Por: Sergio Vargas, 26 febrero 2010
Meca Zué tibas
Buena noche compañeros.
La madre tierra, la guaia hycha, kwe´s´Kiwe, la pacha mama, el sendero luminoso de conexión; el lenguaje y el símbolo; el mundo y el hombre: elementos nombrados de distintas maneras, por culturas disímiles y semejantes a la vez, huellas imborrables de un rastro histórico de inmortalidad… Esos grafemas que hoy nos explican las dicotomías del ser humano con la naturaleza; la palabra hecha historia, y la fábula plasmada en el papel. Los saberes ancestrales que perduran, pese al paso del tiempo, construyen un tejido de emancipación social, con el fin de reivindicar la memoria histórica de una buena parte de la humanidad, que aún no ha sucumbido a los sistemas y modelos de subyugación, explotación y olvido. Esta cosmogonía plasmada en unas cuantas hojas, apenas detallan albores de un mundo único, donde la relación de la humanidad con sus recursos era de respeto, no de saqueo, ni de desconexión. Reciban con entusiasmo y difundan esta palabra, enseñemos a caminar a quienes aún van de rodillas, y no levantan siquiera la cabeza; no miran atrás, porque creen ir hacia delante, en un rumbo lineal de infinita circularidad.
La palabra camina, se escribe, teje, une, comunica y rememora la existencia de todos nuestros antepasados, en lo que creían y creen nuestros hermanos originarios; en las enseñanzas de aquello que respetamos: la guaia hycha, la gaia, la pacha mama, o simplemente, la madre tierra. De allí brotan estas historias de color, dinamismo, lucha y explicación del devenir de esta raza congénita. Los hombres y mujeres que están ubicados en estas tierras americanas, algunos de los cuales pudieron haber existido con una misma lengua y explicación del mundo, mucho antes de que la torre que llegaba al cielo cayera de su enorme peso, son los que nos han dado fuerza para construir este tejido, que no acaba con la terminación de su lectura, pues es necesario poner en práctica (como dicen) la enseñanza de los mayores, y en este caso, de las historias, de la recopilación del legado oral. Hacer camino al andar.
Somos indígenas, somos hombres y mujeres, somos latinoamericanos, somos rebeldes escritores y creemos en mundos posibles; como el recreado en la esencia de los árboles, que hoy nos permiten compartir parte del legado totalmente tangible, totalmente cercano, de la cosmogonía y visión de los pueblos autóctonos. Nuestro lenguaje es un éter de infinitas posibilidades, donde se explican entre sí los distintos vocablos, las palabras y el pensamiento bonito que son elementos indivisiblemente circunscriptos a nuestra esencia de guerreros milenarios, actores de un mundo de cambio.
Caminemos la palabra, para que el próximo tejido, el chumbe, alargue su gruesa hilacha y nos permita cruzar hacia un devenir más próspero, sin perder de vista nuestra esencia inmaterial y nuestro destino final: el retorno a la guaia hycha, al polvo, la tierra, al mundo, al don de la comunicación universal.
Itzequene.
Gracias