamos ante el riesgo de una revolución pasiva como la plantea Gramsci? En la medida en que la revolución ha tratado de pagar lo que en términos liberales se define como la “deuda social”, no ha logrado transformar de fondo la esencia de las relaciones capitalistas; existe un gran riesgo de que ésta se convierta en un periodo de incubación para un florecimiento de una nueva versión de capitalismo de Estado como en últimas lo aceptó la campaña opositora. Pero el gran dilema de Venezuela es que el aparato productivo basado en la renta petrolera donde unos 80.000 trabajadores generan los excedentes son los que sostienen los programas y las misiones que benefician a la gran mayoría de la población. El resto de la economía termina como un apéndice en el que persisten relaciones de explotación que facilitan el proceso de acumulación de una burguesía que permanece sólida. Es evidente que una gran parte del caudal de votos de la oposición procede de sectores populares que por diversas razones no coinciden con los planteamientos de la revolución.
Si bien existen algunos modelos de empresas mixtas y sobreviven otras del modelo cooperativo que en buena parte fracasó a principios de la revolución, la pregunta que surge es: ¿qué tipo de modelo autogestionario existe que permita desplazar la relevancia que tienen las empresas capitalistas venezolanas? ¿Qué pretende Chávez cuando invita a Cisneros a votar por él, ya que la revolución le garantiza su permanencia y estabilidad? ¿No deja acaso esta invitación un mensaje de capitalismo bueno y capitalismo malo? Este personaje tiene cabida para explotar ciertos sectores, extrayendo al parecer con muy buenas intenciones la plusvalía de miles de trabajadores venezolanos. Nos encontramos ante una lucha ideológica bastante compleja, no podría extrañarnos que muchos de los votantes de Capriles sean beneficiarios de los programas y misiones chavistas y sin embargo existen motivaciones de carácter ideológico que rechacen la idea del socialismo.
A diferencia con la revolución cubana que extirpó desde el principio a la burguesía, el proceso en Venezuela ha convivido con esta de una manera peligrosa. Esto en el marco de la lucha ideológica, deja espacio para aceptar el modelo de acumulación capitalista como horizonte de vida. Por ello la lucha debe centrarse en disputarle a la estructura capitalista actual, su capacidad productiva y sobre todo reproductiva. En la medida en que el Estado sostiene al trabajador corriente en sus necesidades básicas, le está facilitando al capitalista la explotación no sólo material sino ideológica, y da la sensación de que se obtiene un salario justo y no existe tal explotación. Es decir, en el terreno de la lucha de clases el Estado está actuando como amigable componedor en la contradicción capital-trabajo.
El enfrascamiento en la continua disputa electoral ha negado la posibilidad de un avance en términos cualitativos de la parte programática e ideológica, en apuntar a la construcción desde las bases de todos los colores del socialismo para Venezuela, que haga un debate en perspectiva histórica con los socialismos históricos. ¿Se está dando una revolución democrática que no termine envuelta en la lógica de las razones de Estado, que en su afán y necesidad terminan negando todo el contenido de una construcción socialista? Desde los inicios se advirtió la concentración en manos de un líder, hecho en sí mismo peligroso, basta recordar la catástrofe del fascismo: ¿dónde están los liderazgos colectivos y la unidad de acción de las fuerzas sociales? ¿dónde está su representación en la dirección del Estado? Hasta ahora el hecho concreto es que la revolución está centrada en un estatismo que termina pareciéndose al socialismo burocrático ya fenecido con un fuerte ingrediente de populismo de Estado.
El modelo consumista.
En una entrevista, Chávez resaltaba que el incremento en consumo de energía de los venezolanos que adquirían casa, aumentaba en un 400%; si bien dentro de la lógica capitalista esto significa un “crecimiento” en la capacidad de consumo de las familias, desde la perspectiva ambiental se trata de una tragedia que invita a revisar el modelo de sociedad que se está construyendo. Basta recordar su vieja y estrecha relación con los Estados Unidos, hasta tal punto que un militante del MAS venezolano calificó a su país como “venezuelalandia”, una especie de refugio que permitía al ciudadano americano visitar el país sin extrañar sus costumbres. ¿Está entonces Venezuela en rumbo de construir un socialismo de consumo?
La pregunta aquí es: ¿Cuándo se va a construir la alternatividad económica? ¿Tiene algún sentido plantearse propuestas como el trueque, el decrecimiento y la economía a escala humana en la construcción socialista, o se trata simplemente de hacer correcciones al modelo planificador del antiguo socialismo real aceptando algunas herencias del capitalismo?
Este es el núcleo de la lucha ideológica en el plano económico, la persistencia de un modelo basado en la explotación del trabajo, en donde la capacidad de acumulación es el indicador de éxito, necesario para sostener un estilo de vida que no limite la capacidad de consumo de los ciudadanos.
Los Llamados del Ché.
Es aquí donde notamos la angustia del Ché. Esa angustia que se origina cuando el personaje advierte que “yo se los había dicho”.
El eje de la acción electoral ha frenado la acción en lo político-estratégico que profundice en la construcción de una socialismo en su sentido estructural; se ha anclado a resolver los problemas de gestión en una lógica de gobernabilidad de carácter burgués, en donde el clientelismo, la corrupción - hijos directos del burocratismo - amenazan con destruir los avances que ha logrado la revolución en el campo de la disputa política contra la burguesía local e internacional. Basta recordar el 2008, año de las tres R, revisión, rectificación y reimpulso, señal inequívoca de la grave crisis interna del proyecto bolivariano.
El Ché ubicaba tres problemas fundamentales que ocasiona el burocratismo en el socialismo: la carencia de un motor interno que impulse la revolución por la carencia de un interés propio del individuo que se comprometa con el servicio al Estado, una carencia de conciencia revolucionaria; en resumen la carencia de un motor ideológico. La segunda es la falta de organización, plenamente ubicada en los primeros años de gobierno bolivariano, agravada con el golpe y el paro petrolero pero que aún es evidente y hace parte de los argumentos de la oposición para atacar al chavismo. No se trata de generar un estructura organizacional que atienda problemas de cualquier manera sino que entienda las causas políticas e ideológicas que soportan esas estructuras. La tercera causa la ubica el Ché en la falta de conocimiento técnico, hecho que impide la búsqueda de soluciones apropiadas; aquí el tema va un poco más allá de la mera discusión técnica, se da en el plano de la naturaleza y carácter político del uso de la tecnología.
El primer llamado de atención lo dio la crisis petrolera cuando, el proceso de producción se vio frenado por el sabotaje en el software que controlaba todo el proceso productivo. Estos programas hechos por los gringos con tecnologías totalmente ocultas para el país, evidenciaron la necesidad de construir una autonomía tecnológica. Después de 14 años de revolución este tipo de incidentes siguen presentes, el último hecho se presentó recientemente en abril de 2012: la CANTV aprobó la compra de 205.000 licencias a Microsoft para uso del Estado, con un costo de $18.000.000 de dolares no sólo es la resolución de un problema tecnológico sino un asunto de carácter estratégico. Ante semejante oportunidad, Microsoft no dudará en implantar unos cuantos programas espías en esos equipos. Esto es tan solo una muestra del gran desafío que representa el conocimiento técnico y científico.
Los resultados electorales demuestran que existe un caudal político que expresó en las urnas su rechazo e inconformidad hacia la gestión del gobierno bolivariano, además de la tensión y conflictos propios de fuerzas que se dan al interior de la Revolución, e incluso del papel de los llamados Nini (ni chavistas ni escualidos) que no votaron y que a pesar de haberse reducido en el 50% representan un número significativo de votantes cercano a los 3 millones; parte de su negativa relaciona el proyecto chavista con los mismo vicios de la Cuarta Republica. Como parte de la propuesta política para la revolución es construir con este sector significativo propuestas que les seduzca hacia al socialismo. Es evidente que la derecha ganó un gran terreno en este sector: mientras al chavismo aumento en 1,5 millones la derecha amplió en 2 millones las personas del terreno de los indecisos que no necesariamente apoyan a Capriles por sus propuestas sino más bien votaron en contra de el proyecto bolivariano. Ha sido un error la estrategia de Chávez apostarle a esa polarización que termina señalando de oligarcas a aquellos sectores que no están en sinfonía con la revolución; a diferencia de otros socialismos, se trata de una disputa del consenso alrededor del socialismo, de su carácter humanista, de igualdad e incluyente.
A diferencia con el capitalismo que encuentra los culpables por fuera del sistema, cuando habla de distorsiones económicas o falta de disciplina de los gobiernos o del consumidor, el socialismo no tiene derecho a equivocarse; aquí las equivocaciones son culpa del sistema y obviamente de quien lo dirige. En el capitalismo la culpa se le atribuye al azar que termina desprestigiando la mano invisible y perfecta del mercado.
Mas allá de las teorías conspirativas es cierto que existen grandes obstáculos internos en la construcción de un socialismo que a la fecha no tiene un rumbo claro, de ahí la importancia de una construcción colectiva del poder, un poder caudillista deslegitima la construcción desde abajo porque todo se supedita a la capacidad del líder para tener una lectura de las "necesidades y anhelos del pueblo" y consecuentemente se filtra por quienes lo rodean.
Es evidente que la derecha respira, no sólo por su capacidad económica sino por un soporte politico-ideologico que le es favorable y que reside aún en una parte de las clases populares
El poder local como factor de aceleración de la revolución.
En las últimas elecciones locales la revolución ha perdido terreno; esos microespacios son los que estructuran las relaciones directas con el poder, es allí donde el papel de líder pasa a segundo plano. Es fundamental para el proyecto socialista colocar el énfasis en el fortalecimiento de estos poderes. Las próximas elecciones a la gobernación serán un termómetro distinto, de la realidad política de Venezuela, el peor escenario puede darse si se pierden más gobernaciones, hecho que es posible dados los estrechos márgenes que una gran parte de los Estados en disputa se evidenció. Caracas es el testigo central de la disputa del poder local, tanto que implicó la intervención de Chávez para cambiar la correlación de fuerzas entre los poderes que allí se confrontan.
Lo más probable es que la oposición canalice todas sus fuerzas hacia la disputa local, condición que le facilita aprovechar los programas de carácter nacional como parte de la disputa ideológica, superar las barreras en la construcción del verdadero poder popular entre ellas el burocratismo, es una tarea fundamental de la revolución, que tiene además un carácter hemisférico y no exclusivo del pueblo venezolano.