Por: Sergio Vargas - Revista Ola Joven.
Fecha publicación: 18 de septiembre de 2009.
El concepto de democracia, de boga por la implementación de políticas de seguridad a nivel nacional por el gobierno colombiano, y por la cercanía de la contienda electoral que definirá el próximo presidente de Colombia, ha estado marcado por las distintas significaciones que se le dan a este término. La democracia es el poder del pueblo, no sólo el derecho de depositar un voto, sino la opción de velar por los intereses de las mayorías y de las minorías excluidas. Aunque no causa sorpresa, esta definición se ha prostituido a tal punto que cualquier iniciativa antipopular que se llame “democrática”, sigue su curso libre en las instancias legislativas del país; y, peor aún, el voto no ha sido contemplado como la expresión del pueblo, sino como una buena herramienta para legitimar acciones ilegales.
Un ejemplo reciente da fe de ello: En el vecino municipio de Madrid, el pasado 27 de agosto se realizaron las elecciones del nuevo Consejo Municipal de Juventud, que arrojó irregularidades y denuncias de toda índole. Según las organizaciones Leteo y Comancipar, los vicios que marcaron la jornada van desde un censo electoral de dudosa legalidad (de 20.000 jóvenes madrileños, menos de 2.000 pudieron votar), pasando por la obligatoriedad con la cual estudiantes de bachillerato votaron, e incluso que los ganadores hayan sido jóvenes que antes habían sido contratados por la Alcaldía y que por su condición de contratistas, le impedían postularse para dichos cargos. Mediante la democracia representativa, la Alcaldía manoseó la libertad de decidir.
Esta situación que no es sólo local, sino que es un ejemplo vivo de lo que sucede en la región sabana occidente, nos obliga a plantearnos, como lo hicimos en el Primer Foro Social Sabana (realizado en Facatativa el año pasado) nuestra condición de habitantes de esta tierra mhuyska, y decir a viva voz: ¡Hycha Yunga Mhuykyta! Nosotros somos del país de Mú, del territorio muisca, somos sabana. Somos hijos de esta tierra, y como tal la deseamos vivir, que los ilustres padres de la patria no tergiversen el real sentido de las cosas, que democracia es democracia, que politiquería es politiquería, robo es robo, y corrupción es corrupción. Las cosas por su nombre. Lo que pasó en Madrid no fueron elecciones, sino un virtuoso espectáculo, un show, que sirve para implementar un rumbo institucional prediseñado desde el Ejecutivo.