Comunicación Alternativa // ISSN 2145-390X

CAMINO PARA EL OLVIDO

Por: Omar Garzón Pinto
Fecha de publicación: 19 de diciembre de 2012.

Buenas noches, señores El Macarenazoo, soy Omar Garzón Pinto, profesor de historia y geografía en un colegio de Bogotá; autor del libro Faro desnudo, editado por la Liga Latinoamericana de Artistas (2011).

 
 
 
 
Con motivo de la masacre del municipio de El Salado, perpetrada por el Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia y en complicidad con las Fuerzas Armadas de Colombia en febrero del año 2000, escribí un poema que trata de rescatar la memoria (siendo esto algo de lo poco que puedo hacer desde mi labor) de las más de 100 personas que murieron a manos de este grupo criminal y asesino. Dicho poema se titula Camino para el olvido, teniendo en cuenta no sólo la frialdad de los autores de la masacre (al practicar tortura, degollamientos y decapitaciones, entre otras acciones macabras) sino de la población en general, por la falta de sensibilidad, humanidad y arraigo con que recibimos la noticia, pues al día de hoy son contadas, muy contadas, las personas que dan razón historiográfica de los hechos, y mucho menos las que han hecho algo para tratar de reparar a las víctimas.

 
 
 
 
 
 
 
 
Es lamentable, realmente lamentable, el olvido en el que ha quedado este capítulo de nuestra historia, como muchos otros (Bojayá, San José de Apartadó, Caño Sibao, Chengue, El Aro, El Nilo, Jamundí, Macayepo, Trujillo, Tacueyó, Segovia, La Mejor Esquina, Mapiripán, Santa Bárabara, etc), en los que nuestra población ha sido víctima de matanzas a escala por distintos actores de esta maldita guerra ¿ya sin sentido?

 
 
 
 
 
 
 
 
Envío el poema para ponerlo a disposición de su equipo de edición en dado caso que acepten publicarlo en El Macarenazoo, medio impreso de vital importancia en esta lucha contra la impunidad y los derechos, en el país donde los medio y, por supuesto, la mayoría de pobladores sólo tienen ojos para la farándula.

 
 
 
 
De antemano, gracias por su amable atención.


CAMINO PARA EL OLVIDO

Que venga la muerte
y toque la puerta.
Que venga en la tarde,
en la noche, en el día,
no importa; estaremos
bañando las flores,
preparando café,
durmiendo a los niños.

Que venga y pregunte
el día de la siega
el nombre del pueblo,
de los campesinos;
y pase revista
en el parque central.

Que venga y se burle
de estos nuestros miedos.
Que nos forme a todos,
uno junto al otro,
apuntando nuestras
frentes, nuestro pecho,
nuestro pie embarrado.

Que venga y nos pegue
que todos pondremos
esta otra mejilla,
bañada de llanto,
de triste impotencia,
de lluvia doliente.

Que venga la muerte
y nos rasgue la piel,
nos quite los dedos,
nos cierre los ojos,
nos rompa los dientes,
nos bote a la brisa;
y nos abandone
en esta intemperie
en donde los buitres
nos abran los poros,
nos chupen la sangre,
nos quiebren los huesos,
nos piquen las sienes,
mientras nos tragamos
la lengua tratando
de no sentir nada
y de no esculpir más
sonrisas oscuras
en nuestros fríos párpados.

Que venga sin afán.
Que venga silente
y, como una fiera,
nos ponga en su boca
con sus garras de hiel;
y cabe profundo
cubriendo nuestra voz
hasta que no seamos
más que un vago sueño,
más que un gris murmullo,
una hoja seca en el
camino olvidado,
una plasta verde
de mierda asoleada.

Que venga sin temor,
que nuestra venganza,
nuestro grito ardiente y
nuestra espada serán
estas letras tenues
de hambre exiliada;
éstas simples líneas
de errante cansado;
líneas que de pronto
ningún hombre leerá.


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