Por: El Macarenazoo.
Fecha de publicación: 28 de mayo de 2013.
Hoy se cumple año y medio de la desaparición de Carolina Garzón en suelo ecuatoriano. En su ausencia, ella cumplió un año más de vida (23); pasó las festividades de fin de año sin sus familiares; se han hecho ya decenas de plantones y mitines reclamando a los gobiernos nacional y ecuatoriano que presten sus oficios y toda su diligencia en ayudar en su aparición; se ha realizado una campaña mediática intensa en los dos países; y gracias a este caso de desaparición se creó una asociación de familiares de los desaparecidos en Ecuador que ha situado casos sobre este crimen que antes simplemente la justicia los obviaba o no tenían la suficiente importancia otorgada por las autoridades de ese país. Trece meses de ausencia, y las preguntas sin repuestas y dilaciones del proceso se siguen revelando. El Macarenazoo ha realizado un simple cotejo periodístico para analizar la situación judicial del caso de Carolina, y ha encontrado indicios de manipulación, que, a los ojos de investigadores y familiares, resultan tan evidentes que es imposible su ocultamiento.
La fiscal que llevaba el caso de Carolina Garzón hasta el año pasado, en Pichincha, Ecuador, Elba Garzón, radicó un documento al fiscal general de ese país, Galo Chiriboga, en diciembre, con el fin de plantear sus conclusiones en la investigación adelantada por la desaparición de nuestra compañera. En el documento firmado el 3 de diciembre del 2012, la fiscal indica que “Carolina Garzón cayó accidentalmente al río Machángara en el que se identifica que el factor de riesgo más alto fue de tipo geogŕafico, al cauce del río Machángara.” Sus conclusiones las basa en elementos de tipo geográfico como se señaló; en los testimonios de las últimas personas que aparentemente la vieron en el cauce del río, como lo son Manuel Fernando Velásquez y José Pérez; en la comunicación que tuvo por internet con su hermana un día antes, y sobretodo por la única pista que se tuvo de ella, un suéter a orillas del afluente hídrico. En realidad, algún cuerpo encontrado, avistamientos de vecinos, u otros elementos que puedan certificar que sí se la pudo haber llevado un supuesto río en crecienda no existen en ese documento oficial que pretende concluir las investigaciones sobre la extraña desaparición de Carolina.
Lugar de la desaparición de Carolina Garzón en Paluco, Quito (Ecuador).
Casa de JP: José Pérez, una de las dos personas que la vieron supuestamente por última vez. Casa de F: Residencia de Fernando Velasquez, el otro testigo.
Las piedras: una en donde supuestamente pudo haber sido vista Carolina por última vez, y la otra en donde el 6 de mayo de 2012 se encontró un saco que sería de su pertenencia.
Nótese, así mismo, que se indica la vía principal del barrio (en línea blanca). En el costado inferior izquierdo de la imagen se encuentra el lugar de la residencia de Carolina y sus compañeros.
Para la fiscal son veraces los testimonios de las dos personas habitantes del barrio Paluco, en Quito, en donde desapareció. Como se observa en el mapa adjunto, el lugar en donde vivía Carolina junto con otros jóvenes viajeros se encontraba distanciado del río por un par de cuadras; la última vez que la vieron sus compañeros fue cuando se alistaba para salir, más específicamente en el baño de la residencia hacia la 1:30 p.m.... no supieron siquiera en qué momento pudo haber salido. Salió sin cámara fotográfica, sin trufas para vender en la calle, sin papeles, todo esto fue encontrado en su habitación; pero pese a ello, a las 2 p.m., de ese día, Fernando Velásquez y José Peŕez sí la vieron supuestamente en el río.
El testimonio de Velásquez fue rendido a la fiscal el 11 de junio de 2012. Hemos encontrado una serie de divergencias y contradicciones que distan mucho de ser una versión totalmente verídica, satisfactoria y convincente. Este ciudadano alude en su versión que en sus recorridos habituales por el barrio, en donde tenía que pasar obligatoriamente frente a la casa de Carolina (según el mapa, la única vía principal), en una “visita le vi que estaba en el subcentro, porque yo subo casi todos los días a retirar pastillas. Y otras dos veces por donde vivían hay una parada de buses, ahí le vi por donde vivían, por la calle (sic).” Carolina, a diferencia de las fotografías que hasta ahora se han presentado públicamente, ya no tenía para entonces el cabello hasta la nuca de manera convencional: las fotografías de su desaparición que posteriormente publicaron amigos en los postes del barrio y en la ciudad, las de solidaridad e incluso la oficial de la Fiscalía dando recompensa por información que permitiera conocer su paradero, no corresponden con la descripción física de nuestra compañera al momento de su desaparición. El compañero de casa, Sebastián Atehortúa, denunciante de su desaparición, en su declaración ante la fiscal dijo que Carolina tenía “su cabello rapado a los lados, una rasta, una manilla con el nombre de Carolina en negro y blanco, en chaquira blanca y negra.” Sin embargo el vecino del barrio, Fernando Velásquez, que ya la había visto mínimo tres veces antes de verla aparentemente por última vez dijo en su versión: “le miré solamente desde su hombro para arriba (…) era tez blanca y pelo negro hasta el cuello, como está en las fotos de los postes del barrio.” La contradicción evidente se certifica por las siguientes dos imágenes documentales a las cuales ha tenido acceso El Macarenazoo, la primera corresponde a las últimas fotografías tomadas a Carolina (con el cabello rapado en los costados y rasta) y la segunda el primer anuncio que circuló, el pegado en los postes del barrio, por los amigos de la joven. Uno de los dos testigos en el río no pudo identificar a Carolina por como estaba, sino por lo que vio en los postes, ¿realmente la vio entonces? ¿por qué la fiscal no indagó más sobre este aspecto y le dio total credibilidad a la versión, sin revisar las minucias del proceso?
Últimas imágenes tomadas a Carolina Garzón, una semana antes de su desaparición en Quito, el 28 de abril de 2012.
Este fue el primer aviso que circuló en las calles aledañas a la residencia temporal de Carolina Garzón en Quito, Ecuador, posterior a su desaparición el 28 de abril de 2012.
Velásquez es un testigo excepcional. En su propia versión descalifica la ulterior conclusión de la fiscal, basada en supuestos análisis de precipitaciones de ese día que indicarían que el río sí se creció y que pudo haber arrastrado a Carolina: el 28 de abril de 2012 “estaba haciendo sol, ese día no llovió”, la afluencia del río era “agua normal, no estaba crecido,” afirmó. José Pérez, el otro testigo, se acopla a la versión de la fiscal: él la vio (sin reconocerla, pues no logró identificar si era hombre o mujer, por problemas en la vista) supuestamente a la misma hora que lo hiciera Velásquez, “ese ratito no llovía, pero más tarde a las catorce horas treinta aproximadamente (2:30 p.m.) sí llovió y el río bajó crecido, no me acuerdo de la ropa que tenía esa persona,” dijo. Sin embargo, el Instituto Nacional de Meterología (INAMHI) le indicó a la Fiscal que ese día llovió desde las 4 p.m., aunque desde la 1 el cielo estaba “nublado y brumoso.”
El detalle de la ropa, y en especial del saco o suéter encontrado a orillas del río Machángara, es lo único certero que se conoce del caso de Carolina: fue encontrado el 6 de mayo de ese año en muy extrañas circunstancias, los familiares que acompañaban los peritos ese día aducen que pese a haber recorrido ese sitio previo a su hallazgo, nunca se avistó el saco, y que fue “encontrado” sólo por dos personas, el cabo Freddy Anchaluisa (investigador de la Policía Judicial) y el testigo Velásquez. No bastando con ello, se encontró en un bolsillo una servilleta con un texto escrito; algunos medios y fuentes oficiales han indicado que en la servilleta se encontraba un nombre y un número telefónico; la versión que se ha expandido incluso entre amigos y organizaciones solidarias es producto del testimonio de Velásquez que adujo haber encontrado eso en su trasegar con el cabo Anchaluisa. Sin embargo, por lo ambiguo de la versión dada no se puede corroborar en el documento del 11 de junio si el testigo vio el escrito o si fue producto de lo que le comentó el investigador al recoger – sin la custodia forense del caso – el saco. En el saco que presumiblemente sería de Carolina se encontraba una leyenda que su compañero de residencia, Óscar Morales, escribiera días antes de la desaparición, el 23 de abril: “Para Seba y Caro nos vemos en la nochecita, yo les mordí un pedacito, Oscariña.” Esta nota había sido dejada en una servilleta junto a un pastel, que había sido dejado, como se describe, para Carolina y su compañero Sebastián. En la misma también estaba una carita feliz, que fue interpretada por investigadores como un “ojo riña.” Vale la pena acotar – para cerrar este ítem – que el testigo Velásquez colaboró con el agente de la policía una semana después de la desaparición de Carolina, sin percatarse que durante esos días ya se habían instalado en los postes de su barrio la información de nuestra compañera y obviamente sin dar aviso: “a la siguiente semana, un domingo (el extravío de Carolina había ocurrido 8 días antes, el sábado), que hubo minga en el barrio, yo salí al centro y me encontró un agente de la policía judicial, quien me preguntó sobre la chica...”
Hay dedos inquisidores hacia los compañeros de Carolina, sin embargo todo indica que los jóvenes, viajeros como ella, siempre estuvieron preocupados por la suerte de la connacional. La forma en la que son presentados por programas como Séptimo Día lo que buscan son culpables en donde no hay razones. Versiones de los amigos han sido descuidadas y no se han presentado como debería ocurrir; es el caso de la versión de Yamila Delgado, compañera argentina de Carolina, quien según comenta la fiscal en su informe de 10 páginas de diciembre, “días antes de la desaparición de la señorita Garzón, le había visto (a una persona) en actitud sospechosa, como que les vigilaba...”
Las minucias de la investigación no se han tenido en cuenta. El Estado ecuatoriano cree que Carolina se ahogó en el río, y basan su hipótesis en la conclusión de la fiscal del caso; insisten que el caso no se ha cerrado, pero Walter Garzón, padre de Carolina, quien ha estado casi que de manera permanente en Ecuador desde el año pasado, denuncia que los cuerpos de investigación no siguieron indagando sobre el tema precisamente desde diciembre de 2012. En Ecuador la desaparición de propios y extranjeros es recurrente, y también recurrente que las investigaciones e indagaciones no se den o sean muy poco satisfactorias frente a los familiares; por la organización impulsada por el padre de Carolina en Ecuador se han revisibilizado casos de desapariciones que han ocurrido años e incluso décadas atrás... en la mayoría de los casos sin resolver, nunca se ha “terminado” o “cerrado” el proceso, pero los folios de sus investigaciones han quedado rezagados a ser un par de páginas y estar archivados en unas cuantas oficinas. Carolina Garzón es un símbolo en contra de la desaparición y en favor de la justicia, ¡a ella, y a todas los demás desaparecidos en extrañas circunstancias, los vamos a encontrar!