Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

VALE MÁS EL NOMBRE QUE LA PALABRA

RESPECTO DE LA ÚLTIMA NOVELA DEL NOBEL

POR: Gianni Lara Cruz.

 

El año pasado se cumplieron 80 años del nacimiento del escritor más reconocido en Colombia: Gabriel García Márquez. Además de su nacimiento se celebran 60 años de la publicación de su primer cuento La tercera resignación, 40 de la publicación de su obra cumbre: Cien años de soledad y 25 años del reconocimiento internacional obtenido a través del Nobel en 1982. Si bien García Márquez, no es el único escritor colombiano, sí es uno de los más importantes, ya que su obra se dio en un momento en que las letras latinoamericanas tuvieron un gran reconocimiento. La obra de GGM se plantea como una incursión en el mundo latinoamericano a través de la determinación de esos elementos particulares de la cultura de su país: Colombia, pero particularmente haciendo referencia al ambiente costeño.

 

Por ese motivo hemos querido entrar a revisar su última producción literaria: Memoria de mis putas tristes, no desde los argumentos publicitarios de los medios de comunicación, ni desde el carnaval de escritores en Cartagena, sino desde argumentos de la misma razón de ser de la literatura. Es posible que nos encontremos con algunas sorpresas para la discusión.

 

En una sociedad en la que se lee muy poco, un título como Memoria de mis putas tristes puede generar un gran impacto. Si Gabriel García Márquez no hubiese ganado el nobel, bien podría decirse, gracias a los medios de comunicación, que ésta es su novela más famosa. El acento recae en la palabra putas, por supuesto. Cualquier despreocupado transeúnte puede pensar que el libro hará referencia a las experiencias del mismo GGM en los distintos prostíbulos recorridos a lo largo de su vida. Si a ese efecto lujurioso que connota la palabra, se le suma el hecho de la doble moral de la sociedad en que vivimos, tenemos la combinación perfecta: la autorización para usar una palabra proscrita (ya que GGM es una autoridad dentro del mundo de las letras) con toda la malicia que ello implica.

 

Sin embargo, el título podría ser una contradicción en realidad, las putas tristes de la historia son pocas. Más bien, se ven algunas vidas tristes, la vida de soledad del protagonista por ejemplo, que se ha acostumbrado al sexo como forma de engañar al amor: “El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor” (70). Es posible que a lo largo de la historia, el adjetivo triste contamine toda la vida del protagonista. Un ser que no ha podido dedicarse más que a sí mismo y a su tarea intelectual, hasta el punto de que nunca le quedó tiempo para armar una familia o para preocuparse por los sentimientos de los demás.

 

La novela, más que un texto de historias pornográficas o tristes, es otra historia de amor de GGM, del “amor” que puede transgredir la tristeza y darle un significado trascendental a la sexualidad. Si bien a lo largo de la historia del protagonista han ocurrido situaciones tristes, estas ocurren sin voz. Como el silencio de Damiana que permite el acceso carnal del periodista (personaje de la obra), sólo por probar las migajas de un amor imposible y que después de mucho tiempo, cuando tiene voz, ésta solo representa la tristeza de lo perdido e irrecuperable: “Lloré veintidós años por usted. (…) Hubiéramos sido buena yunta. Pues hace mal en decírmelo ahora, dijo ella, porque ya no me sirve ni de consuelo” (43).

 

El ambiente en los capítulos primeros no puede ser más asfixiante de tristeza. Este hombre cargado de libros, de promiscuidad y de fama, es un sabio triste, en palabras de Rosa Cabarcas, no es más. Al mejor estilo de Borges, GGM parece llamar la atención sobre el hecho de que por encima de los libros y del sexo, incluso, está la vida y de que ella se va sin darse cuenta.    

 

Por este motivo la estructura argumental se trunca, para relatar algo que parecería inesperado: el macho cabrío ha sucumbido a su naturaleza por verse sometido a la posibilidad de encontrar el amor en la última parte de su vida. Si bien la historia comienza con la intención de demostrar que al final de una vida de sexualidad un gigoló puede tener una relación sexual con una virgen, esta demostración se desplaza hacia la posibilidad de no pensar sólo con el pene, pensar que lo que está al lado, más que una joven y virginal vagina, es una mujer que tiene sentimientos y en esta parte de la vida del viejo, estos sentimientos pueden ser la posibilidad de vivir algunos años con sentido.

 

Si bien, a lo largo de toda la obra de GGM el lector se ha acostumbrado a esos amores imposibles que se consiguen después de muchos años, como en el caso de El amor en los tiempos del cólera o los amores familiares de Cien años de soledad o que no se consiguen como en Del amor y otros demonios. Amores cocinados en los deseos y sueños personales, en la soledad, más que en la compañía del ser amado, ya que son amores proscritos por la sociedad. En este caso, podría decirse que la prostitución no es lo proscrito, conseguir la muchachita virgen no es el problema (incluso, en una sociedad como ésta el viejo le va a ayudar) el problema está en no ser capaz de tener una relación sexual con ella y terminar por enamorarse.

 

Esta ruptura con lo esperado es la base argumental de la novela, pero quizás una de sus críticas más eficaces. ¿Cómo es posible que un hombre que está acostumbrado a ver a las mujeres como objeto sexual, al final de sus días decida cambiar su visión con el único pretexto de estar enamorado? La literatura procura construir mundos posibles, no reales, pero sí posibles. El escritor debe proporcionar entonces las herramientas suficientes para que el lector pueda edificar en su cabeza ese mundo posible. Ahora bien, GGM puede, en aras de la rapidez que maneja la literatura (que se ve muy bien en Gregorio Samsa cuando se despierta ya de una vez convertido en un monstruoso insecto), decir que el hombre se acostó y se levantó enamorado. El problema radica en que el lector ha pensado a lo largo de la historia que lo sucedido podría estar en el plano de la realidad y no de la literatura. En Cien años de soledad existen pistas como el hecho de que Remedios la Bella suba en cuerpo y alma al cielo, éstas nos indican que el escritor está entretejiendo elementos que no son parte de lo que conocemos como realidad y por este motivo se puede aceptar y creer las relaciones amorosas de algunos personajes, la dimensión de la vida de algunos de ellos, las colas de marrano y el magistral final, pero en Memorias de mis putas tristes no hay pistas; los personajes parecen sacados de la realidad. Por ese motivo surge la pregunta por el enamoramiento del viejo en tan pocas líneas.

 

Por supuesto, se puede creer ciegamente en la novela y pensar que esto puede suceder, pero así no funciona la literatura, esa credibilidad debe estar sustentada en la misma estructura narrativa de la novela y no en la fe ciega que se tiene en GGM. En realidad, es poco creíble que un ser que ha sido insensible durante toda su vida pueda cambiar lo que le queda por una pasión juvenil: “se me atravesó la idea complaciente de que la vida no fuera algo que transcurre como el río revuelto de Heráclito, sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más” (103).     

 

El problema no está en que exista una relación pedofílica entre el viejo y la niña, esos son conceptos morales que no competen a la literatura. El problema está en que faltan más elementos en la estructura narrativa que permitan que haya coherencia entre las partes y que la novela despegue hacia el mundo de las posibilidades. Es creíble que a un ser humano le lleguen ratos de sentirse joven y enamorarse como tal, pero que se den de una manera irrevocable al final de la vida y que le permitan olvidarse de noventa años y decir: “La edad no es la que uno tiene sino la que uno siente” (61), eso es más difícil de creer que Gregorio Samsa se levantó convertido en escarabajo. Es decir, lo difícil no está en lo arbitrario de los comportamientos, está en la posibilidad de creer en ellos, y ese es el trabajo de la literatura. 

 

Por otra parte, si es cierto que hay una resignificación del amor a partir de dejar de lado el asunto del sexo ¿Por qué entonces se vuelve a la idea primitiva del amor naciente del sexo, que es tan reiterante en GGM, y que parece que en setenta años, no ha significado nada para el protagonista? ¿Por qué lo significará ahora? ¿Qué hace que el protagonista se enamore? ¿Los monólogos con la niña? ¿El cuerpecito frágil y virgen? ¿Acaso ese es el amor? ¿No es una dimensión muy sexual del amor que terminará siendo sexual también? (es decir que no hay ningún cambio en realidad en el personaje) Y por eso Rosa Cabarcas dirá: “No te vayas a morir sin probar la maravilla de tirar con amor” (96).

 

La novela se puede leer como una bella divagación de un viejo. Por supuesto, es innegable el manejo del lenguaje poético en GGM. Las imágenes desbordan toda la obra. Si el lector se convence del argumento, puede disfrutar de la travesía de imágenes de todo tipo que aparecen como pequeñas subidas y descensos en la montaña rusa. Es aquí donde adquiere sentido la vaga, pero eficaz memoria, que tiene el viejo: en las divagaciones. En una interpretación precoz podría validarse la estructura narrativa de la obra afirmando que el viejo en su senilidad, se ha vuelto loco de amor y ha olvidado todos sus preceptos de cordura, racionalidad y visión de la mujer, pero eso sólo lo puede hacer tratando de convertir la literatura leída en realidad. Es decir, el viejo sería un tipo de Quijote que se ha transmutado por las lecturas (y por el bolero) y que las hace realidad al final de su vida. Sin embargo, faltan elementos narrativos en la novela, para que esta interpretación sea posible.

 

Vale la pena volver a la figura de la niña, para comentar la visión de los europeos sobre el realismo mágico. Para ellos, muchas de las cosas que en efecto sucedían en Latinoamérica y que se narraban en las novelas del Boom eran sucesos que estaban fuera de la realidad. Es muy posible que los lectores europeos aprecien a primera vista el efecto mágico de la novela, un viejo pide una niña para tener relaciones sexuales. Pero en América latina, en un país como Colombia, eso no es tan abrupto. De hecho, existen unas condiciones sociales expuestas en la novela que lo hacen verídico. ¿Quién es ésta niña que se vende? ¿Acaso no es una niña pobre que encuentra en su cuerpo la única forma de ascenso social a través del dinero? ¿Eso no es muy común en Colombia? Para hacer menos verosímil la novela, la niña a su vez se va enamorando del viejo, o supuestamente sucede así, por algunas voces efímeras y aisladas, aunque en realidad no se trabaja muy bien en la construcción del personaje de Delgadina.

 

A pesar de que existan las voces, el lector queda siempre con la duda de si Delgadina se enamoró del cariño con que la trataba el viejo, o del dinero y las comodidades que éste le podía ofrecer. Por demás está el hecho de pensar qué madurez tendría una niña para responder a un amor tan maduro a tan corta edad. La niña tendría que haber pasado por un sin número de experiencias que la hicieran madurar y pensar que el amor no está en la apariencia física, o en el compartimiento de experiencias sino en la seguridad, la confianza, la experiencia y el conocimiento que ha salvaguardado el viejo durante tanto tiempo; pero hasta donde se sabe, la niña no es una intelectual y parece no tener planes de ello como para enamorarse de todas esas virtudes especializadas.     

 

Para ser más específicos con la crítica que se está haciendo a la estructura narrativa que no construye procesos de verosimilitud al interior de la obra, se puede citar otro texto en donde ocurre una relación similar (un adulto y una niña). En la película El perfecto asesino la relación es verosímil. Un asesino a sueldo se enamora de una niña que ha rescatado de ser asesinada. La niña a su vez se enamora del asesino, porque éste es el único que la ha tratado como a un ser humano en un mundo de corrupción y drogas. Los ambientes y las situaciones son coherentes, la personalidad de los actores se desarrolla según el ritmo de la estructura narrativa y el final es el esperado, es decir, la película es un mundo posible a pesar de los efectos especiales y la dificultad de las escenas.

 

En conclusión, se puede tener un estilo literario y gran dosis de poeticidad en los textos, pero de ahí a que se vuelva a tener contacto con una literatura decantada, exacta, perfecta, en donde (como dice Gutiérrez Girardot de Kafka) no sobre ni una coma; hay mucho trecho. Parece que el computador ha hecho estragos en la literatura. En aras de contar una historia, se introducen elementos narrativos, sin elaborarse arduamente. Parece que lo importante no está en construir mundos posibles a partir del conjunto coherente de imágenes poéticas, lo importante es contar historias y quien más cuente historias es quien se lleva el galardón en la carrera por el fashion literario, y en eso el computador ha sido determinante ya que facilita exageradamente los modos de producción de la escritura. Poco queda del ejemplo rulfiano que implica publicar sólo lo mejor, sólo lo que ha pasado por todas las pruebas posibles antes de ser literatura. Es una lástima que después de haber dado al mundo obras como Cien años de soledad o El otoño del Patriarca, un escritor de la talla de GGM, vaya cerrando con una novela, con cara de cuento, tan poco verosímil.


 
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