Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

DE MEDIOS Y OTRAS DES INFORMACIONES.

"Je ne suis pas d'acord avec vos idées, mes je me batrais pour que vous puissiez les exprimer"

"No estoy de acuerdo con sus ideas, pero me batiría (en duelo) para que usted pudiera expresarlas."
François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire.

Las denuncias realizadas por la Senadora Gina Parody, acerca de unos videos en donde aparece lo que ella denominó como “milicias” de las Farc, en el escenario de la sede Macarena A de la Universidad Distrital, no dejan más que suspicacias alrededor de los mismos. Por un lado, esos videos fueron puestos de manera libre y espontánea, y siempre estuvieron al alcance de cualquier autoridad o curioso que entrara a You Tube. Seguramente que también para los organismos de seguridad del Estado, para los cuales quizás lo único que les sorprendió, fue el escándalo político que hicieron medios como RCN, quienes en sus propias palabras “tuvieron acceso de manera exclusiva a los videos”, cuando en realidad cualquier persona tenía y tiene acceso a ellos, sin necesidad de pertenecer a un medio como este.

Por otro lado, se destaca el papel de los medios de comunicación que enfocaron baterías a señalar a las universidades públicas como centros de adiestramiento de milicias, poniendo de paso, no solo en peligro la integridad de los miembros de la comunidad universitaria, sino que, sin ninguna responsabilidad, desprestigiaron a profesores y estudiantes mientras generaban a través de sus repetidas insinuaciones, una avalancha de críticas sobre la Universidad pública, que fueron hasta soslayar su imagen y pedir el cierre de las mismas.

Nadie desconoce que esto es de vieja data. La capucha desde los años 70, se fue integrando a las manifestaciones universitarias, públicas y privadas, en la medida en que los estatutos de seguridad, fueron minando las formas de expresión libre, que en otros tiempos, permitieron a los mismos estudiantes universitarios, expresar su opinión, criticar y marchar cuando estuvieron en desacuerdo con alguna política o estado de cosas en el país. Con el rostro destapado, murieron desde los años 20, estudiantes como Gonzalo Bravo Pérez, igualmente otros en los años 50, durante el régimen de Rojas Pinilla, donde varios estudiantes fueron masacrados en plena carrera séptima. Estudiantes sin capuchas. Esto continuó en los años 60, hasta el auge del movimiento estudiantil, donde estudiantes de universidades públicas y privadas como la Javeriana o los Andes, pusieron en jaque al gobierno de Misael Pastrana. A raíz de ello, se cerraron varias universidades de manera temporal, mientras fueron perseguidos algunos dirigentes estudiantiles. Por entonces se hablaba como hoy, de infiltración comunista en los claustros universitarios. Con el estatuto de seguridad, se aumentó la presión por parte de las fuerzas del Estado, así como de otras que fueron apareciendo paralelas a estas, de manera clandestina, obligando a realizar en algunas ocasiones protestas donde sus integrantes se ocultaron tras capuchas que de una u otra manera los mantenían seguros, al margen de las fuerzas impulsadas por los odios o por las contradicciones políticas. La capucha empezó a formar parte de la protesta universitaria y se asimiló al contexto de los claustros, donde se identificó como parte de uno de los tantos actores que la componían.

Tras la capucha, que no es otra cosa que una mascara, se esconde parte de la teatralización del mundo. Como Erasmo lo señalara en algún momento, es parte de una realidad, donde lo público y lo privado se encuentran. Kant dijo que en lo público es más difícil decir lo que se piensa que en lo privado. La mascara da un carácter privado a las intervenciones públicas, mientras se conserva la libertad de lo privado del sujeto que emite juicios de valor, críticos o no. La mascara ha permitido esconder, preservar y entretener. Tiene un aura de misterio en algunos casos, mientras que en otros, solo busca generar inquietudes, risas o rabias. En algunos momentos de la historia, la máscara ha sido un símbolo de ejecución, así como también de heroísmo. En todo caso, un sujeto con máscara no hace más que ponerse un pedazo de tela sobre su rostro, que no es otra cosa que otra máscara que muestra una imagen que bien puede o no ser en sí, la esencia y el sentido del ser del sujeto. En el fondo todos tenemos máscaras, usamos capuchas simbólicas a través del ocultamiento de nuestras formas de ser y pensar, mientras por otro lado, mostramos solo aquello que conviene. Pensar que el uso de una mascara o capucha, hace de un sujeto, alguien peligroso, es como insinuar que hay que acabar con el teatro, con las novelas, con los actores de los mismos canales que venden y estigmatizan a los distintos sectores de la población colombiana, solo porque en estos se hace una dramatización de delincuentes y narcotraficantes, como en el caso de El Cartel. Olvidan que el “hábito no hace al monje” y que observar al otro por lo que viste, más que por lo que piensa, es hacer una lectura superficial, poco profunda y vana de la sociedad, que en nada contribuye a la comunicación y la información de las audiencias.

Por ello, también la actuación de los medios, sobre todo los televisivos en este asunto, dejan entrever una máscara, una capucha mediática y política, que oculta a su vez intereses preocupantes a la luz de la difamación de la Universidad Distrital y de la Universidad pública colombiana. En general, los medios de comunicación tienen tres objetivos básicos: Educar, Informar y entretener. Al parecer, lo primero no solo es cuestionable sino casi inexistente en las cadenas comerciales. Lo segundo, se da de manera esporádica, y generalmente de manera poco objetiva, ligada a la naturaleza económica y política del medio, y la tercera, es general a todos y es en la que más se invierte. Así que cada emisión de noticias tiene un componente de entretenimiento que va más allá de la sección particular y que busca mantener el raiting, es decir a un buen número de personas “entretenidas “con la noticia del día, pero a su vez, haciendo poco énfasis en la información que precise la naturaleza de la noticia, de su origen, de su evolución, de su contexto y menos de los intereses que la convocan.

Es por ello, que a raíz de los videos publicados en los medios, aparecen interrogantes que señalan el por qué si estos videos estuvieron durante meses, como seguramente hay otros más, ¿por qué precisamente es en este momento cuando se dan a conocer? ¿Cual era la intención de la Senadora Parody, para generar una controversia meses después de la publicación de los videos en la red, máxime cuando existen otros hechos quizás más importantes y de mayor relevancia para el país?, ¿por qué si, de acuerdo con el asesor presidencial José Obdulio Gaviria, no hay conflicto en Colombia, tal y como lo expresara recientemente en los Estados Unidos, hay tanta preocupación? ¿Por qué esta preocupación no se traslada al déficit presupuestal de las universidades públicas? ¿Por qué no se muestra el problema de la violencia en universidades como la de Córdoba, donde la presencia de grupos armados ha dejado consecuencias de otra naturaleza? ¿Los medios realmente reflejan un supuesto posconflicto como lo quiere hacer ver el asesor del Presidente?

Estos interrogantes surgen sobre todo cuando en realidad el problema de los encapuchados no es algo nuevo. Desde los años 80, los distintos noticieros que hemos tenido en el país, han mostrado imágenes de personas que usando capuchas, realizan arengas en las universidades o que participan en tropeles. ¿Es ahora en tiempos de la Internet y de You Tube, que la sociedad se da cuenta de ello? Si esto es así entonces, ¿Qué tipo de televisión hemos tenido, que no fue capaz de mostrar lo que la senadora Gina Parody “descubrió” en la red?

Al parecer, el asunto trata de otro tipo de capucha. La que se ponen los medios para criticar y agredir a la víctima mediática de turno, en este caso, la Universidad Distrital. Mientras casi ningún medio dio razón de la celebración de los 60 años de vida de la Universidad Distrital, tampoco dan cuenta de sus logros académicos, de lo que hacen sus maestros y estudiantes, de las publicaciones e investigaciones ni de la cobertura actual que sobrepasa su capacidad, muy a pesar de su escaso presupuesto, todos los medios casi por unanimidad, la cuestionaron y se fueron con toda la fuerza posible contra nuestra alma Mater y contra el señor Rector, elegido por voto popular de la comunidad universitaria. La agresión mediática contra la Universidad Distrital, es una acción que pone de plano, el cuestionamiento de la labor de quienes estamos, hemos estado y estaremos, desde los escenarios académicos, como estudiantes, docentes, funcionarios, egresados y trabajadores, sirviendo de la mejor manera posible al país, en procura de generar cobertura y calidad a los sectores menos favorecidos. La agresión mediática señala la crisis del periodismo que busca sensacionalismo, pero que abandona la intención de objetividad, a la cual se deben, como quiera que son entes cuya responsabilidad está dictada por las lógicas de una sociedad que forma una opinión a partir de sus mensajes.

Por la defensa de nuestra Alma Mater y de la universidad pública.

Carlos Arturo Reina Rodríguez

Profesor de la Facultad de Ingeniería

Bogotá Septiembre 13 de 2008

 

 
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