QUERIDO DON EDUARDO
Por: Javier Moyano, Rabiarte.
Fecha de publcación: 1 de mayo de 2015.
Querido don Eduardo:
Reciba estas breves palabras con el respeto propio de un alumno rebelde, palabras escritas desde una ciudad nadie de nuestra Latinoamérica, sencilla, iracunda, tierna y espero que libre. Querido don Eduardo, le escribo estas líneas porque al igual que la junta Tuitiva en La Paz y como usted nos supo contar algún día con cariño yo también he guardado un silencio bastante parecido a la estupidez, un silencio que duele, el silencio del miedo, el silencio de la consternación del sillón, el silencio cómplice, el silencio del cansancio, de días sin vislumbrar salida alguna, un silencio que no corresponde a las necesidades de nuestros pueblos.
Don Eduardo, sepa usted que en el país del divino niño y el sagrado corazón existen más poetas que poemas y el espectáculo pop en el que ha devenido la literatura de nuestro país niega casi de entrada la posibilidad de que poetas honestos retraten en sus líneas la realidad de una patria desangrada hasta la anemia. Así es don Eduardo, sepa que este año la Feria del libro de Bogotá tiene como país invitado a Macondo y el valor de la entrada es equivalente al precio de tres bolsas de leche o de una caja de huevos tipo doble A, así es, en un país que aun entierra niños por desnutrición y la ministra de educación es incapaz de hacer un promedio simple.
Don Eduardo, de nuestra Colombia se han ido cerca de 3 millones y medio de compatriotas, es como si tu amado Uruguay quedara vacío, sin un alma, sin alguien que soñara, que sembrara, que caminara, se han ido por lo mismo que muchos hemos callado, por el miedo imperante y el cerco cada vez más feroz de los más para acallar a los nadies, pero sepa don Eduardo que el día que me enteré de que su cuerpo había detenido su mecanismo me empujé un whisky a las 7 de la mañana, dejé que un par de lágrimas asomaran, y con la rabia que construye, esa que me acompañó por los frágiles años de la juventud, me levanté dispuesto a dejar el silencio; es a mi modo de ver la única forma de seguir luchando y abrazando utopías como sumercé nos enseñó, querido don Eduardo.
Nosotros los hijos de los días, nosotros decimos no, no al olvido, no al silencio, no al miedo inquisidor, no a viva voz, fuerte y contundente No. Don Eduardo, los y las acá presentes nos encontramos para abrazarnos y recordarle con profundo respeto porque sepa usted que en cada uno de estos corazones palpita el sueño de un mundo justo, y seguimos escuchando su voz pausada invitándonos a mirar la vida desde abajo y adentro, donde la realidad no es un espectáculo y el mundo no está tan patas arriba.