QUE VIVA LA MUSICA
Por: Javier Moyano.
Fecha de publicación: 3 de noviembre de 2015.
Qué viva la musica aunque no representa una de las obras que más me interesen del trabajo de Caicedo, la considero un trabajo muy bello, la voz femenina, Cali, Ricardo Ray, The Rolling Stones, el baile, la soledad, las drogas y sobre todo la desazón de la multitud, son componentes que bien vale apreciar a casi 40 años de haber sido concebida además uno de los aportes de esta novela es sin lugar a dudas que casi para cuatro generaciones de jovencitos empantanados se presentó como una puerta de entrada a la literatura, más cuando los profesores se empeñaban en hacer leer Los hermanos Karamázov o Cien años de soledad. Nada más lejano a nosotros, pillos de barriada que sólo estábamos interesados en la música, en vivir aunque nos costara la vida.
Por ello y por una pasión en común con Andrés, corrí a la sala de cine casi ansioso a ver su adaptación al cine. La decepción y frustración ha sido total, el irrespeto mostrado por el señor Carlos Moreno es abusivo y casi cae en lo vulgar, parece que este señor que se hace llamar “director de cine”, nunca leyó las críticas de cine de Caicedo, su pasión por el detalle, por lo sutil, por el manejo de los tiempos y de las cámaras como testigos casi imperceptibles de historias. Todo “se lo pasó por la galleta”, su versión cae reiterativamente en lo banal, su falta de pulcritud en la dirección de arte es, por decir lo menos, desagradable; autos que no pertenecen a la época, vestuario pobre, desastres musicales como incluir a Superlitio, billetes de 10.000 pesos con la cara de Policarpa, un grafitti de Jaime Garzón, un desastre de inicio a final. Eso sin hablar del exceso innecesario de la voz en off y la actuación débil de una “mona muy oxigenada”; sus esfuerzos por mantener la esencia de la obra son todos un fracaso.
Despedazar una obra que ha sido leída por varias generaciones de colombianos no puede pasar impune, no solo por Andrés, quien esta requete muerto y que si pudiera ya estaría acostumbrado a que unos “buenos amigos” sigan lucrándose con su obra pero sobre todo con su muerte: no puede pasar impune por las futuras generaciones dentro de las cuales seguramente algunos y algunas evitarán leer la obra y buscarán la película, como típica medida cortoplacista.
Señor Carlos Moreno, usted debe responder por el atropello que realizó y no venga con argumentos de libre expresión o de que era “una adaptación no rígida de la novela”; dedíquese el resto de sus días a eliminar las copias de tan asqueroso experimento, y a pedir perdón muchas veces, a cada uno de los pobres desgraciados que le dimos más de una hora de nuestras vidas a su trabajo de mierda. Que destino fatal más terrible el de Qué viva la música, que caer en manos de gente con el alma fría, vieja y sin melodía.