Por: Carlos Medina Gallego.*
Fecha de publicación: 1 de noviembre de 2016.
Anuncio del inicio de las conversaciones de paz entre el ELN y el gobierno nacional el pasado 30 de marzo, donde Frank Pearl, de parte del Estado colombiano, y Antonio García, jefe de la delegación de esa insurgencia, firmaron el compromiso de los diálogos. Foto: AFP.
El pasado 30 de Marzo, el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional –ELN-, dieron a conocer a la Nación una agenda de conversaciones de paz, para dar inicio a la fase pública de diálogos con los acompañamientos internacionales correspondientes y con la decidida participación de la sociedad que tendrá inicios el 27 de octubre en la ciudad de Quito. Este hecho importante en el marco de la construcción de una paz completa, se ha venido recubriendo de significativas iniciativas sociales, cautelosas actitudes institucionales, no pocos cuestionamientos de sectores de la oposición al gobierno y algún condicionamiento presidencial relacionado con el secuestro, para echar a andar el proceso.
Pese a todas las observaciones y objeciones que se puedan hacer a estas conversaciones es trascendente señalar que hay un avance consistente en haber evacuado la etapa exploratoria, haber reconocido la especificidad del ELN, superado la intención de imponerle a la organización los acuerdos de La Habana y su metodología, reconocer que son dos mesas pero un solo proceso de paz, para un único país y, dejar abierta la puerta para que los dos procesos se puedan ir encontrando en acuerdos sobre temas que le son comunes.
Quienes trabajamos a la paz con optimismo siempre estamos pensando en cómo ayudar a construir los procesos de manera que estos se dén de la mejor forma posible y puedan arrojar los mejores resultados. Lo hacemos desde el estudio y la experiencia que hemos adquirido en los acompañamientos a lo largo de más de tres décadas de ensayos, fracasos y muy importantes avances en materia de paz. La Constitución Política de Colombia, que está cumpliendo 25 años, es uno de esos logros relevantes.
Quisiera hacer siete sugerencias que resulten útiles al proceso que está por iniciarse entre el Gobierno Nacional y el ELN:
Primera sugerencia. No es útil que se le coloquen, para empezar conversaciones, trancas al camino, pre-requisitos, condicionantes, líneas rojas, inamovibles o cualquier otra cosa que les impida encontrarse, conversar y llegar a acuerdos trascendentes. Es de suponer que la fase exploratoria tenía el propósito, no sólo de elaborar la agenda sobre lo conversable, sino, adicionalmente, limpiar el camino de los obstáculos que pudieran impedir tener curso a los diálogos. No es hora de devolverse, sino de avanzar. Si todo no estaba listo hay que echar mano de la filosofía del arriero que nos enseña que en el camino se arreglan las cargas. Esta es la hora de ir hacia adelante.
Segunda sugerencia: La decisión de negociar en medio del conflicto no es fácil en el modelo de conversaciones que se pretende realizar, que involucra de manera decidida a la sociedad. Es necesario crear un ambiente humanitario que le permita a las comunidades participar en los territorios y a la mesa contar con las condiciones políticas para dedicarse de pleno a las conversaciones y a los acuerdos, sin que las vicisitudes de la guerra mantengan una opinión pública reaccionando negativamente frente a cada hecho que ocurra. Ese ambiente humanitario, debe posibilitar que tenga curso la demanda sobre la liberación de los secuestrados, la concentración y el mejoramiento de las condiciones de los prisioneros e incluso su participación directa en los diálogos, así como el ofrecimiento y las garantías de seguridad para que quienes desde la sociedad participen en los diálogos no se vean afectados por la guerra, ni durante, ni después de las conversaciones.
Ambientar humanitariamente los diálogos es en la práctica desescalar el conflicto y avanzar hacia el cese multilateral, dado la particularidad que los territorios se comparten con las áreas de influencia de la otra fuerza en proceso de paz, que tiene sobre los mismos sus propias dinámicas pedagógicas y de implementación. Pero también, tomar en consideración que existe una dinámica paramilitar que es necesario detener y sobre la cual el Estado, liberando sus propias fuerzas de esas prácticas, debe operar.
Tercera sugerencia. Construir desde el comienzo de las conversaciones las mejores y más solidas relaciones entre las partes, de manera que se funden las confianzas, seguridades y certezas que se está trabajando por el éxito del proceso. La relación de los jefes de las delegaciones debe ser fluida, abierta, democrática, flexible y realista. No importa qué tan intensas y contradictorias sean las conversaciones y las propuestas, siempre deben existir el convencimiento de que es posible un acuerdo que deje a las partes satisfechas. Es necesario no llevar a la mesa la mentalidad de la guerra en el sentido de la confrontación para la derrota del enemigo, sino la de la política que contiene la disposición para llegar a acuerdos con el adversario. Introducir como costumbre entre los jefes de delegación cuando las cosas estén muy duras un venga tomémonos un tinto y conversemos…
Cuarta sugerencia. La experiencia del proceso en marcha y de otros procesos enseña que es necesario unificar la estrategia pedagógica y comunicativa dirigida a la nación, de manera que siempre se tenga un mensaje esperanzador desde la mesa sobre los avances de la misma, aun en los momentos más difíciles que internamente puedan estar pasando. No resulta útil, ni sano, para el proceso llevar las contradicciones y problemas de la mesa al seno de la opinión pública cuando ésta nada puede hacer al respecto. En los momentos más críticos, resulta más oportuno que conjuntamente señalen que la mesa viene trabajando con especial esfuerzo y dedicación para sacar adelante los acuerdos. Una solida estrategia comunicativa conjunta es fundamental para enfrentar a los críticos de oficio de los procesos de paz.
Quinta sugerencia. Precisar los aspectos metodológicos y operativos del proceso en la mesa de conversaciones. Es necesario que las primeras sesiones, las de crear confianza, seguridades y certezas, dediquen especial atención a las rutas metodológicas del proceso, en particular las que tienen que ver con la participación de la sociedad y los productos resultantes de la misma. Esto significa tener una hoja de ruta clara sobre el desarrollo del proceso que defina acciones, procedimientos, tiempos y resultados. A este respecto, la mesa podría tomar en consideración, como insumos, las propuestas que las comunidades, organizaciones sociales, políticas, no gubernamentales y académicos vienen elaborando para ayudar a construir el proceso. Incluso, podrían invitar a representantes de esas formas organizativas a reunirse con ellos, para la socialización de sus propuestas.
Sexta sugerencia. El trabajo se hace más productivo si a medida que avanzan las conversaciones se crean subcomisiones temáticas, que adelantan investigaciones y conversaciones sobre temas puntuales y rinden informes y hacen sugerencias a la mesa central, sobre las posibilidades de acuerdo que se pueden construir al respecto de los mismos. Esa divisiones temáticas del trabajo resultan más útiles, si se hacen acompañar de la visita de miembros de la sociedad, dirigentes sociales y expertos en los temas que permitan tener una mirada más amplia y plural de los mismos. Siempre es bueno contar con la asesoría y la experticia calificada en temas revestidos de mayores tensiones y complejidades y estar dispuestos a tomar en consideración sus observaciones.
Séptima sugerencia. El tiempo de las conversaciones y los acuerdos se mide en términos de voluntad política de las partes. No existe un reloj distinto a ese, cualquier presión que se ejerza es contraproducente y, como se ha demostrado, fijar plazos, para incumplirlos es equivocado. No es mejor proceso el que se demora más, ni el que se demora menos, sino el que saca mejores resultados y llega a acuerdos en que las partes quedan satisfechas y la nación en su conjunto se beneficia. Los procesos de paz siempre abordan en primera instancia el tiempo futuro que es el de los cambios y las reformas que han de garantizar la convivencia pacífica y a justificar la dejación de las armas. Este es un tiempo para conocerse, construir confianza y ganar seguridades de que lo acordado se va a cumplir. Es un tiempo para pensar bienestar, justicia, equidad y democracia, reformas sustanciales, en el camino de las reformas estructurales que le corresponden a las luchas políticas del postconflicto. Luego se aborda el tiempo pasado y se saldan cuentas con él; es el que aborda el tema de las víctimas y la justicia. Recoge y construye acuerdos sobre la base del reconocimiento pleno de los derechos humanos de las víctimas, su derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación integral y al compromiso de no repetición. Las victimas deben estar al centro de este tiempo en perspectiva de futuro.
El último tiempo que se aborda es el presente, que es el de la terminación de la guerra, el fin del conflicto, la dejación de las armas y el paso de la insurgencia a la lucha social y política con el reconocimiento pleno de sus derechos ciudadanos. Es el tema de los mecanismos de refrendación, verificación y seguimiento.
Todo el proceso va construyendo las certezas para que las partes tomen las decisiones que les corresponden en los escenarios pertinentes. No existe mejor tiempo para la paz que el de ahora, y no hay un mejor gobierno que el que esté gobernando si está dispuesto a la solución política del conflicto.
* Docente-Investigador Universidad Nacional de Colombia. Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz – CPSPP-UN.