¡SÍ A LA DOSIS PERSONAL!
“Lo permitido tiene por objeto ocultar lo que es posible”.
Guy Debord
Por: Ácratas
Fecha de publicación: 10 de agosto de 2012.
En muchos lugares del planeta, se reproduce en la actualidad un debate relacionado con la necesidad de explorar modelos alternativos a la simple represión, para encarar el fenómeno social del consumo creciente de sustancias psicoactivas consideradas ilegales –por cuanto las consideradas legales, como licores y tabacos, gozan de un estatuto rodeado de garantías; mejor dicho, son el negocio que refuerza las desgastadas economías de muchas naciones-. Lo cierto es que cada vez es mayor el número de voces que, después de décadas de cuantiosísimos gastos militares, denuncian los resultados decepcionantes de la llamada guerra contra las drogas.
Las evidencias son demoledoras. Por ejemplo, en países como Colombia, esa terca insistencia por continuar aplicando políticas fracasadas ha conllevado a la prolongación de una violencia que, año tras año, abre miles de tumbas a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Aún así, en medio de un enorme clima de hipocresía, los poderes se niegan a reconocer que lo que genera y sostiene la industria del narcotráfico no es el consumo, sino la prohibición. Y que detrás de esa realidad subyace otra todavía más siniestra: los gobernantes prefieren cohabitar con la cultura mafiosa de dineros ilícitos y masacres, antes que admitir la prioridad inherente a los sujetos de optar por tendencias y gustos íntimos elegidos en el genuino ejercicio libre de la existencia humana. Dentro de dicha lógica, es claro entonces que lo que ellos no manejen, jamás llegará a ser permitido. He allí la verdad que sigue siendo proscrita en este territorio de barbarie y falsedades.
Lo anterior significa que por encima de todo, y al costo que sea, quieren perpetuar el control sobre las personas, ahormar la voluntad de la gente a la letra de represivos códigos y manuales institucionales; declarando enfermos o delincuentes a quienes, sin agredir a nadie, experimentan por su cuenta vivencias distintas. A ese respecto, resulta patético reducir el asunto a una simple polarización entre la reduccionista propuesta formulada por el alcalde de Bogotá Gustavo Petro, y la proclamación de la moral tartufa del medieval procurador general de la nación; expresada en el abuso de pontificar desde la institucionalidad, a nombre de su creencia, sobre el uso normativo de úteros, alcobas y demás intimidades. Mientras los controles sobre los patrimonios públicos y las exigencias de esclarecimientos de los crímenes de Estado se expiden de forma selectiva.
O sea, los unos y los otros nos quieren sometidos. Porque saben que en esta sociedad donde la miseria, la mentira y el miedo definen la normatización de la vida ciudadana; la desobediencia consciente de los individuos en la cotidianidad constituye –para ellos- el peor de los peligros. Por eso prohíben.
Pero, cuidado, también por eso, proclamamos aquí y ahora la potestad de oponernos a la falacia de cualquier dictadura. Por lo tanto, reivindicamos para siempre el derecho a encontrarnos, a divertirnos, a cantar, a bailar, a no creerles, a drogarnos, a eyacular, a conspirar y a resistir en plena libertad.
El consumo ni se previene, ni se prohíbe: se decide.
La marcha se realizará este jueves 23 de agosto desde las 11 a.m., desde la Torre Colpatria hasta la Plaza de Bolívar. Trae tus tambores, tu porro y tu chorro.