El reino del omnipoder, destrucción de la naturaleza y un puñado de transnacionales que manejan el mundo, y otras prácticas del capital, se consolidan como elementos del buen totalitarismo.
Por: Hernando Urrutia V.
El neoliberalismo desata las manos de los capitalistas, pero no de cualquier clase de capitalistas. Del monopolio materializado en las empresas transnacionales que se confabulan y riñen por la supremacía de un paraíso consumista y totalitario, con un totalitarismo que permea toda clase de nacionalidad y desbarata cualquier Estado.
Se desbarata la búsqueda de los países de su propio desarrollo y se generan economías de subsistencia. Para eso necesitan incondicionales a quienes colocan en el poder e incluso les perdonan las manchas en sus hojas de vida a cambio de la entrega de los recursos naturales y de la mano de obra local, maniatada por una legislación proclive a su poder económico.
Todo es aplastado a su paso: el medio ambiente, los patriotismos, la dignidad de los pueblos, la vida espiritual y material de la humanidad. Los territorios son mancillados a nombre de la democracia y el arrasamiento es un negocio que emprenden los mismos que después negocian su reconstrucción.
La voracidad y el lucro son las religiones deshumanizantes que envenenan los alimentos para hacerlos mas rentables con el consabido irrespeto al normal desarrollo de la naturaleza, desatando las enfermedades que luego son combatidas con sus productos farmacéuticos, en un círculo vicioso de dependencia y explotación, mostrado como situación inherente a nuestro diario vivir. El Estado es un orden que ellos mismos ordenan o desbaratan, a veces lo utilizan, otras, lo desechan según sus conveniencias, porque es un aparato a su servicio como garantía de su estabilidad.
Sufren de una voracidad que enaniza cualquier sueño en el que no sea protagonista su ganancia. Por eso estamos viviendo el más feroz de los totalitarismos: El de la tiranía del capital elitizante y excluyente. 500 Transnacionales manejan el mundo y su voluntad es la verdad doctrinal que nos gobierna.
Detrás de la empalagosa consigna de la libertad de empresa se esconde la monopolización del mercado del mundo y la entrega de la vida del planeta. Nos invitan a participar en el suicidio colectivo acabando la capa de ozono, erosionando los suelos, destruyendo las especies y alterando el clima y desatando enfermedades.
Estamos en el reino del omnipoder y la mentira con acciones piadosas que resanan el daño hecho y lo maquillan ante nuestros ojos, pero que laceran día a día a la humanidad entera.
El lenguaje se ha pervertido, ahora se le dice libre comercio al saqueo de las naciones, por parte de las transnacionales. Equidad a la injusticia en salud, y a la exclusión se le llama competitividad. O sea que con el lenguaje se validan prácticas que son contrarias a los términos utilizados. SOS o réquiem in pace es la cuestión.